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Negociaciones y caudillismos: camino a las elecciones municipales

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Tras las elecciones del 17 de diciembre, independientemente de los resultados a favor o en contra, los partidos políticos negociarán sus posiciones de cara a las elecciones municipales de 2024. Cada uno, con sus candidatos y metas comunales, intentará alcanzar un consenso entre intereses partidistas e individuales locales.

[texto_destacado]La función de los partidos políticos es canalizar las demandas ciudadanas mediante representantes aptos, es decir, tienen la capacidad de presentarse a elecciones populares mediante militantes o independientes respaldados por uno o varios partidos políticos. No obstante, la elección de «candidatos» no es aleatoria, sino el resultado de disputas internas de facciones y tendencias dentro de cada partido político, y en cada disputa hay ganadores y perdedores.

Las facciones, definidas por Gamboa & Salcedo (2009), son grupos organizados dentro de un partido político, compuestos por militantes que entran en disputa por la conducción de este. Pueden apoyar a otras facciones mediante acuerdos políticos, especialmente cuando carecen de influencia interna, o actuar como veto a las acciones de la facción oficialista interna (Sartori, 1980). Por tanto, pueden ser cooperativas, competitivas o incluso degenerativas cuando, al distanciarse significativamente de otras facciones, ponen en peligro la cohesión de la organización (Boucek, 2009).

Las facciones reflejan la pluralidad de ideas e intereses en un partido, y aunque fortalecen el debate y la dirección del partido hacia el bien común, las disputas de facciones caudillistas pueden tener efectos degenerativos, en algunos casos sobrepasando las decisiones colectivas en favor de intereses individuales.

Estas situaciones, lejos de ser excepcionales, son comunes y reconocidas internamente en cada elección. Pueden causar daños comunicacionales y perjudicar las relaciones con partidos aliados al acordar candidatos conjuntos para futuras elecciones. Tales actitudes, calculadas para desafiar a las facciones en el poder y obligarlas a negociar con otros partidos, no solo minan la democracia interna, sino que debilitan al partido en la negociación. Surgen preguntas sobre la confiabilidad de un partido incapaz de organizar sus propias filas.

La imposición de caudillos personalistas es un factor visible no solo de la división interna, sino también de la decadencia del partido político frente a aliados, adversarios y, especialmente, ante la ciudadanía

En un contexto caótico, se beneficiarán aquellos con mayor experiencia y coherencia interna que negocian la presentación de sus candidatos. Las presiones indebidas de caudillos personalistas son peligrosas y estratégicamente deficientes; si logran imponerse, podrían no asegurar el apoyo interno ni de los aliados para enfrentar a los adversarios políticos. Existe el riesgo latente de que abandonen el partido y se vuelvan independientes, guiados únicamente por intereses de poder personal.

Un partido político puede establecer la decisión colectiva a través de autoridades electas internas, utilizando métodos participativos como el debate y la elección interna (en línea o presencial) para determinar quién, dónde, cómo y con qué recursos competirá cada candidato. El respeto por las decisiones políticas transparentes no debe ser socavado por intereses personales o por imposiciones que surgen «entre gallos y media noche».

La imposición de caudillos personalistas es un factor visible no solo de la división interna, sino también de la decadencia del partido político frente a aliados, adversarios y, especialmente, ante la ciudadanía.

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