En la derecha chilena pasa un poco lo mismo: sólo se guillotinan cabezas viejas cuando el devenir de las cosas simplemente no da para más. Cuando un resultado electoral encorva los hombros o destruye la paciencia de sus electores. Entonces, y sólo entonces, se jubilan unos y nacen otros.
Joaquín Lavín se fue. Quizás (sólo quizás) con una sincera despedida, entre abrazos y una que otra lágrima de sobreactuada angustia, pero el punto es que se fue. Y es que no podía ser de otra manera. El día domingo, luego que finalizara el conteo de votos, sólo era cuestión de días para que se remeciera nuevamente el apacible submundo de la derecha chilena. Aunque el desastre anunciado por las encuestas no fue tal, el resultado dolió, y mucho. La jornada dominical de la alianza terminó, sin embargo, con un surrealista acto de manos levantadas y sonrisas de satisfacción. Cosas que sólo se entienden en las películas.
La situación no da para calificarla como una humillación, pero algo de eso tiene. La derecha no llegaba bien, es cierto, pero las históricas jornadas pasadas, de voto a voto, daban para pensar que los feligreses estaban dormidos, callados, esperando sigilosos el momento preciso para atacar y nivelar en algún grado lo que se veía era un escenario catastrófico. Nada de eso ocurrió. El barco sufrió un impacto mortal, irreparable, y peligra hundirse de la peor forma: botando al mar pasajeros, meseros y capitanes antes del último suspiro.
Hace meses, Evelyn Matthei, consciente de la agobiante empresa que tenía por delante, decidió asumir contra todo pronóstico el liderazgo de algo que alguna vez fue una alianza política. Liberales y conservadores unidos por un proyecto de centro y no tan centro de derecha. De todas formas, éste era su momento y no iba a desaprovecharlo. Lo que le quitó el «piñeragate» sin conteo de votos, ahora era una realidad, y ella estaba dispuesta a sacrificarlo todo. Lamentablemente para ella, la alianza ya no es la esperanzadora luz del progreso y el trabajo mancomunado de sus socios, como fue en 2009. Hoy, sumidos en una profunda crisis partidista, Matthei intenta recomponer a dos fuerzas por naturaleza antagónicas, distantes y disminuidas fruto del ego y las luchas fratricidas de sus integrantes. El panorama era visiblemente adverso, sin embargo la candidata mantuvo la frente en alto y optó por acompañar a sus correligionarios en esta tragedia, siempre con la esperanzadora fuerza cristiana de enfrentar los problemas y resolverlos desde adentro. Pero como la religión tiene poco que ver con la política, Evelyn equivocó el camino y se rodeó de la guardia vieja de la derecha tradicional: los Novoa, los Melero, y el inmortal Lavín. Los mismos que estuvieron en Chacarillas, y que participaron activamente en el gobierno militar. En fin, la rancia y emblemática derecha pre y post dictadura.
Pero la política es de momentos, Evelyn. Tú lo sabes. Ciertas señales pueden ser más reveladoras que un discurso o la sustancia de una poderosa idea. La forma es muchas veces el verdadero fondo, y en esto está justamente tu pecado mortal. La salida de Lavín en un momento como éste, es de aquellas señales que deben tomarse en serio. No admite doble lectura. Veamos. En la Francia de Robespierre, por ejemplo, se reservaba la guillotina a la sangre azul sólo en momentos especiales, cuando los nuevos tiempos debían ratificarse con un acto de barbarie que impresionara a la gente común. En la derecha chilena pasa un poco lo mismo: sólo se guillotinan cabezas viejas cuando el devenir de las cosas simplemente no da para más. Cuando un resultado electoral encorva los hombros o destruye la paciencia de sus electores. Entonces, y sólo entonces, se jubilan unos y nacen otros. No hablo sólo de caras, sino también de ideas. En esto, la alianza, y la udi particularmente, no han aprendido nada. Pero absolutamente nada.
La izquierda, en cambio, da cátedra en esto. En los últimos años ha criado una nutrida camada de liderazgos sub 30. Radicales e intransigentes, pero seguros, creíbles, y con un respaldo ciudadano abrumador. Hacen eco de las nuevas demandas, y su popularidad los llevó (a la mayoría de ellos) al Parlamento para el próximo año. Nada de esto, salvo una que otra excepción, ocurre en la derecha. Allí, simplemente están los mismos. En las fotos, en los carteles, en el programa de gobierno. Están por todas partes. Y el problema no es que estén, sino que sólo estén ellos. Ciertamente no es un problema de texto (teoría), es más bien un problema de calle (práctica). La vieja derecha no sabe comunicar el ideario a los jóvenes. Su campaña es siempre la del terror, la del orden público. El lenguaje e idealismo del nuevo padrón de voto voluntario es totalmente indiferente a sus convicciones. El matrimonio igualitario y el aborto avanzan a toda máquina en las mentes de la nueva generación, y la vieja Constitución dejó de ser para ellos el incorruptible rosario de misa dominical.
Matthei nunca entendió esto, o no quiso. Y lo va a pagar caro. Desde un comienzo, debió convencer al nuevo votante, y esto suponía rodearse de aquellos que pensando como ella, fueran más como ellos. No lo entendió hasta el desplome del 17 de noviembre. Sólo entonces, estalló en su cabeza la idea de incorporar a la incipiente nueva generación de derecha en la primera línea de su candidatura. La tragedia de los resultados la hizo comprender que para ganar una elección en estas circunstancias, debía traer a los nuevos. Y deshacerse respetuosa pero rápidamente de los antiguos, ciertamente. Sin embargo, el tiempo es mezquino para ella y su ánimo de sublime renovación. La carrera está perdida. Totalmente perdida. Quizás en otro momento hubiera sido una pequeña luz al final de un túnel muy oscuro. Ahora, es sólo una proyección de esperanza para algún otro valiente, que como ella, asuma el mandato de una nueva y moderna derecha política. Pero eso es para 2017. Para ti Evelyn, es muy tarde. Demasiado tarde.
Comentarios
02 de diciembre
Definitivamente. Muy tarde para revertir la debacle de la Alianza, (que de alianza tiene muy poco). Sólo queda tratar que la derrota sea lo más honrosa posible, lo cual a la luz de los acontecimientos parece una utopía. No hay nada más frustrante y agotador que correr una maratón sabiéndola perdida antes de la largada, lo cual podría llevar hasta al más fuerte a la más profunda de las depresiones.
Dicho esto, Espero que la lección se haya aprendido y todo ello sirva para la modernización de la derecha chilena y esta se de cuenta que las nuevas generaciones derechistas ya no tienen los mismos pensamientos extremistas que uno de sus más grandes exponentes, (Jaime Guzman), que no es imposible convivir con el que piensa diferente, (aborto terapéutico, nueva constitución, educación pública gratuita y de calidad, etc.), que no es necesario aplastar sus pensamientos e ideas, tratando de imponer las propias, satanisando al resto, sobre todo si el que piensa distinto es mayoría. Esta savia nueva podrá, si los históricos lo permiten, formar una derecha contemporánea más acorde con los tiempos y necesidades de nuestra sociedad, con más calle como dice Paulo y no olvidar que el estado mientras más laico mejor puede representar la diversidad de pensamientos de todos los chilenos, que los gobiernos pasan y el estado queda.
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