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Mensaje a la (mal) llamada clase política

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Es la primera vez que me permito el espacio para participar de la discusión pública de cuanto está ocurriendo hoy en nuestro país, al menos formalmente y a través de un medio de comunicación serio y requerido. No por falta de interés. Por el contrario, soy un asiduo seguidor de nuestro desarrollo político e institucional. No lo hice antes porque, y podremos comenzar usted y yo a converger o discrepar, existía en el ambiente -al menos hasta hoy- un ambiente sospechosamente inmóvil en lo que a señales institucionales fuertes se refiere de lo que ocurre en la cosa pública.

Sin embargo, algo ocurre hoy en Chile y vale la pena opinar. En realidad siempre vale la pena hacerlo, porque lo que ocurre en la Polis debe estar en las principales preocupaciones de sus ciudadanos.


¿En qué país civilizado, con gentes con cultura cívica, podría un empresario alegar la injusticia de un proceso en su contra, porque su compañía produce trabajo y progreso?

Quiero comenzar señalando que me incomoda escuchar de diversos políticos “profesionales”, su preocupación por lo que está ocurriendo por estos días en el ámbito judicial. ¿Por qué expresan una preocupación tan poco “profesional”? ¿Acaso la labor de los tribunales de justicia, llevada adelante con el debido proceso para las partes, imputados, sus defensas y la Fiscalía, no es un hecho que fortalece la institucionalidad pública?

Personeros de la Alianza y particularmente de la UDI, enfatizando su desacuerdo con la preocupante judicialización de la política, dudando de la imparcialidad de las instituciones y sus representantes. Yo quiero preguntarles, ¿en qué quedó su respeto por la independencia del Poder Judicial, expresada en tantas ocasiones en las que la vocación acomodaticia de su doctrina partidaria les indicó la conveniencia de respetar dicha independencia? ¿En qué quedó su tan recurrida inclinación por respetar los procesos jurídicos y formales, al punto de apoyar a aquellos miembros de sus tiendas que están probadamente involucrados en estas deleznables prácticas, pero que no han recibido de parte de las directivas respectivas la orden de inhabilitarse o, claramente, suspender sus respectivas militancias? ¿No presentan los antecedentes que rodean el financiamiento de las campañas de Von Baer y Moreira, por ejemplo, los elementos necesarios para ser apartados o para exigirles su renuncia, a lo menos, al partido al cual pertenecen?

No espero que me contesten, ¿por qué habrían de hacerlo? No soy más que un ciudadano anónimo, de esos ciudadanos de a pie, que debe trabajar para vivir, sin redes poderosas, sin privilegios, proveniente de una familia de asalariados y dueñas de casa, gente de esfuerzo. ¿Por qué habrían de tomar en cuenta la opinión de un miembro del “pueblo llano”?

Del mismo modo, me impactó la lectura y mención de la máquina de producir trabajo y progreso para Chile que hizo Délano, antes de ingresar a una de las audiencias. Hay en la impronta de estas personas una ausencia de valoración por el juego democrático que impera hoy en el país, por muy poco óptimo o susceptible de mejoras que éste sea. Debo sospechar que la algodonada situación social y económica del sector de la sociedad a la que pertenecen los Délano, Lavín, Irrarázaval, Tocornal, Bombal, por nombrar sólo algunos de los vinculados a este escándalo, sostenida sobre generaciones bien educadas; la mayoría respaldadas por importantes riquezas familiares provenientes algunas desde el origen de la república, y otras cuyo origen acomodado se vio consolidado con un acceso “preferente” a las riquezas de la nación, cuando el dictador Augusto Pinochet “modernizó” el Estado de Chile al privatizar sus empresas estratégicas, tiene su génesis en la creencia de que el país descansa, para su desarrollo y el de sus gentes, sobre los hombros de estos “pro-hombres” así entre comillas, y que son, cuales escogidos para la más de las nobles misiones, los llamados a crear las condiciones necesarias para asegurar el futuro del país, aunque ese futuro se forje sobre la base de la comisión de delitos.

Un diario británico ya los catalogó con un justo título, no sin sorna por cierto: “los padrinos de la derecha chilena, herederos de Pinochet”. Los protegidos por un sistema de cosas, por un orden heredado de la dictadura, hoy (ayer) fueron tocados por el extenso (y en ocasiones, lento -y sesgado e irresoluto en tiempos del dictador-) brazo de la justicia que, dicho sea de paso, no tiene las mejores herramientas para hacer su trabajo, más allá de las reformas a sus sistemas de trabajo de los últimos años. Es que la ley es la ley y, tal como señaló el juez de la causa al fundamentar las medidas cautelares aplicadas desde hoy a los imputados, “el legislador otorga una pena mayor al robo de un vehículo motorizado que la dada para el cohecho (pasivo)”; con esto quiero poner de manifiesto -más allá del ejemplo específico- que, al final del día, los jueces deben aplicar los instrumentos jurídicos que les proveen cuerpos legales aprobados por un Congreso que, para el desarrollo de su misión institucional, depende del trabajo de políticos que hoy por hoy se quejan de que un Poder del Estado, independiente, haga regularmente su trabajo.

¿En qué país civilizado, con gentes con cultura cívica, podría un empresario alegar la injusticia de un proceso en su contra, porque su compañía produce trabajo y progreso? ¿Qué tiene que ver el hacer empresa con la posibilidad, al parecer implícita y permisible, de cometer delitos atendido el aporte que hace a la sociedad, en este caso en forma de puestos de trabajo, una compañía?

Esta “clase política”, sobre cuyas declaraciones llamo la atención, financiada fuera de la ley mediante construcciones tributarias dolosas por estos autodenominados imprescindibles para la salud económica y social del país, pierden de vista que la sangre que provee del oxígeno necesario para la vida tanto de instituciones públicas como del quehacer político, proviene de gente que, como yo, tan sólo ciudadanos de a pie, otorga con su poder soberano el aliento que mueve la sociedad y sus instituciones.

Y que los representantes del gobierno no crean que esta coyuntura que tiene atrapada a la oposición impide a la ciudadanía apreciar, con particular nitidez, la desvergüenza de Sebastián Dávalos y con ella, la miopía si no de la presidenta, de su círculo de asesores que le permitieron nombrar a su hijo mayor ya no en un espacio tan expuesto como el que ocupó hasta hace un par de semanas, sino el haberlo hecho parte del equipo de gobierno. Y como si ese grueso error, por llamarlo caballerosamente, no hubiera sido lo suficientemente visible y reprensible de inmediato por la ciudadanía, al darse a conocer la disminución del apoyo al gobierno en un encuesta realizada a días de haberse conocido esta profunda anomalía, el flamante militante socialista Sebastián Dávalos, y su señora, decide renunciar a su membresía política al ser pasado al tribunal supremo del partido a instancias de la solicitud de Gonzalo Martner. No pocos, como Rossi, califican de grandeza la renuncia al supuestamente permitir Dávalos separar su figura tanto del partido como del gobierno que éste apoya; nada más lejos de lo recomendable y, por qué no decirlo, de lo decente.

El señor Dávalos, al parecer sin más mérito que ser el hijo de la persona que ostenta la primera magistratura de la nación, aparece como la cara visible (aprecie la incompatibilidad) de una empresa que en casi un año lleva a cabo un negocio que cristaliza como exclusivo resultado de un financiamiento de ensueño, por cierto no basado en los antecedentes comerciales y patrimoniales de su emprendimiento; financiamiento otorgado a horas de la victoria sin contrapeso de la actual presidenta. Todo ello, mientras ostenta la posición que en gobiernos anteriores ocuparon las cónyuges de los mandatarios elegidos. Debió conservar una cuota mínima de decoro y permitir que la estructura partidaria a la que pertenecía, le aplicara las sanciones correspondiente de acuerdo al mérito de los hechos.

Un error de este calibre, ya no es sólo el caso Penta sino también Caval, no puede sino desmejorar los enormes esfuerzos que la sociedad lleva haciendo por años para liberar al país de las amarras de una dictadura que allanó el camino de inescrupulosos y delincuentes con corbata, tanto en el plano empresarial como político. Mientras la sociedad, junto a sus estudiantes, intenta inyectar nueva sangre, joven y preparada al sistema político –independiente de sus afinidades partidistas-, frente a un hito delincuencial de ribetes históricos como es el caso Penta y respecto del cual la derecha simplemente no logra recuperarse, viene el flamante señor Dávalos a ofrecerle la salida política a una derecha que, gracias a él, logra no sólo descansar del intenso escrutinio público como consecuencia de Penta, sino que consigue re-alinear sus recursos políticos en torno al urgentemente necesitado contra ataque comunicacional, consiguiendo manejar por momentos la agenda pública y obligando a La Moneda a dar explicaciones erráticas, en vez de continuar desde el balcón apreciando cómo rueda la derecha por el despeñadero y, con ella, los aún pendientes amarres de la dictadura.

Quisiera manifestar que deseo que mi país tenga una derecha económica y política culta, más que una derecha burguesa adinerada, porque está claro que el ánimo de lucro, no el de la justa retribución por el emprendimiento y la creación de valor, sino esa búsqueda del dinero como fin último y como máxima de vida, está llevando a la captura del Estado y sus instituciones por parte de una elite vacía y sin raigambre republicana, enfocada en riquezas mal habidas, delictuales, y sus tentáculos como células cancerígenas que hacen metástasis, hacen carne la cooptación de políticos y funcionarios públicos, técnicos y personeros de confianza sin la suficiente y necesaria madera de verdaderos servidores, en un contexto ya perfectible que permite, además, el tránsito libre de ex ministros, ex subsecretarios y parlamentarios que no logran la reelección, desde lo público a lo privado sin mayores impedimentos.

Quisiera un gobierno serio, responsable y absolutamente ajeno a toda sospecha de cualquier grado de nepotismo en la conformación de sus equipos de confianza y de técnicos, porque no podemos estar preocupándonos por situaciones vergonzantes y absolutamente evitables, cuando la sociedad chilena se encuentra, por ejemplo, sumamente atrasada en derechos civiles y cuya transformación requiere de concentrar todos los esfuerzos en derribar las barreras ideológicas y dogmáticas de los sectores más conservadores y valóricamente retrógrados de la sociedad.

Y, finalmente, no olvide la mal llamada clase política que están ahí por el poder que les otorga el pueblo de Chile, su ciudadanía; no vaya a ser necesario que revoquemos, organizadamente, la entrega de nuestra soberanía y reformulemos las reglas de convivencia en ésta, la más desigual de las sociedades del planeta.

TAGS: #Derecha Clase Política

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Comentarios

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08 de marzo

Notable. Primero, porque te han publicado un artículo con más de 10.000 caracteres…
Segundo, porque se me ocurre que has pensado en una forma de organización, ya que dices:

no vaya a ser necesario que revoquemos, organizadamente, la entrega de nuestra soberanía y reformulemos las reglas de convivencia en ésta, la más desigual de las sociedades del planeta.

¿A qué clase de organización te has procurado referir?… ¿La podrías describir?… ¿Qué clase de éxito crees que se podría esperar de esa organización?

Mmm… Respecto a lo demás que dices, ¿qué más podríamos esperar de una dictadura de la mafia de los partidos políticos que es apoyada por la mafia económica?… ¿Que le sirva al pueblo?…

09 de marzo

El proceso de conformación de masa crítica para la generación de cambios profundos en el sistema político y social que estamos viviendo, a mi juicio está en marcha; baste ver como, por ejemplo, El Ciudadano se hace parte del juicio por el caso Penta; o la incipiente organización, incluso con presencia en la última presidencial, de AC para una Asamblea Constituyente. Con todo, tengo la opinión que la consolidación de este proceso, en lo referido a su fuerza o su continuidad, parte con el enorme apoyo a la marcha de 2011, en torno al 80%, así como su permanente respaldo y, la notable falta de participación en la última presidencial, en torno al 60%.
Creo que todo sistema que está ad portas de un cambio profundo, vive justo antes una crisis difícil de ocultar. Si este gobierno no es capaz de canalizar esta masa crítica que gana cada día más fuerza , como lo venía haciendo con el avance en las reformas, es mi entender que aumenta la probabilidad de que el cambio desborde las instituciones y las obligue a reaccionar, antes de que los llamados a introducir las transformaciones -los representantes-, puedan conducir el proceso. Por eso es tan grave lo de Caval y es tan distinto de Penta, porque golpea en forma potente la impronta transformadora que este gobierno ha querido instalar, sobre la base de verdaderamente tener madera de cambio y de interpretar el anhelo de la ciudadanía de tener un mejor país; eso sufre una abolladura difícil de ignorar en su imagen. Lo de Penta, en cambio, es una nueva muestra de la inmundicia que ya todo mundo sabe que debe ser erradicada, y es por eso tan importante la decisión del juez de aplicar sin mayores rodeos la prisión preventiva tanto a controladores mayores del grupo, como a su cohorte administrativa, además de la inclusión de un ex subsecretario.

En cuanto a tu última interrogante, creo que podemos esperar un halagüeño empoderamiento de la ciudadanía y un necesario aumento de los índices de interesados en política, lo que tarde o temprano, pueda verlo o no quienes formamos parte de esta generación de ciudadanos, producirá una transformación a nivel «genético» de nuestra sociedad, momento partir del cual este país será el país que anhelamos todos. Pero antes debe ocurrir todo lo que estamos viendo. Creo que estamos siendo testigos de la historia.

09 de marzo

Comprendo… Osea, estamos en el paleteo previo al partido. En el precalentamiento… Falta bastante entonces… En resumen, aún no se avisora organización para «reformular las reglas de convivencia de esta sociedad tan desigual»…

11 de marzo

Pese a estar completamente de acuerdo con el contenido del comentario, me parece que el título no es acertado ya que la clase política nuestra sí se encuentra bien llamada como tal. Si entendemos como clase un segmento de la sociedad que se apropia de poder, de recursos y se viste con galas que no ha adquirido legítimamente, nuestra clase política es propiamente una clase social. Ganan remuneraciones que ningún profesional que vive de su trabajo obtiene, tiene fuero para eludir la acción de organismos que fiscalizan al resto de la población, y muchos de ellos reciben impunemente prebendas -por no decir coimas- para legislar o influir en contra del bien común, y así todos los etcéteras de los que nos hemos informado por la prensa.

11 de marzo

La verdad de las cosas es que me inclino por encontrarte razón, probablemente pude haber escogido un mejor título. Atendido el énfasis del contenido del artículo, buscaba subrayar el vergonzoso estándar de las personas involucradas y el ambiente que les da contexto. Dicho esto, creo que el título debió ser «Mensaje a la (mala) clase política», que se compadece con el énfasis del que hablo y recoge tu opinión, que comparto.
Lo tendré en cuenta en lo sucesivo, te lo agradezco.

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