Las declaraciones de Evelyn Matthei con respecto a la manera en que se han estado llevando a cabo las reformas por parte del Gobierno, han dado bastante que hablar. Esto sobre todo porque la forma y los descalificativos hacia la figura de la Presidenta hirieron una que otra susceptibilidad. Pero tal vez lo más importante de lo dicho es que, finalmente, no dijo nada. No propuso ningún cambio, ninguna manera con la cual el supuesto desastre que ella vaticina pudiera corregirse. Y es que es simple: ella no quiere que se haga nada. Quiere todo inmodificable porque el sistema en el que vivimos es el que ella cree preciso para vivir. Pero no lo dice. Al contrario, sale al ruedo a hacer críticas a reformas como si estuviera a favor de éstas, y solamente en contra de la manera en que se hacen. Acudiendo así -una vez más y de una manera bastante cansadora- a hablar desde lo que ella considera lo “real”, lo “técnico”, y evitando el debate de fondo, escudándose en una supuesta falta de ideología (sumamente ideologizada).
Cuando uno es joven siempre le dicen que si no se tiene argumentos, solamente se descalifica. Twitter es la demostración empírica de ello y Evelyn su mayor expositora en la política nacional. Como no sabe cómo decir que encuentra que el Chile construido por años, inalterable, es el que le conviene a la ciudadanía, solamente acude al insulto, a la descalificación y a la falta de argumentos en una discusión que requiere ser desplegada de manera adulta, y sin «dueños de la verdad».
Pero si es que uno hace un análisis en la carrera de la ex ministra y candidata presidencial, ésta ha estado repleta de acusaciones, tiros al boleo, pero carente de explicaciones y sustentos serios con respecto a lo que dice. Su candidatura fue eso. Su labor parlamentaria y su encabezamiento del Ministerio del Trabajo, también. Es una francotiradora que, como todos los francotiradores, no se detiene a ver alrededor si es que hay gente a la que puede dañar mientras dispara, porque su objetivo es simple, banal y nada de profundo: mantener todo como está.
Esto no quiere decir que sea particularmente malo, sino que no transparentarlo resulta poco sincero, y discutir con alguien que no transparenta sus intenciones, siempre termina por contaminar la discusión. Como hoy se está viendo contaminada por las cruentas y poco templadas frases de una ex candidata a La Moneda.La carrera de la ex ministra y candidata presidencial, ha estado repleta de acusaciones, tiros al boleo, pero carente de explicaciones y sustentos serios con respecto a lo que dice.
Es por esto que se requiere tener adversarios políticos de estatura. Gente que defienda sus ideas porque son eso y no intentando hacer creer que lo que hacen o dicen es porque el que está al frente es un tonto o un tipo que no sabe nada de nada, ya que, tal vez sin quererlo, están poniendo su idea a estatus de “lo cierto”, de lo que realmente se debe hacer, y frente a eso el diálogo pierde sentido.
Evelyn Matthei solamente se está agarrando con uñas y todo, a una especie de fe y dogma que no se niega a soltar. Y lo defiende con insultos y patadas, como quien no sabe de qué otra manera poder hacer visible -no tan visible eso sí- lo que se piensa sin que se le pueda rebatir y poner en duda sus principios, como debe suceder en toda sociedad adulta y democrática en la que toda persona debe tener estar expuesta a ser rebatida según lo que expone.
Matthei eso no lo entiende, porque hizo política en un Chile en donde eso no sucedía, en donde se podía hacer de todo menos hablar realmente de política ya que eso podía quebrar una transición en la que los que podían despotricar eran solamente ellos, los garantes del modelo.
Comentarios
25 de noviembre
Es increíble la capacidad que tiene el capitalismo para sobrevivir y reciclarse: lo hemos visto en la forma de conservadurismo, de «liberalismo», de «Estado de bienestar», como «tercera vía» y desde hace unas décadas en su carácter de «neoliberalismo». Esos regímenes son ni más ni menos que distintas formas en que el capital se manifiesta políticamente para resolver la caída de la tasa media de sus ganancias.
Cuenta con esa capacidad para mantenerse en pie porque es la élite quien controla los poderes fácticos. Ellos lo son. En esas circunstancias no hay términos medios: se está con l@s trabajador@s, con el pueblo y con nuestras necesidades o con la patronal, con sus intereses y formas de vida. De hecho, el centro político, el progresismo o la UDI «popular» son tan falsos como la «democracia» en la medida de lo posible, de baja intensidad o como prefieran llamarla. En ese sentido, Matthei, ella y su padre, son fieles exponentes de la intolerancia de los dominantes.
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