La moderación ha atracado en el puerto de La Moneda.
Este lunes 11 de mayo, a primera hora, la Presidenta Michelle Bachelet concedió a la Democracia Cristiana un poder inesperado: la transformó en la guía definitoria de la segunda etapa de su mandato. La Democracia Cristiana, la misma que cuando estuvo liderada por el senador Ignacio Walker lanzó torpedos de contención contra las reformas emblemáticas del primer año de Bachelet —tributaria y educación—, quedará ahora a cargo del timón político.
En Hacienda, la Mandataria ha devuelto el piso 12 a la élite. Alberto Arenas, el doctor en Economía por la Universidad de Pittsburgh, se va. Pues su título no fue tan importante, ni menos su carrera en la administración pública. No. Arenas tuvo un problema anterior: sólo estudió en el Liceo Manuel de Salas.Con esta segunda etapa zarpan tres naves, Probidad, Constitución y Laboral, que andarán en cabotaje por el litoral. No se aventurarán mar adentro a enfrentarse a tempestades.
Vamos por parte.
El tridente DC
Hay tres grandes reformas faltantes que Bachelet tiene trazadas para definir su legado. Son tan importantes como la tributaria y educacional. Son las reformas de Probidad, Constitución y Laboral. Todas ellas serán dirigidas por la DC. Todas ellas serán moderadas.
En un gobierno con el diseño jerarquizado como el actual, en que Interior de verdad posee la jefatura del gabinete, el cargo de ministro del área es el premio mayor. Bachelet se lo ha entregado al DC Jorge Burgos, un político con llegada transversal en las avenidas falangistas, pero con especial cercanía con la mesa actual y saliente. Será él quien no sólo ordene a la veintena de ministros, sino que además lidere la agenda anticorrupción que se transformó en la “quinta columna” del programa bacheletista. Burgos, quien ya fue un diputado reconocido por su inclinación al diálogo y los acuerdos, difícilmente renunciará a ese estilo para tramitar un conjunto de leyes que tocarán médula y tímpano de los privilegios de la casta política. No será timorato, pero no está ahí para botar paredes.
En Justicia, la Presidenta sacó a uno de los adalides de la “AC”, José Antonio Gómez (PR). En cambio, dejó a la abogada Javiera Blanco, quien fue dada como carta segura para esa cartera al inicio del gobierno. Ahora sí que sí. Será ella quien le dé interpretación al “Proceso Constituyente” enunciado por Bachelet hace un par de semanas. Blanco, simpatizante DC y conocedora de las sensibilidades del establishment conservador del país, tampoco flameará ninguna bandera revolucionaria. Sí anunciará cabildos, arengará con la idea de un nuevo país y provocará respuestas apocalípticas de gente como Sergio Melnick, pero no incendiará ninguna pradera. La DC riega los prados, no los quema ni los inunda.
En el juego de enroques de todo cambio ministerial del siglo nuevo, Ximena Rincón llega a Trabajo (de donde viene Javiera Blanco). A su cargo tendrá la Reforma (o Agenda) Laboral, cuyo objetivo más relevante es darles más poder a los sindicatos y asfixiar abusos a los trabajadores que la ley hoy permite. Rincón está en la vanguardia de su partido. Su rebeldía ha refrescado a la colectividad, sobre todo en materias valóricas. Su poder interno está en los militantes idealistas más que en las redes clientelares. Eso le da mayor legitimidad para sentarse a conversar ante la CUT. Su conocimiento del sector privado es también un capital. Sabe enfrentar el lobby de empresas y ella misma cruzó los límites cuando fue directora de una AFP (Provida). Su experiencia dual es un activo para una DC que prefiere siempre manejar por el centro, y no a la izquierda ni a la derecha del camino.
Burgos, Blanco y Rincón comparten la moderación democratacristiana. Ellos serán —no otros— quienes materialicen los tres pilares que resta levantar de la actual administración.
La élite vuelve a Hacienda
En una columna anterior sobre la superioridad social del empresariado, mencioné que en la derecha económica ni Rodrigo Peñailillo ni Alberto Arenas merecían “guiar los destinos de la nación”, pues ninguno le daba “confianza” a la élite. Ambos son hoy ex ministros: uno del Interior, el otro de Hacienda.
Para Arenas, su trampa está en que nunca pudo hablar con las multitudes de Enade. Para ser justos, ni Nicolás Eyzaguirre ni Andrés Velasco generaban tanta simpatía tampoco. Pero a éstos al menos los conocían. Desde niños. Desde que ellos estuvieron en el Verbo Divino o en el Grange. Con los años pasaron a ser cabros bandidos; traviesos que se unieron al discurso de izquierda. Pero cabros conocidos. Arenas, en cambio, era un forastero. Un niño de otras costumbres. Una mala influencia, como se diría en una sobremesa de domingo.
Ahora todo eso es pasado. A Hacienda llega Rodrigo Valdés, ex estudiante del Saint George y con una carrera brillante en el Banco Central y en el Fondo Monetario Internacional. No es hombre de gran vida partidaria. De hecho, es PPD, pero eso parece más bien un dato antes que un perfil en su currículum. Su pulso no tiene el mismo timbre que ninguno de sus nuevos colegas del comité político de La Moneda, por lo que su partido se hará notar allí a través del ahora ex diputado Jorge Insunza más que por el titular del piso 12 de Teatinos 120. Hombre experimentado en las lecciones del Consenso de Washington, Valdés no está ahí para tender puentes con el empresariado, pues no hay río que cruzar.
Un naufragio
Que llegue un segundo comunista al gabinete es un obsequio a la lealtad. Que haya un socialista menos es un accidente. Que ahora el gabinete tenga menor representación femenina es apenas un costo asumible considerando que la Presidencia la ocupa una mujer. El nuevo diseño trasciende esos conteos.
Con esta segunda etapa zarpan tres naves, Probidad, Constitución y Laboral, que andarán en cabotaje por el litoral. No se aventurarán mar adentro a enfrentarse a tempestades. Allá, mar adentro, sí hay un naufragio. Incluso los comunistas, aquí desde la costa, pueden verlo.
Comentarios
11 de mayo
Joven, la mayoria de los ciudadanos es ignorante de las restricciones económicas de lo que pide. Todos quieren revolución y cambiar todo el sistema pero nadie está dispuesto a arriesgar lo que el sistema le da y al darse cuanta que con el cambio no ganaran tanto como lo que perderán, simplemente se acaba la revolución.
Si el gobierno insistiera en postura revolucionaria el 29% de aprobación se transformaria como en 5% y entramos en crisis con desempleo, etc.. etc.. y despues el pais se demoraria varias décadas en recuperarse en el supuesto caso que el país tome de nuevo el duro camino del crecimiento como lo hizo en los 80 y 90.
Saludos
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13 de mayo
Tengo la sensación que ocurren al menos tres situaciones, la presidenta no se siente con espaldas para llevar adelante la “revolución” que planteas, es claro, pierde apoyo y credibilidad en sus reales capacidades a paso alarmante, en segundo lugar, busca puentes de diálogo para terminar su mandato con el país caminando y no enfrentado, en mi caso, creo en su cariño a Chile, y la DC puede crear esos puentes de diálogo porque tiene una visión más pragmática, diferente a otras del conglomerado, por ejemplo a la del PPD y su presidente (con la retroexcavadora se pegó una suerte de chanchito después de una buena comida) , seguir esa línea sólo provocaría incendios, y una tercera, que quizás es la más importante, le tomó el peso al país real, que es muy diferente a la calle, este es más responsable y ciertamente no está de acuerdo con el fondo de los cambio, la reforma laboral que transforma al sindicato en el dueño de la empresa donde no pone ni arriesga uno, y la asamblea constituyente que es una vieja bandera de lucha de un sector no democrático bastante conocido, mucha gente no quiere en ese andar un estado todopoderoso que nos deje seco y dependientes.
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13 de mayo
No esperaba más de la Concertación, a decir verdad. Me da risa escuchar a quienes dicen que la gente no quiere cambios, cuando el único estudio serio (y no ese folletín ideológico de la CEP), el último estudio de PNUD, indica claramente que una aplastante mayoría sí los quiere. El tema es que muchos rechazábamos los cambios presentados por insuficientes, por ser tan poco serios, como ocurrió con la reforma tributaria, que abrió aún más espacios para la evasión y la ilusión.
La Presidenta no debería escuchar a la derecha. Sus referentes no saben qué ocurre de Plaza Italia para abajo y sus ideas, claramente a la baja por fraudulentas (el chorreo es un solo ejemplo), cuando mucho embrujan a un grupo minúsculo de la población. Me parece que no tienen idea de dónde están, así que filo.
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15 de mayo
Señor, todos queremos cambios, no necesita una encuesta para darse cuenta de eso. La diferencia es que unos estan proponiendo cambios que ya probamos que empeoran las cosas y otros preferimos esperar que halla una propuesta de cambio para mejorarlas, esa es la diferencia.
Saludos