Siguiendo con el análisis empírico de las consecuencias del sistema electoral vigente en Chile conocido como “mayoritario binominal”, quiero poner atención en los independientes que compiten en las elecciones parlamentarias; principalmente, el caso de los Diputados.
Lo primero que surge, es que romper la lógica binominal es prácticamente imposible. El binominal ha sido doblegado 15 veces. A nivel de los diputados en 14 ocasiones y a nivel del Senado una vez. Son cifras que representan el 1.9% de los 720 cargos en disputa (diputados) y el 0.8% de los 132 escaños en disputa (Senado). A nivel del parlamento en su conjunto esa cifra llega al 1.8%.
En 20 años de democracia a nivel de los diputados se ha presentado un total de 2.441 postulantes. De ese total, 471 han sido independientes (19.3%). Esas cifras se descomponen en 404 postulantes en pacto (16.6%) y 67 a IFP (2.7%).
De esos 471 postulantes, han sido electos 53 independientes; 47 en pacto y 6 fuera de pacto. Por tanto, a) del total de postulantes a diputados (2.441) sólo el 2,1% ha sido electo, b) de ellos, el 1,9% han sido independientes en pactos (47) y el 0,2% han sido IFP (6), c) en relación al total de los postulantes independientes (471) han sido electos el 11.2% (53); de ellos el 9.9% (47) corresponde a IP y 1.3% (6) a IFP y d) del total de los independientes electos (53), el 87% representan al “duopolio binominal”.
Si el análisis los hacemos por partidos y pactos veremos cómo es el “pacto duopólico” el que más usa el mecanismo de los independientes.
En las parlamentarias de 1989 se presentan 158 candidaturas independientes; 139 IP y 19 IFP. De los 139 postulantes en pacto, el “duopolio binominal” presenta 48 candidaturas (34.5%); 23 la derecha y 25 la Concertación. De ese total, son electos 17 Diputados. Ocho la derecha y nueve la Concertación. Y sale electo un IFP (Sabag), que está fuertemente ligado a la DC.
En las parlamentarias del ’93 hay una baja considerable de las candidaturas independientes (lo mismo ocurre en el Senado). Se presentan 68 candidaturas; 64 IP y 4 IFP. De los 64 postulantes en pacto, el “duopolio binominal” presenta 28 candidaturas (43.8%); 24 la derecha y 4 la Concertación. De ese total, son electos cinco Diputados. Cuatro la derecha y uno la Concertación. No es electo ningún IFP.
En las parlamentarias de 1997 la baja de los independientes en el proceso electoral sigue aumentando. En esta ocasión se presentaron 48 candidaturas independientes; 46 IP y 2 IFP. El “pacto duopólico” presenta 21 postulantes (45.6%); 19 la derecha (91%) y dos la Concertación. Se eligen seis IP y todos de la derecha. En esta elección salen electos dos IFP; que, son las figuras que en rigor son las que logran romper la lógica binominal.
En las parlamentarias del 2001 sigue la baja de la “esperanza independiente” y la ilusión de que tenemos una democracia “abierta y participativa”. En esta elección se presentaron 43 candidaturas independientes; 27 IP y 16 IFP. El “pacto duopólico” presenta el 100% de los IP (27); 20 la derecha (74.1%) y siete la Concertación. De ese total, se eligen 11 IP; ocho la derecha y tres la Concertación. De las 16 candidaturas fuera de pacto, se elige sólo uno (2.3%).
En las parlamentarias del 2005 hay una ruptura con lo que se venía observando con las candidaturas independientes al observarse un total de 59 postulantes. 51 IP y 8 fuera de pacto. En esta elección no sale electo ningún IFP. De los 51 postulantes en pacto, 11 pertenecen a la derecha y siete a la Concertación. Finalmente, los electos son cuatro; dos para cada pacto del “duopolio”
En las parlamentarias del 2009 sigue el aumento de los independientes, llegando a 95 postulaciones; 77 IP y 18 IFP. De los independientes en pacto el contubernio duopolico presenta 16 candidatos (21%); nueve la derecha y siete la Concertación. Logran elegir cuatro diputados; tres la derecha y uno la Concertación. De los 18 IFP, salen electos dos.
Por tanto, las candidaturas independientes son inviables política y electoralmente. No obstante, tienen algunas probabilidades de éxito cuando forman parte de un cupo cedido por algún partido del “pacto duopólico”. De ese modo, el cupo independiente, es un “cupo prestado” que debe ser devuelto si el postulante no cumple los requisitos básicos que esa transacción implica. Pero antes debe existir un “test de blancura” que dé cómo resultado que el independiente es merecedor del préstamo. Los bancos hacen lo mismo con los clientes cuando le aplican los “factores de riesgo”. Finalmente, ocurre que el candidato en pacto (y también cuando es un IFP) termina convertido en militante del partido que le “pasa el cupo”.
Las cifras muestran que en esta democracia no compite nada que este fuera de los pactos del “duopolio dominante”. Ni independientes ni pactos tienen posibilidades. La competencia tiene, por tanto, dos caras; una blanda y una dura. La blanda es la que se da entre los pactos del “duopolio binominal”. Y la dura (y brutal) es la que se da al interior de cada uno de esos pactos y no sólo en la fase de campaña propiamente tal, sino también en la fase previa, en la que se definen las candidaturas en términos de partido y de postulante.
Las consecuencias ya se conocen. En definitiva, una democracia que al distorsionar la voluntad del Soberano va des-incentivando la participación y la competencia. Y al mismo tiempo generando desilusión y crisis de representación.
En ese contexto, la inscripción automática y el potencial ingreso de cinco millones de nuevos electores no producirá efectos políticos relevantes. Los nuevos electores seguirán en una dinámica que distorsiona la voluntad popular. La lógica del “binominal” seguirá intacta. Y, también sus efectos.
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Foto: Denny Onasta / Licencia CC
Comentarios
21 de noviembre
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21 de noviembre
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