#Política

Lleve de lo bueno: el mercado de las luchas

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Como dice la canción de Juana Fe: lleve de lo bueno (bonito y barato, pero principalmente bonito).  Si usted es una mujer que vive las contradicciones de la vida (post)moderna, puede unirse a la lucha feminista, que tiene un abanico de influjos ideológicos en sí misma. Si usted es un hombre sensible a la desigualdad de género, puede unirse al colectivo de varones antipatriarcales. Si usted es gay o su comportamiento sexual aun no puede definirlo dentro de alguna categoría de género tradicional, puede unirse a un colectivo que abogue por los derechos de las minorías sexuales. Si usted es defensor de alguna causa ambiental, puede buscar organizaciones que se unirán a esa causa. Si usted cree que las minorías étnicas merecen respeto, puede también adherir a una causa relacionada. Si cree que su consumo recreacional de drogas merece un espacio de reconocimiento legal, únase a un grupo para legalizar la marihuana (y compre su revista).

Sólo basta que ponga en un motor de búsqueda por internet algo así como “por la defensa de [poner acá lo que quiera defender]” y probablemente encuentre algún grupo que defienda lo mismo que usted defiende. La lista es larga, tanto como pueda la imaginación para definir un problema que signifique que alguien sienta amenazado algún valorado ámbito de la vida o de la experiencia individual. Ese es el mercado de las luchas.

La otra parte del mercado es el comprador. Para ser parte de la lucha, usted puede comprar chapitas, posters, ropa estampada, e incluso películas y libros (aunque esos pueden ser los últimos en comprarse, lo importante es mostrarles a los demás que usted está en la lucha). Si quiere complementar el se puede unir a una marcha, o armar un grupo de canto y poesía que exprese la sensibilidad por la defensa que usted promueve, o armar un grupo en facebook, o asistir a algún cine alternativo que promueva la lucha por rescatar los cines alternativos, o postular a un Fondart para expresar alguna lucha anticapitalista financiada por el Estado capitalista y neoliberal. Lo importante es mostrar que usted se preocupa de estas cosas, de que es consciente. Es aún más importante si es que usted tuvo la dicha, fortuna, o camino normal de asistir a esas casas de estudio en donde no tener una lucha es casi mal mirado. Ahí sí que tiene que demostrar que a usted le importa el producto que compra.

Comprar una lucha puede no salirle tan caro, si, por supuesto, usted cuenta con los recursos, sean en capital cultural, o en capital monetario. Hay tantas que pareciera que las leyes del mercado se cumplen. Todas le quieren ver a usted en la lucha, y por lo tanto usted puede ser parte de más de una lucha al mismo tiempo. Así, puede unirse a defender a las ballenas comprando un autoadhesivo para pegar en el vidrio trasero de su auto, y al mismo tiempo ser parte de un grupo de facebook por la defensa de los derechos humanos de los animales explotados por los circos y el rodeo. Y es que cada lucha a la que usted adscribe define su identidad. Si no le cree a esas luchas liberales, se puede unir a las luchas conservadoras, que requieren por sobre todo un apellido de alcurnia, y tal vez una parroquia de algún barrio pudiente, una empresa con responsabilidad social, o un partido político que lo acepte para vivir la experiencia de la carencia y así luchar para acabar con la pobreza en el mundo. Pero tenga cuidado. No ose meterse a esas luchas en las que los carabineros vigilan, o en las cuáles la gente porta carteles con faltas de ortografía. Esas pueden salir más caro, e incluso costarle una agresión física de parte del Estado opresor personificado en un hombre (o mujer) vestido de verde. A lo más, si cree que tiene un buen grupo de amigos que se encapuchan en ciertas fechas conmemorativas, podría unirse a un grupo de choque anarco-violentista. Pero esas luchas también son más caras. Le pueden incluso costar un rato en cana. Aunque a veces eso puede ser un capital para otras luchas.

Las democracias liberales del mundo occidental han establecido poderosas formas de organización social que permiten a usted “elegir” una lucha. Las complejidades de la vida moderna del siglo XX (y XXI), la creación de espacios de urbanización, y los cambios en los patrones de producción económica han permitido cuestionar ese determinismo izquierdoso que asume dos grupos en oposición, cuya principal lucha y definición sería el control sobre los medios de producción económica, y que el capitalismo y sus contradicciones llevaría a eventos históricos cuyo desenlace sería conocido. Y ese determinismo social le respondía a esa extraña idea de que los hombres (no habían estudios de género entonces) podían decidir qué vida llevar en base a lo que su egoísmo le dictaba. Aunque ese determinismo sea una forma limitada de ver los problemas del mundo moderno, quizá lo importante de resaltar no es necesariamente la construcción de la historia futura, sino la capacidad analítica en lo que se planteaba. Básicamente se trataba de definir las categorías sociales basadas en las formas de opresión de un grupo sobre otro, y cuya expresión tendría un carácter material. O sea, las luchas nacen del ejercicio de la política, y por tanto la identidad que lucha deber ser un grupo social definido por relaciones sociales de poder.

Evidentemente el mundo moderno y su idealismo desfiguraron esa capacidad analítica para definir grupos sociales, no porque las relaciones dejaron de existir, sino porque se hicieron más complejas de visualizar. Se abrió un campo de complejidades  de experiencias en donde no solo el espacio de lucha por los medios de producción económicos se hacen necesarios, sino también el de los medios de producción cultural. El problema es que la definición de cultura no estaba clara, y tanto debate lleva hoy a un arreglo de luchas en que lo cultural, como expresión estética, es más importante que su expresión política. Y de allí que el mercado pueda absorberlo tan bien, pues al final, especialmente en su versión post-moderna, el mercado es acerca de la identidad de consumo.

Una pregunta que queda es ¿qué categorías sociales permitirían hoy, entre tanto elemento de lucha  identitaria marcada por el liberalismo cultural y económico,  discriminar y acercar las identidades políticas que han podido penetrar los resquicios de la lucha política real? La respuesta tal vez esté en buscar nuevamente las relaciones sociales de opresión, y no solo su expresión de mercado, sino las formas que la originan. Por supuesto, no es tarea fácil, pero hay que hacerle el empeño si es que se quiere provocar algún cambio social, particularmente en las relaciones de fuerza que hoy hegemonizan nuestra vida privada y pública.

————–

Foto: Marketing v/s Ideologhia – uomoincravattaLicencia CC

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03 de febrero

Curiosa columna. Siempre he leido las columnas de Salinas y las disfruto. Ahora, a pesar de estar de acuerdo con la mayoría de las cosas que dice, me parece que el autor más que criticar al mercado de la ideología hace una autobiografía. Me parece que el autor caricaturiza de manera desmedida algunos movimientos sociales e idealiza otros. En lo personal he dedicado gran parte de mi vida a la lucha social, en causas en las Salinas ve un acto de consumo de identidad revolucionaria. Al parecer Salinas conoce de estas causas sólo por lo que le informa la prensa hegemónica. Los homosexuales si hemos sido aporreados/as, y nuestras organizaciones intervenidas y sapeadas con violencia (lo mismo con causas ambietales). Con la misma ironía que escribe Salinas, yo le respondo: «SI a usted le interesa defender la educación pública, postule a una beca cuica para estudiar un PhD, váyase a vivir a la cuna del liberalismo neoliberal y luego desde su posición de intelectual, llame a portar pancartas con faltas de ortografía. Mientras los pacos los aporrean, usted puede presentar su último paper a un Journal o a una Conferce mientras se toma un Smothee¨. Si la conciencia lo corroe, dispare palabras revolucionarias y pongase un avatar de autonomista.

03 de febrero

Gracias por el comentario.
De verdad esperaba que a alguien le tocara la ironía, principalmente porque considero que debe entenderse la diferencia entre un movimiento social basado en relaciones de fuerza y una causa con carácter de identidad estética, que cada vez nos hace perder más la visión sobre lo que unifica a la complejidad de quienes no estamos de acuerdo con la forma en que funciona y se ejerce el poder en nuestras sociedades. Ojalá que puedas comentar más respecto a la idea, pues evidentemente decidiste atacarme a mí. No tengo idea quien eres tu, pero si te puedo decir que sé de esas luchas más que por la prensa hegemónica, y tengo mucho respeto por muchas de ellas. Por el mismo respeto que les tengo es que comparto esta columna. Tu ironía, da para conversarla y conocernos mejor.

03 de febrero

De hecho es un articulo inspirado en un lenguage bastante «intelectualizado», o será seudo intelectualizado? comparto la opinion de Clara en lo de caricaturizar movimientos es de ahi que se desprende la tal de ironia? como se puede decir que una causa tiene caracter de identidad estética? baseado en que teoria?
Camarada tu defensa es peror todavia,… suena bastante arrogante que digas sobre las diversas luchas asumidas por ciudadanos como «tengo mucho respeto por muchas de ellas».

04 de febrero

al final, lo que quiere decir Salinas es que ninguno de esos movimientos será capaz por si solo de desafíar las correlaciones de fuerzas que determinan las luchas que los generan, y al contrario, se vuelven simplemente parte de la cultura social y terminan absorbidos por el mercado de vuelta. Algunas ganadas corporativas por aquí, otras menos trascendentes por allá. La proliferación de moviminentos atomizados como fin en si mismos, donde cada movimiento se plantea como «único» en su tema y que evidencia una falta de horizonte político, porque muy pocas veces estas organizaciones tienen política, cuando llega la política la organización social bien-intencionada teme, porque la política corroe las intenciones y voluntades, es solo la búsqueda desmedida del poder (como el anillo de Sauron), entonces la organización mejor deja la política afuera y circunscribe su actuar a su lucha particular, pequeña, a fin de cuentas.

Esto no tiene q ver con cuantos palos te han llegado ni con cuanta fuerza pareces haber golpeado de vuelta, porque quienes siguen tomando las decisiones son los mismos de siempre, Un cambio a nivel de toma de decisiones puede ser juzgado como un buen ídice de impacto sobre el sistema político, el número de palos que te pegaron por salir a cortar la alameda, lamentablemente no.

05 de febrero

Antes de establecer distinciones entre movimientos, el autor debería partir por definir qué entiende por poder, relaciones sociales de poder, relaciones de fuerza u opresión, lucha política real.

Una vez hecho eso, debería definir o explicar por qué supuestamente, las luchas basadas “en las relaciones de opresión y sus formas de origen” provocarían algún cambio social “en las relaciones de fuerza”…

Y partir de eso, y más importante aún explicar cómo hacer eso sin caer en nuevas lógicas de dominación.

De lo contrario me pregunto ¿Cómo evita que el cambio en las relaciones de fuerza, no sea el simple cambio de unos déspotas por otros? ¿O sólo propone eso?

05 de febrero

¿Cuál es la diferencia política entre hacer un monumento a los Araucanos en una plaza e incluir la historia de usurpación de tierras Mapuche en el Sur en el curriculum escolar? ¿Cuál es la diferencia entre la protesta por la reivindicación de Tierras usurpadas a los Mapuche y la protesta judicial por la quema de predios forestales? ¿Cuál es la diferencia entre la lucha anti-delincuencia y la lucha anti-represión? ¿Cuál es la diferencia entre la lucha por la legalización de la marihuana y la lucha contra el alcoholismo juvenil? ¿Qué une a esas luchas? ¿Qué las separa? Si bien las definiciones son importantes, ¿se requiere realmente que se defina el poder? Hablar de poder es sólo posible cuando se observan las relaciones sociales. No puede definirse el poder o la política sin relación a una práctica social. El poder en ese caso es la capacidad de ejercer una iniciativa sobre una entidad. Cuando esa entidad es humana, o un grupo humano, la cuestión se transforma en política: la lucha de poderes, o la lucha por ejercer la iniciativa sobre otros. Las sociedades complejas, como las del capitalismo y sus democracias liberales, son capaces de definir muchísimos espacios de acción política, resolviendo en si mismas muchos de ellos mediante su mecanismo más liberal: el mercado (si tengo más plata, puedo comprar mi influencia sobre ti). Cuando un actor político, un agente con capacidad de incidencia sobre la racionalidad sesgada del mercado, puede oponerse a las relaciones que el mercado demarca, entonces establece luchas que apuntan al menos a uno de los orígenes de las demás. No se puede resolver la demanda Mapuche mediante mecanismos de mercado, a no ser que se ejerza una fuerza sobre los demandantes de más poder, en este caso la fuerza del Estado sobre las comunidades Mapuche. No se puede resolver la desigualdad educativa mediante mecanismos de mercado, otras formas de integración social se necesitan. No se puede resolver la desigualdad de género sin un mecanismo moral de integración social, que verifique cotidianamente que está mal pagarle menos a una mujer por la misma pega. Pero si se pueden resolver las intenciones identitarias, mediante mecanismos demostrativos de identidad: productos de consumo.
Por ello que se cae en cuestiones tan falaces como asumir que la estampa de una Machi en una moneda es un mecanismo integrador de la historia Mapuche, o que la bandera de colores es por sí misma una forma de integración de la comunidad homosexual, o que la firma de declaraciones y marchas en apoyo a la rebelión en Egipto es un acto político, cuando la incidencia que podría tenerse en esa demarcada relación de fuerza es mínima, testimonial. Yo creo que es mejor optar por incluir al conflicto cotidiano, y su presencia hegemónica, más que simbólica y testimonial. En denunciar su falta de inclusión, y en instalar la narrativa de las relaciones sociales es donde reside la construcción del problema, donde, en mi personal opinión, deberían apuntar los esfuerzos.
Y claro, si se incluyen esas relaciones de fuerza, más que la idealización de la integración como símbolo, siempre habrá un opuesto, el que domina, que seguirá imponiendo su lógica de dominación o ejercerá su forma de resolución del conflicto mediante la estructura básica de relación social: el mercado.
Yo no estoy proponiendo un nuevo déspota, estoy cuestionando la moral del mercado liberal como mecanismo de resolución de luchas. Eso implica, como en cualquier lucha política, un cambio en las relaciones de fuerza, en las relaciones de dominación. En el fondo, y tienes razón en eso, espero otra forma de dominación, una que cuestione no solo el abuso económico por sobre los humanos, sino que también cuestione la precariedad del discurso de la «elección» y la «libertad» y la «competencia» cuando existen tantas y tan complejas desigualdades, y los reemplace por los de la inclusión y la empatía, por la solidaridad, por la integración y por la autoridad moral que se construye socialmente, no mediante formas de imposición individualista de libertades sagradas y relativizadas, que ganan por competencia y no por convencimiento de su importancia social.

07 de febrero

No es por ser antipático, pero tu respuesta Iván me recordó esos discursos de tres a cuatro horas, donde parece decirse mucho, pero al final no sé dice nada concreto.

En primer lugar, ejercer la iniciativa sobre otro no siempre implica necesariamente una correlación de fuerza, menos una posición de dominio. Si organizo un partido de fútbol con mis amigos, eso no implica una correlación de fuerza sobre ellos ni de dominio. No sé si catalogarlo de política al modo que tratas de hacerlo.

Toda nuestra vida está cruzada por relaciones sociales, interpersonales a complejas, incluida la amistad. Ergo, o aplicas tus nociones a todo tipo de relación social, incluida la amistad, o estableces un marco claro y defines bien qué entiendes por política y sobre todo mercado.

Porque no debemos olvidar que desde tiempos inmemoriales, el ser humano imperfecto, ha generado conflictos, pugnas, discriminaciones y abusos. Y con esto no digo que eso sea bueno, sólo que no es culpa de un “sistema capitalista o del mercado” sino que es una situación que ha acompañado a la especie siempre, incluso en sistemas que decían pretender abolir tales problemas.

Por eso reitero ¿Cómo apuntas a los esfuerzos? ¿Hacia dónde, de qué forma?

Porque si tu propuesta es tal como dices “el dominio del discurso y la práctica de la solidaridad” lo acepto. La mayoría quisiera eso.

Pero ¿Cómo evitas que no sea una mera declaración de buenas intenciones, tal como las que críticas por ser meros maquillajes?

Saludos

09 de febrero

Toda abstracción se compone de la metáfora que la construye, cuya base es siempre (o en origen) una experiencia material. Cuando hablo de relaciones de fuerza (como abstracción), la fuerza se entiende en sus aspectos materiales y abstractos, y por tanto siempre se estará estableciendo una posición cuando se toma una iniciativa. La relación de fuerza no será necesariamente grande para ver un diferencial (como obligar a tus amigos a jugar a la pelota), pero de seguro existe un imperativo moral para aceptar jugar (lo que sea que te lleve a ver en ese acto una forma de valorar la amistad, por ejemplo), y por tanto hay una forma de política ahí.
Tus preguntas son difíciles de responder. Mi propia respuesta sería la que ya te apunté antes: buscar por sobre todo que las relaciones sociales signifiquen la definición de la política. Evidentemente hay que discriminar cuáles representarían un mayor diferencial de poder (y en ese sentido, de dominio eventual). Yo creo que el mercado es una, bastante poderosa. Hay otras que se evidencian por su naturaleza coercitiva. Las demás, están escondidas en lo que hacemos todos los días, y son mucho más difíciles de discernir. A esas apunto. Yo no creo que la libertad, en ese sentido, sea un valor por sí misma. Es necesario discriminar, pues, como tu lo dijiste, somos imperfectos.
Gracias por el comentario de la antipatía… tienes razón en eso (y si, ya me di cuenta :P). Espero siga la conversa.

09 de febrero

Iván, efectivamente, cuando asumo una iniciativa adoptó una posición. Eso no es novedad y ocurre en todo orden de cosas. Desde el plato que elijo comer hasta el lugar hacia el que quiero dormir.

Uno no obliga a sus amigos a jugar fútbol, acuerda con ellos organizar un juego. Mis amigos pueden aceptar o no jugar. Pero en ningún caso obligarlos. Y ojo, cumplir compromisos o acuerdos en base a un imperativo moral, no es necesariamente obligar.

Tú planteas la necesidad de que las relaciones sociales signifiquen la definición de política. Creo que la respuesta es la política como diálogo. Y vaya que eso tiene enormes implicaciones en todo sentido, pues el diálogo es el acto humano por esencia.

La coacción suprime la política y con ello los caminos a la libertad. ¿Qué propones entonces?

Saludos

09 de febrero

Pero, ¿no es el diálogo solo una dimensión de la política? ¿No se habla de política acaso cuando hay fuerzas represivas? ¿o cuándo hay grupos que tienen armas (como la policía y el ejército)? Yo creo que los imperativos morales si obligan, si ejercen una fuerza sobre un accionar. Son una fuerza social que domina justamente nuestras interacciones, que limita (o abre) y guía nuestro campo de acción. Posiblemente estamos de acuerdo en que la política como diálogo es un imperativo moral, y por lo tanto nos limita en cuanto a nuestro accionar (y nos lleva a debatir estos temas en un foro de internet, y no a piedrazos en las calles). Pero ello no implica que esa dimensión de la política no exista, al igual que tantas otras. ¿Cómo discriminar cuál dimensión observar? ¿Se puede discriminar acaso? Mi impresión es que discriminar es un ejercicio necesario, no porque uno niegue de las otras dimensiones de la política, sino porque se simplifica un camino, una forma de abordar la política.
Saludos.

09 de febrero

Ivan, para entenderte mejor, me podrías explicar ¿qué entiendes por imperativos morales?, ¿quién los define?, ¿de dónde provienen?. Gracias.

09 de febrero

Hola,
Cuando digo imperativo moral me refiero a esa «voz inconsciente» que nos empuja (o manda) a tomar ciertas decisiones por sobre otras porque entendemos que son «buenas,» no necesariamente porque nosotros estemos satisfechos individualmente con ellas, sino porque existen consecuencias sociales de esas decisiones que nos afectan de uno u otro modo. Las otras dos preguntas son más controversiales. Yo creo que los imperativos morales se definen de forma histórica en la acumulación de experiencias que una persona recibe (ya sea desde su entorno familiar, como de los entornos sociales más cercanos – la escuela, el trabajo, los amigos, la religión, etc.). Son hábitos, disposiciones a actuar y consideraciones respecto a los otros que nos significan algo. ¿Me hago entender? Saludos y gracias por comentar.

09 de febrero

Ok. Me queda clara tu definición de moral. Ahora cuál seria la conexión entre esa definición y tu idea de que «estamos de acuerdo en que la política como diálogo es un imperativo moral,» Saludos!!

09 de febrero

Que optamos por la acción política como diálogo y no en las otras dimensiones de la política (como la coerción o la violencia), porque hay una moral detrás de eso. Es mucho, muchísimo más facil optar por la política en su dimensión de violencia que en su dimensión de diálogo. Pero no lo hacemos porque nuestro imperativo moral es otro (por algo posteamos en este foro ciudadano). Saludos!

24 de febrero

Despúes de asistir al festival de viña a ver a Residente no pude dejar de pensar en esta columna y de lo equivocado de salinas. Me desordené al son de la critica social, las causas indígenas, patagonia sin represas, y la anti-homofobia. Todas esas causas que Salinas encuentra liberales-progre-neoliberales. Compré mi entrada, y que? No me sentí comprando una identidad critica en el mercado neoliberal. Solo desfrute de los himnos que destruyen el sentido comun de un espacio super neoliberalisado (como el festival). En fin, encarné todo lo que salinas destesta. Llevé de lo bueno, hay algun problema con eso? o la moral de la izquierda me obligará a escuchar eternamente al (por lo demás magestuoso) Victor Jara.

25 de febrero

¿Viste la portada de LUN con los pechos de no se quién y el escrito Fuerza Mapuche? ¿No pasa eso al mismo tiempo que sale un humorista riéndose a carcajadas de los homosexuales? ¿O que sale un dictamen judicial para decir que no se puede juzgar como terroristas a los Mapuche? ¿ O al mismo tiempo que una ‘reina’ del Festival que se ríe a carcajadas del feminismo al salir a mostrarse como un objeto para el periodismo machista y liberal del festival (y por cierto, de cierto medio con nombre de centro hospitalario)?
Calle 13 es un buen ejemplo de una estrategia de la izquierda del siglo 21 (como lo es también Marcos y el EZLN en Chiapas) para darle masividad a una discurso sobre las identidades. Pero por algo no los dejaron salir hasta entrada la madrugada. Si ves las primeras canciones de Calle 13 el 2005, te sorprenderás con su evolución y sus formas de instalar el discurso político que pudiste comprar en Viña. Pero no te olvides que ellos tienen esa vocación de masividad que la izquierda militante y su producción cultural ya perdieron hace rato (por eso es que la canción a Pascua Lama la van a tocar un millón de veces menos en las radios que a Calle 13).
Mi crítica no es a las identidades en sí, sino a la forma en que son elaboradas con el fin de realizar una acción política. ¿Cuántos crees que ahora se van a desordenar como Calle 13 lo pone en el video que tantos bailaron (violencia popular contra la policía incluída, y hasta bombas molotov)? Muchos de los que bailaban en platea van a ser los primeros en condenar esa violencia cuando aparezca asociada a un conflicto real y material, como por ejemplo el acceso a la vivienda social. La violencia de Calle 13 se puede escuchar en la canción Maldito FBI, con que empezaron a hacerse famosos. Es justamente esa la limitación del mercado: que nos entrega muchas identidades a la venta, pero no resuelve su modo principal de producción y expresión, que es una relación de fuerza desde otra identidad. Y es esa la deficiencia de la acción de muchos progresistas: que creen que mediante el mercado se puede comprar el respeto, o una moral nueva de integración social.
Es bueno que no sigamos escuchando como el centro de nuestras luchas a la cultura militante de izquierda, con sus idealizaciones del sujeto popular desde una historia en blanco y negro y, por cierto, muy conservadora y con mucha memoria pero sin historia. Ojalá hayan muchos Calle 13, especialmente en Chile, pero ojalá que se entienda también que lo que se ve en Viña no es solo el show, es mucha historia detrás (La letra de Latinoamerica es una síntesis de eso). El mercado nos muestra las identidades como si fuesen producto del momento, y con eso las transforma en mercancías a comprar y vender, y enmascara los conflictos como si fuesen solo plata más o plata menos.
Hay algo que tenemos en común… a mi también me gusta Calle 13, pero no solo por su discurso, sino por la historia con la que lo construyeron, por las posibilidades que nos muestran, y porque al final sigue defendiendo algo central: la unidad de Latinoamérica en torno a conflictos históricos reales de identidad y fuerza, y no sólo a las formas ridículas con que los medios (progresistas incluidos) y el mercado nos entregan esas identidades. Y por cierto, también nos llaman a cuestionar ese afán arribista de creernos mejor que el resto solo por vivir en Chile.
Saludos y gracias por seguir comentando.

PS: respecto a Chilevisión, te recomiendo leer a cabeza de nada http://cabezadenada.blogspot.com/2010/11/la-historia-de-como-chv-se-los-cago.html

25 de febrero

Carla, No le pongas tanto. Creo que la columna de Ivan ilustra perfectamente el fonémeno de Calle 13 en el festival de viña. Un canal progre (chilevision) abre un espacio (o lo compra) para que unos niñitos malos vayan a desordenar un poco. Un desorden estructurado por barreras de contencion y carabineros. Un desorden formateado. Un desorden establecido por una vieja formula de cooptación capitalista. Allí se quedan los jovenes revolucionarios, saltando en su desorden ordenado de calle 13, o mejor dicho comprando su desorden ordenado. Una libertad llena de lugares comunes, discursos liberales, y de revolución con olor a mercado. Residente no le hace daño a nadie. Solo crea un pequeño espacio para que la gente se puede desordenar ordenadamente. Un desorden neoliberal y comprado. Un desorden para quienes–atrapados en sus comodidades y privilegios–puedan sentirse «malos¨ por el momento que dura la canción revolucionaria de moda. Salinas tiene toda la razón, la revolución ordenada de Residente en Viña lo demuestra.

25 de febrero

Gracias por el comentario.
Un desorden formateado… qué buena forma de decirlo.
Saludos.

Valentina

17 de julio

Ole1 Nepomuceno,Tirando o termo ensino 2.0 [Ne3o agtnueo mais nada 2.0 ] e o termo reciclar professor recicla-se material que sere1 descartado eu concordo no atacado com suas ideias e suas sugestf5es.A Escola precisa deixar de ser um centro/espae7o de ensino para se tornar um centro/espae7o de aprendizagens descentralizadas, cooperativas e hyperconectadas.abs

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