El padre Felipe Berríos ha alzado la voz desde el lugar que habita, el Barrio Transitorio Luz Divina en Antofagasta en favor de buscar una salida política para la liberación de los jóvenes y niños que se encuentran privados de libertad en virtud de procesos judiciales abiertos debido a hechos acontecidos a partir del 18 de Octubre de 2019. En entrevista otorgada al diario El Mercurio de Antofagasta, el sacerdote jesuita aboga por ellos en virtud de las razones que dieron origen al Estallido Social (desigualdad y exclusión) y al contexto que llevaron a estos muchachos a verse envueltos en procesos de índole judicial. El mismo periódico ha dado cuenta de la gran cantidad de cartas que han llegado en oposición a su postura, muy cristiana, por cierto.
Con los sucesos acontecidos el reciente 18 y 19 de octubre, las posiciones, que parecían haberse acercado, han vuelto rápidamente a sus puestos. Los unos criminalizando rápidamente el movimiento social; los otros, siendo presas de la rabia contra las derechas, sin tener la capacidad de observar los grises. Esta problemática, que nos impide pensar el mundo que habitamos de modo afectivo y efectivo, parece ser la identidad, es decir, la idea que tengo de mi ser en el mundo y cómo creo que no puedo moverme de ella.El problema de la identidad es que ésta se fija a partir de exclusiones, entonces se hace necesario revisar todo aquello que excluimos para pensarlo
Si bien el tema de la identidad no es un tema que puede ser pensado en una columna, por tratarse de un asunto constitutivo de todo el pensamiento político, filosófico y ético de occidente, es interesante abordarlo porque hay grandes autores que, desde la filosofía y la literatura, han puesto el acento en destruir la identidad, es decir, esta idea de un sujeto idéntico a sí mismo y de poner el acento en deconstruirse y en la tendencia intelectual de considerar que la tarea de la literatura, de la filosofía, del pensamiento y de la praxis de cada uno de nosotros, es destruir los lugares comunes y tener algún tipo de recelo y de cuestionamiento de toda identidad otra. Pero esta posición resulta en algún punto, algo insatisfactoria, ya que lo que hemos experimentado, en este ciclo Estallido, Pandemia, Crisis económica, Estallido, es la percepción de que para llegar a acuerdos que sean sostenibles, constructivos, se necesita algún tipo de identidad común, que sean del tipo que generen consensos y la generación de ciertas posiciones estratégicas que apunten más a sumar que al hecho de cavar trincheras todo el tiempo para deconstruir o para cuestionar.
Judith Butler es una autora que piensa esto: qué tipo de identidad y qué tipo de sujeto se necesita, que digan relación con un sujeto y una identidad que construya soluciones y futuro. Butler lo que plantea es que para pensar el tipo de sujeto y de identidad hay que problematizarlos de nuevo. Para ella, la salida es plantear algunas formas contradictorias: la idea de sujeto opaco, lo que es un oxímoron si se lo compara con la idea tradicional de pensar el sujeto como alguien transparente, que se conoce a sí mismo, que tiene una elección racional, que puede acceder a su propia voluntad. La idea de la opacidad es que nunca te voy a terminar de conocer, nunca nadie va a terminar de ser descifrado y, luego tiene otra idea, que tiene esta misma lógica contradictoria: el fundamento contingente, que es contradictoria también, porque contingente se refiere a algo que puede pasar o no y un fundamento es justamente lo contrario, se trata de algo que es esencial. Lo que Butler quiere plantear es que toda política exige un fundamento, un principio, pero lo que sucede es que no se trata de un fundamento último que es el principio de toda verdad y toda representación, esa es la diferencia. Judit Butler rechaza el fundamento como una suerte de origen que cierre el movimiento. Con esto quiere decir que los fundamentos son transitorios, son estratégicos, que no son inamovibles, sino que se plantean en un momento determinado. Esas identificaciones que planteamos son en un momento y no definitivos. Esta postura es interesante porque permite acercarnos y ponernos al servicio de la resolución de determinados temas que nos permiten avanzar: los jóvenes presos producto de la revuelta es uno de ellos. Es necesario creer, poner un plus de creencia en algún tipo de “nosotros” que permita acceder a algún acuerdo en un tema tan importante como éste, pasando por encima de nuestras ideologías personales.
El problema de la identidad es que ésta se fija a partir de exclusiones, entonces se hace necesario revisar todo aquello que excluimos para pensarlo. En este sentido, Butler apuesta a la identidad más bien como proceso, en algo abierto, que todo el tiempo se está cuestionando, pero no para señalar con el dedo para buscar la diferencia. Esto es algo problemático, pero interesante, para, al menos, repensar esas posiciones discursivas en las que nos enamoramos de una identidad y que nos impiden consensos que son beneficiosas para quienes se encuentran en una posición, al menos, injusta y difícil.
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