No quiero decir que los partidos sean los causantes del mal, no obstante lo son cuando han perdido el real enfoque por el cual fueron creados y para quienes querían representar. Muchos partidos se sienten con la fuerza suficiente de encausar los cambios, buscar consensos, pasar la retroexcavadora y luego la aplanadora.
¿Qué niño no se ha cuestionado el orden de las cosas y el mundo? es un proceso inherente en el ser humano. Aquel niño que cuestiona lo imperante e intenta cambiar el status quo es visto de forma extraña: lo usual es decir que no encaja en el grupo de amigos. En la juventud se cuestiona todo, o casi todo lo que vemos. La sociedad tilda a la juventud como una rebelde y sin causa, es decir, el descarrilamiento total. En el plano político las ideologías tradicionalmente conceptualizadas como rebeldes (marxismo, anarquismo) son vistas con estupor y miedo por la población al estar estigmatizadas por el hecho de teorizar un cambio radical.
Me quiero centrar en un reparo latente: cuestionar la política o mejor dicho, los políticos. Si reprochamos la política en un sentido estricto es criticar lo que mejor sabemos hacer, el arte de debatir, negociar y gobernar. Desprendernos de la política es tan descabellado como perder la cabeza. El problema no es la política, sino quienes la ejercen y de qué modo lo hacen.
¿Qué ocurrió con los Políticos? La palabra político hoy en día ha sido manoseada, menospreciada, vilipendiada y no me cabe la menor duda que muchos intentan desterrarla de su vocabulario cotidiano. Actualmente un político para el común es: esa persona que está apernada en el poder, con dudosos negocios y aparentado con la oposición de turno. No obstante no siempre fue así, ni todos lo son, y eso hay que tenerlo más que claro. El llamado servicio público, o la honorabilidad de tan prestigiosa institución, ha perdido el respeto que gozaba. A mi modo de ver, la clase política ha perdido el norte y el peso que conlleva ser el conductor y guía de una nación. Las grandes discrepancias políticas existentes son meras banalidades que la sociedad no está al debe de escucharlas, lo que realmente aspiran es a la concretización de la solución a los problemas que la aquejan. Los políticos han corrompido a las instituciones actuales fomentando la burocratización de las políticas públicas.
Llevamos años con políticos que han hecho de ella, su carrera, el tema no es cuestionar que así sea, sino que muchas veces ellos son el freno de los cambios que el país necesita. La ambición por estar inmerso en este plano se asemeja a los tentáculos de un pulpo que quiere agarrar todo lo que tiene a su alrededor. Junto con ello, vivimos en un anacronismo político en cuanto líderes políticos y partidos políticos presentan estigmas a los cambios políticos, constitucionales y económicos. El cambio per se es interpretado como la espada que desangrará al estado y sus conciudadanos y la posición estática e inamovible se asemeja a una estatua vendada que prefiere no ver aquello que es evidente.
George Washington es su discurso de despedida se anticipa a la crítica de los partidos políticos: “El espíritu de partido trabaja constantemente por desorientar al pueblo y corroer la regularidad de los servicios públicos; agita la opinión con celos infundados y falsas alarmas; enardece las animosidades de unos contra otros…”. Es por ello que actualmente nuestra política, especialmente la partidista, ha perdido preponderancia en la ciudadanía. El contenido de la discusión no se basa en una contribución que nutra ideológicamente y menos aún el espectro de soluciones.
No quiero decir que los partidos sean los causantes del mal, no obstante lo son cuando han perdido el real enfoque por el cual fueron creados y para quienes querían representar. Muchos partidos se sienten con la fuerza suficiente de encausar los cambios, buscar consensos, pasar la retroexcavadora y luego la aplanadora. No obstante ni ellos mismos se han puesto de acuerdo como conglomerado para trazar la línea definitiva.
Son los sujetos y no la institución en sí quienes están en la escala del reproche: “La política es perfecta pero tiene un gran defecto: ¡quién la practica!” se necesitan líderes pero no cualquiera, porque hoy por hoy muchos se autodenominan líderes, si hablo de líderes lo digo en forma seria, los cuales no estén con titubeos ideológicos ni menos aún morales. Líderes que puedan encausar las demandas ciudadanas generando que la nación progrese en un buen camino. A su vez que comprendan lo complejo que es guiar a un país manteniendo presente la responsabilidad que aquello conlleva y por ningún motivo olvidar que ellos están ahí por la confianza depositada de sus coterráneos. Un buen político se anticipa a los hechos, es como un zorro, astuto y busca de buena forma resolver lo que es previsible. Representantes que con pala en mano se preocupen realmente de la sociedad, vislumbren un futuro sereno, próspero y en el cuál día a día exista mayor integración entre quienes componen la nación.
Hay que ser fuerte en las convicciones, pero no segregadores y discriminadores, he ahí el juego de la democracia y en su momento Churchill señaló “La democracia es la necesidad de doblegarse de vez en cuanto a las decisiones de los demás”. Es justo y necesario doblegarse cuando hay que unir y construir que colocar frenos al paso agigantado que va el país, no por el bien de uno, sino por el bien común.
Comentarios
06 de mayo
Me parece muy interesante su artículo y lo comparto en sus ideas generales. Sin embargo, desde mi mirada, me queda una sensación de que eleva a las «instituciones», a la «política» y a la «democracia» a entidades que están por sobre el «bien y el mal», como que están más allá de la Historia y, por lo tanto, inamovibles e inalterables… yo creo, por el contrario, que son entidades determinadas histórica y socialmente. No son instituciones «asexuadas» y «neutrales», sin embargo, deben tener la suficiente flexibilidad para incorporar las nuevas realidades y a los nuevos actores que van emergiendo. El problema se produce, cuando aquellas no dan «el ancho», porque no son capaces de escuchar ni de leer el mundo que revolotea por todas partes. Por lo tanto, esos «señoritos» de la política, que usted critica muy bien, no solo son responsable de estar «apernados al poder», con «dudosos negocios» y de mancillar la «política»… sino que también son responsables de haber levantado, practicado y reproducido una «política» y una «democracia» perversa, injusta y egoísta.
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