Hay tres grandes tipos de análisis por hacer a partir de los resultados de la jornada electoral del 19 de noviembre pasado: el primero dice relación con la contienda presidencial, el segundo está asociado con las elecciones parlamentarias y, por último, el análisis de los efectos del nuevo sistema electoral. En esta oportunidad nos centraremos en el primero de estos y en particular en el impacto de los resultados en los partidos políticos, las coaliciones y la configuración de los comandos electorales para la segunda vuelta.
Hasta horas antes de conocer los resultados de las recientes elecciones, gran parte de las encuestas y los analistas políticos –incluyéndome–, pronosticábamos un claro y fácil triunfo de Piñera y un muy difícil escenario para Guiller en la segunda vuelta. El balotaje sería un mero trámite y se repetiría lo de Bachelet en 2013. Nos equivocamos, y todo parece indicar que esta segunda votación será una de las más difíciles de predecir, así como una de las más emocionantes.
Si bien Piñera obtuvo cerca de 14 puntos porcentuales de ventaja sobre Guiller –lo que en un escenario “normal” sería una diferencia difícil de remontar–, el expresidente no logró ni traspasar la barrera del 40%, ni superar la sumatoria de los votos de Guiller con Sánchez y, lo más complejo, aunque sume los votos de Kast, la derecha no sobrepasaría el 45%. Por lo tanto, Piñera necesita, al menos, un 5% del electorado que no está en su sector. Todo lo anterior, bajo la premisa que asistirá a las urnas el mismo electorado que en la primera vuelta, algo casi imposible de afirmar en contexto de voto voluntario.Lo que antes era una carrera ganada para el expresidente, hoy es la madre de todas batallas y el resultado ahora más que nunca es incierto.
La estrategia de buscar el voto DC tampoco es solución a este problema. Este partido no alcanzó el 6% de la votación en las presidenciales y los triunfadores en las parlamentarias están más comprometidos con el proyecto de la centro-izquierda. De ahí la estrategia de Chile Vamos de acceder al “centro social” fichando a Ossandón, quien públicamente no es el mejor amigo de Piñera, pero que le puede ayudar en este desafío.
En lo inmediato, el senador de RN logró imponer algunas condiciones programáticas que, hasta antes de las elecciones, eran impensables y que están más cercanas a la candidatura adversaria: la ampliación de la gratuidad en la educación superior y el cambio de la cuestionada Ley de Pesca. Con esto, además, Ossandón fortalece su liderazgo al interior de Chile Vamos y le permite proyectarse mejor que lo que estaba siendo después de las primarias del sector. El problema de esta estrategia es que se puede producir una fuga de votos desde el sector más duro de la derecha que votó por Kast, lo que puede leerse desde ahí como una izquierdización de la campaña de Piñera.
Lo que antes era una carrera ganada para el expresidente, hoy es la madre de todas batallas y el resultado ahora más que nunca es incierto.
Comentarios
10 de diciembre
Sin leer más que el título digo que no, porque ya saben que es una batalla perdida. Cuando Piñera postuló por primera vez, se sabe que Bachelet consideraba un fracaso el que Piñera ganara. Y si Piñera postula que la experiencia como Presidente es útil para gobernar otra vez, más útil le debe haber sido a Bachelet aquella derrota, y más al cabo de un segundo gobierno, para no volver a cometer los mismos errores que la llevaron a esa derrota. Esta vez, la liebre tendrá más carreras corridas que el zorro y zorro no la atrapará.
De hecho, una vez conocido el zorro y su astucia en el cobre, en las AFPs, en la pesca, en la evasión de impuestos con trucos y falsedades sobre declaraciones de patrimonio, yo diría que quedó demasiado pasado a zorro y esta vez la gente entenderá que hay que ser más cautelosos al cuidado del gallinero.
Luego de leer el artículo, digo que si usted se equivocó en los pronósticos recientes, me atrevo a dudar ampliamente de sus actuales predicciones de incerteza.
A diferencia suya, jamás pensé que Piñera ganaría en primera. Incluso casi me reía de alguien que hizo esa apuesta y, claro, la perdió. En cuánto a su incerteza, no debe ser más que el recuerdo de una ola del Gobierno anterior de el que no queda más que la corriente de resaca…
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