La política, entendida grosso modo como el simple intercambio de visiones del mundo, hace muchos años que se quedó en el limbo en Chile. La dictadura militar, acompañada por el contexto internacional del neoliberalismo y la polarización ideológica mundial, logró un objetivo trascendental que inhabilita a la sociedad chilena para hacer un cambio estructural en la arena de las relaciones sociales: desarticuló casi por completo el arte de la política y de la república.
Esta última supone que la democracia se construye en base a las razones humanas concernientes a lo público, a los asuntos que involucran a la comunidad en su conjunto. En ese sentido, el cambio cultural, y me atrevería a decir ontológico, que impusieron por la fuerza los militares desde 1973, con la ayuda intelectual de los Chicago Boys y Jaime Guzmán, significó perder un horizonte utópico por el cual luchar y el desmembramiento de todos los sectores sociales.
La política se marginó de la gente común y corriente para quedar relegada en los partidos políticos y en el Congreso. Los gobiernos de la Concertación y Alianza se adjudicaron la potestad para decidir sobre la vida de las personas. El Parlamento pasó a ser una suerte de elite endogámica en la cual la “deliberación” es poca y nula, son un grupo selecto de “iluminados/as” –a excepción de algunos/as-. Los acuerdos se hacen en los pasillos y con lobby o en su defecto en la casa de algún ex Ministro.
Básicamente en Chile la política está enjaulada en una pequeña casta casi permanente en el tiempo. La “voluntad popular” se expresa con la elección presidencial, parlamentaria, de Core y alcaldes. Chile se jacta de su proceso democrático porque la gente puede ir a votar y elegir a sus representantes, pero en el resto del período la ciudadanía poco y nada se pronuncia, porque para eso están los poderes del Estado. Eso se llama una democracia formal, con una sociedad en general alienada y adormecida.
Por ende, el problema aquí no es tanto si el gobierno de turno quiere llevar a cabo reformas que se podrían eventualmente implementar en el largo plazo; el asunto es mucho más profundo y me parece tiene que ver con la mentalidad de este país. Si como sociedad no logramos concientizarnos y empezar a preocuparnos por nuestros pares, que entendamos que viviendo juntos las decisiones en el ámbito público nos afectan a todos/as y ayudarnos en la medida de lo posible, aunque exista educación gratuita y los mejores servicios en salud, salarios y pensiones, vamos a seguir exactamente igual.
Creo que la política más honesta y transparente está en saber hacia dónde queremos ir, tanto de forma individual como colectiva. Tener ideales y convicciones. Entender que la política no se ciñe solo al duopolio, sino que la hacemos todos los días, en la casa, en el trabajo, en la universidad, en el colegio, jardines, en los liceos y escuelas.
En suma, es mucho más complejo cambiar el paradigma en el que está no solo Chile, sino que el resto del mundo, que hacer una que otra reforma. La verdadera reforma, pienso, está en nosotros/as y en las personas. Creo que la política más honesta y transparente está en saber hacia dónde queremos ir, tanto de forma individual como colectiva. Tener ideales y convicciones. Entender que la política no se ciñe solo al duopolio, sino que la hacemos todos los días, en la casa, en el trabajo, en la universidad, en el colegio, jardines, en los liceos y escuelas.
No hablo de la política ni siquiera como una discusión o declaración pública que solemos ver por los distintos medios de comunicación, sino como una forma de relacionarnos unos/as con otros/as. Se trata de tener un poco de sentido común y empatía hacia lo que nos rodea. En Chile impera el “no estar ni ahí” y el “sálvense quien pueda”. La elite y los poderes económicos y fácticos no están preocupados de hacer una mejor sociedad, no porque sean malas personas, sino que no está el interés ni la voluntad.
Es la gente de la calle, el grueso de la gente en este país que debe hacerse cargo de su propio destino. No digo que haya que tomarse el poder por la fuerza y establecer la dictadura del proletariado y luego una sociedad sin clases; solo intentar organizarse, estar al tanto de lo que ocurre y hacer de la cosa política y pública algo nuestro. No es patrimonio de nadie ni de nada.
En suma, es no ser indiferentes entre nosotros/as. El legado de la dictadura y del neoliberalismo es precisamente esto, desarraigarnos de tener opinión y velar solo por nuestra estabilidad. Hacerle el peso a eso sí que es una tarea monumental y no depende de un gobierno, depende de cada ser humano.
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Foto: Diego Ernesto Fernández / Licencia CC
Comentarios
12 de septiembre
Oiga los que quieren seguir su horizonte utópico lo pueden seguir haciendo, los problemas vienen cuando tratan de forzar al resto de la ciudadania que sigue horizontes reales y no utópicos para poder alimentar a sus familias, incluyendo a los miembros «utópicos».
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12 de septiembre
Mucho automovimiento Nacional sin contextualizar lo económico nacional con lo global. «Pinochet» creo condiciones para subirse al tren de lo global. Haciendo eso, su régimen autoritario se convirtió en el principal impedimento para abrir Chile al mundo y el mundo a Chile. La acumulación capitalista a nivel nacional necesitaba nuevas plazas, y el mundo estaba esperando una transición hacia la democracia que no estremeciera las bases económicas, que hacia de Chile un país interesante para inversiones.
Chile crecía a un buen ritmo y en forma sostenida. Esto coincide con las fuerzas democráticas de la «Concertación» que tuvieron que garantizar en lo económico, que eran la fuerza política apropiada, para democratizar el país y seguir el rumbo de lo económico. Del exilio, las cúpulas concertacionistas traían la mochila de relaciones políticas necesarias, que crearon las confianzas necesarias. Finalmente la “Concertación” logra superar las expectativas de los privados y la dictadura. Esto culmina en el hito marcado por la ovación que recibe Ricardo Lagos en «La Cena Anual de la SofoFa» el año 2005, pronto a despedirse de su presidencia. En esa misma ocasión Bruno Philippi se refirió a la Concentración económica como una señal que indicaba que nos encontrábamos por el camino correcto. Hoy a nivel global el 1% de los adultos posee más del 50% de las riquezas económicas. Pinochet, Aylwin, Frei, Lagos, Bachelet, Piñera y Bachelet son en lo económico más de lo mismo. Son protección de la inversión y el crecimiento. Con eso se perpetúa el crecimiento de la concentración económica. Un atentado a los mercados libres y a la democracia.
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13 de septiembre
Obvio, proteger la inversión y crecimiento es proteger la pega. La gente se preocupa de que “haya lucro en la educación” o de “la poca participación partidista en el congreso con el sistema binominal” porque tiene cierto bienestar, nadie se preocupará de todo eso si está sin trabajo o con un trabajo peor que el que tiene ahora. Lo mas importante es proteger la inversión y el crecimiento.
Su hipótesis de que con esta protección a la inversión se perpetúan la concentración económica no es verdadera. La desigualdad la produce el crecimiento en etapas de desarrollo, pero es la única forma de llegar al desarrollo y lograr que las políticas de distribución de la riqueza tengan los efectos que se persigue. Hay varios indicios que es así: por ejemplo el crecimiento económico del estado que se ha logrado con este sistema, nunca habíamos tenido un presupuestos en salud, educación y todas las reparticiones fiscales, atendiendo necesidades que antes ni se pensaban, etc.… Los hechos contradicen su hipótesis, al menos en el largo plazo.
Saludos