Es lugar común aquel recuerdo de la tapa de bebida que nivela las mesas en los restaurantes chilenos.Por cualquier motivo, siempre se las ingeniaba alguien para nivelar la mesa y así evitar el molesto balanceo de ésta.
Esta anécdota cobra especial sentido en la medida que la mesa de diálogo estudiantes – gobierno se ha transformado en una mesa coja. No me refiero a que ésto se deba a la presencia o ausencia de alguno de los actores, sino a que no existen los elementos básicos para que ella se nivele adecuadamente.
Un primer elemento para sentarse a la mesa es la igualdad de los dialogantes. Y cuando me refiero a ello, hablo de estatura ética. Sin ella, se habla en planos completamente distintos. Frases tan poco asertivas como indicar que los pobres financiarán a los ricos, o pensar en que la gratuidad fomenta la falta de esfuerzo es, a todas luces, de una pequeñez inmensa.
En la gratuidad deben cohabitar – en igualdad de oportunidades – todos los hijos de la Nación. Un aspecto relevante y gravitante a la vez es el referido a que dicha gratuidad debe venir aparejada de calidad. En la medida que el concierto social se completa, la búsqueda de la calidad se transforma en derrotero del Estado.
Un segundo punto que permitiría a esta mesa tener un cierto equilibrio sería consignar garantes de que los acuerdos y compromisos se cumplan. Con mañas y caprichos, es escaso el avance. Y para el resto de los ciudadanos, pan y circo, ya que sólo se escuchan los planteamientos por los medios de comunicación que han estado actuando a la altura de correo entre parte y parte.
La opinión pública comienza a saturarse. Si bien responde esto a la estrategia de uno de los integrantes de la mesa – no somos tontos, señores – cabe preguntarse de qué nos estamos saturando.No creo que sea por el descontento que las marchas provocan. Tampoco por la acción de encapuchados y la represión que trae adjunta. Corresponde básicamente a que el descontrol de la situación es demasiado y que guste o no, la otrora famosa política de los acuerdos se hace necesaria.
La indignación crece, también la desazón. Muchos comprendieron que la elección de un administrador no estaba a la altura de un estadista. Prueba de ello es la nula capacidad de mantener sentados a la mesa a la contraparte. Nuestra mesa sigue coja, la tapita de bebida necesaria no llega y la sopa ya comienza a amenazar nuestra corporalidad.
Si el Estado – en su conjunto – no logra abordar a la brevedad este conflicto, obligará a las masas anhelantes de paz social a definir sus propios caminos para vencer en una cruzada moral. Confiemos que llegue pronto la tapa de bebida. La sopa está caliente y nuestro cuerpo claramente recibirá la peor parte.
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Foto: keaggy.com / Licencia CC
Comentarios
13 de octubre
Estimado Alejandro:
Lo invito a leer la entrada en el quinto poder «La caída de la mesa de dos patas» posiblemente hablemos de la misma mesa mirada con un poco de humor, ironía e incomprensión.
http://bit.ly/qK5MMU
Saludos
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30 de abril
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