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La legitimidad de la nueva Constitución es más que soberanía popular

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El aspecto que más se ha celebrado y agitado políticamente ante la expectativa de hacer una nueva Constitución para Chile, es el dato que será la primera vez que participaría la población: porque todas las anteriores constituciones fueran redactadas por especialistas o personas asignadas por algún sector dominante, ya sea una élite o el vencedor de un conflicto.


La soberanía popular es un hecho natural de un grupo, de una comunidad, casi cercano a lo que es instinto para la persona, por lo tanto, una necesidad para la vida de ese grupo, y de ahí que también tiene que considerarse un “derecho”

Especial comparación se hace con la Constitución de 1980, la famosa Constitución de Pinochet, y de Guzmán evidentemente. La que no sería legitima porque se hizo en dictadura, se encargó a un par de comisiones de las cuales la redacto al final una sola, no había registros electorales, ni vocales de mesa que fiscalizaran: un chipe libre total para los dueños del poder. Aunque hubo un plebiscito un mes después de haberse terminado de escribir, con bastante disparidad de oportunidades para poder promover el voto en su favor o su rechazo.

El asunto es que hay muchos motivos por los cuales la Constitución de 1980 es “ilegítima”. No es porque no naciera de la soberanía popular. No mistifiquemos, no es sinónimo de legitimidad en la próxima nueva Constitución el que se hiciera, si es que se hace, por la soberanía popular.

Hay cuatro componentes que voy a nombrar para considerar que la nueva Constitución que vamos a construir sea legítima. Legítimo, entendámoslo como aquello estipulado por la ley o apegado a derecho, o en segundo lugar “que está de acuerdo con la razón o con lo que se considera justo o razonable”.

  1. Soberanía popular (poder constituyente originario para otros)
  2. Participación
  3. Representación
  4. Democracia o poder popular, que no es lo mismo que soberanía popular, es decir capacidad de hacer de la comunidad para sí misma, gobernarse a sí misma la población.

Por lo tanto, la falta de alguno de estos elementos haría el proceso ilegítimo, no basta con la soberanía popular para que sea legítimo. Creer que si bastase con la soberanía popular sería regresivo como concepto de desarrollo, inmaduro, peligroso para la convivencia real y absolutamente inconducente para una vida mejor en el orden social.

La soberanía popular es un hecho natural de un grupo, de una comunidad, casi cercano a lo que es instinto para la persona, por lo tanto, una necesidad para la vida de ese grupo, y de ahí que también tiene que considerarse un “derecho”. Es una tendencia inmanente en un colectivo, que lo lleva o capacita, para elegir como le conviene vivir. En este caso como lo ha dicho Gabriel Salazar es anterior al Estado, posterior al mismo y, lo trasciende. Porque la soberanía Pppular equivale a la decisión que toma una comunidad de cómo quiere construir su vida y el Estado o su forma de gobierno, la orgánica relación entre sus miembros es el fruto de la creación de esa soberanía popular. Soberanía popular es el derecho a decidir de la comunidad: el Estado o la institucionalidad van y vienen.

Participación. Se refiere a que sea la comunidad en conjunto la que ejerza la soberanía popular. Para que quede completamente representada en su producto y de esa manera aumente su probabilidad de ser más equilibrada y perfecta. Una de las causas de ilegitimidad de anteriores constituciones de Chile es que no hubo participación y fue construida por sectores dominantes con buena o mala intención, que representaban en más o en menos los intereses de parte significativa de la población, o estaban directamente en contra de ella y a favor de sus beneficios. Sabemos lo que se dice en la historia al respecto.

Representación. Pero es imposible ejercer la soberanía Popular directa en que todos estemos decidiendo todo. Tiene que haber un modelo que haga de puente entre el derecho a decisión de la comunidad sobre cómo quiere hacer su vida de relación colectiva, y cómo lo lleva a la práctica: en este caso hacer la Constitución. Porque la masa o multitud, o muchedumbre tiene fuerza, pero es cambiante, inestable, superficial, impulsiva, sugestionable etc. etc. Y no es capaz de acciones complejas sin una estructura o como lo haría un individuo.

En el mito de las masas, muy similar al del proletariado, el colectivo o una simbolización de este es fuente de toda virtud. Se imagina a un pueblo que se reúne en asambleas municipales, y va escalando en coordinaciones de asambleas regionales, y a una coordinación de asambleas nacional; y así soluciona los principales desafíos que ha tenido la humanidad durante toda su vida sin lograrlo. Esta quimera no creo que haya existido nunca.

En vista que esta exageración infantil y riesgosa de la soberanía popular no es real de esa forma lo que se hace es recurrir a la representación, que es este tercer punto de la legitimidad. Que por lo demás es también del todo natural, es espontánea como la identificación con lo que nos gusta, y de ahí deviene el liderazgo. Ese que me gusta quiero que me represente, estoy presente donde está en ausencia porque en él confío: es en la dimensión elegida como si fuera yo, él está por mi allí.

Y no es con “mandato” absoluto como a algunos autoritarios les encanta decir: o hace lo que hemos mandatado que haga y si no le revocamos la representación. También se sabe que el representante va a enfrentar situaciones nuevas, o va a tener que tomar decisiones que no están en lo acordado, pero yo lo elegí a para que decida porque confío en él: me representa. No es un “goma mío”, no es mi sirviente, es un trabajador en un rol social y en condiciones favorables un líder, una cualidad de la comunidad no un material desechable.

Con este punto hay problemas porque los políticos y poderosos fácilmente convierten la representación en un negocio, en un fraude, en un robo. Pero es igualmente absurdo y falso caricaturizar creyendo que los poderosos y los políticos son facinerosos y la gente, el pueblo, personas honestas y transparentes.

Por último, democracia. Poder popular, el gobierno del pueblo. Poder es la capacidad de hacer, o de que algo ocurra. Por eso la palabra lo está diciendo, está nombrando la acción de que se trata: poder. Capacidad de que algo posible ocurra. Y una Constitución es legítima también si es democrática, en este sentido.

La soberanía popular, que es la decisión de la ciudadanía, aun con una sustancial participación, y siendo bien representada la población en el proceso, si no tiene contenidos democráticos, es decir, que esa comunidad sea capaz de hacer, la Constitución resultante puede ser igualmente ilegítima. Porque una constitución de pizarrón, algo que esa comunidad no es capaz de hacer, se convierte en pura retórica, en ideal imaginario, meras idealizaciones, que aunque sean bien inspiradas terminan en la frustración, y eventualmente en el derrumbe.

Todo esto creo que se necesita para que la nueva Constitución sea legítima. Soberanía popular participación y representación para construirla legítimamente y, democracia como poder popular para concretarla, con propósitos que realmente seamos capaces de hacer.

 

TAGS: #NuevaConstitución #ProcesoConstituyente #Soberanía Popular

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