A primera vista resulta chistoso y contradictorio postular que la derecha sea denominada una izquierda inconfesable, pero esto queda atrás rápidamente cuando entendemos el modo de su desarrollo.
La derecha en sus diferentes matices, centro derecha, ultra derecha, etc, tienen un centro específico y rudimental, el liberalismo. Este liberalismo se aloja con diferentes grados y en diferentes áreas, por ejemplo, una centro derecha es liberal en lo económico e incluso en lo valórico, pero una ultra derecha es liberal en lo económico y no así en lo valórico. José Antonio Kast es liberal en lo económico, pero no en lo valórico, pues posee una clara identidad religiosa que argumenta su discurso. Su sobrino, Felipe Kast (Evópoli) es liberal en ambas partes.
Esto del liberalismo, como ya lo expresé anteriormente en otro artículo, es un discurso filosófico que tiene como agente primero y crucial al individuo, pero no a secas, sino más bien, un individuo libre y con una primera propiedad, la vida misma. Por lo tanto, cualquier individuo bajo esta luz liberal, tiene derecho a ocupar su libertad para desarrollar su vida. El límite de tal libertad es el comienzo de otra libertad.
Por principio de discurso filosófico, el liberalismo condena una visión de un individuo sin libertad ni capacidad de poder desarrollar su vida como el quiera. En efecto, sin un individuo no puede desarrollar su vida es, simplemente, porque no quiere, porque no es un emprendedor, y lo que es fatal, porque carece de esfuerzo, convirtiéndose de esta forma, en un flojo. Por lo tanto, en el liberalismo no hay espacio para un individuo sin libertad.En algunos sectores de Santiago, quizás en muchos, ya no hay organizaciones, ni siquiera se conocen o saludan entre vecinos. La colectividad y la memoria no está presente
Por otro lado, la izquierda postula de entrada que no se trata, por ningún motivo, de un individuo, sino de un sujeto sujetado a algo, a su pasado y a otros sujetos, por efecto, sujetos colectivos. Y tal libertad no tiene asidero en la realidad. Todo pasado direcciona el presente. Toda dirección es siempre en vista desde otra cosa, un pasado, lo sido. En el libro filosofía mapuche del profesor chileno Ziley Mora, se evidencia que la palabra Inche (yo) significa “lo que viene hacia mi desde abajo”, por ende, el YO mapuche representa desde ya un gesto, un guiño medular, que hay algo anterior a mí: el pasado. El Yo mapuche es representante de algo que viene hacia mí, desde otro tiempo, el Yo mapuche habla desde ese otro lugar, el Yo mapuche es la voz de lo sido.
En conclusión, si hablamos de liberalismos, rehusamos la categoría de izquierda. Entre derecha e izquierda no hay más, como si esto fuera poco, de una antinomia, una contradicción vital. Por lo tanto, resulta chistoso y contradictorio postular que la derecha es una izquierda inconfesable… por ahora.
Un sector minoritario de la derecha, dueña de bancos, fundos, empresas, canales de televisión, inmobiliarias, diarios, etc., saben muy bien que la derecha unida jamás será vencida. En este pequeño sector hay una conciencia muy relevante de lo que produce la organización. Por eso no es anómalo ver en ellos, grupos pequeños y cerrados de relaciones: Una logia, colegios específicos con mensualidades altísimas, la SOFOFA, etc. Incluso las relaciones amorosas ocurren dentro de un espacio muy limitado. ¿A qué se debe esto? A que necesitan conservar su posición lo más limitada posible para asegurar la continuidad.
Coco Legrand decía en un chiste, que los ricos se van cada vez más arriba, y que no sabía de qué chucha se escapaban. Simplemente no se escapan, sino que mantienen la diferencia orgánica, material e histórica que los configura.
Por eso la derecha, pero un sector minoritario, sabe muy bien la importancia de la organización, de la información y la cooperación. Ellos conocen su historia, ellos saben que las colectividades de trabajadores sustentan sus empresas, ellos saben que somos sujetos colectivos.
Quizás este mismo argumento permita aclarar que la colusión sea producto de saber que la necesidad de agruparse es fundamental para “ganar”.
En algunos sectores de Santiago, quizás en muchos, ya no hay organizaciones, ni siquiera se conocen o saludan entre vecinos. La colectividad y la memoria no está presente. Casi todos quieren emprender por sí solos.
El día que se entienda que la colectividad y la organización es un puente para gestionar cambios y, sobre todo, que se entienda y se vea por parte de un sector popular que la derecha avanza unida, comenzará, tal vez, un cambio.
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