Años tiene la clásica historia que nos sirve para exponer los dilemas éticos. El caso “aplicado”, que permite identificar que es lo correcto hacer frente a un realidad concreta: se nos ha quemado la ampolleta de nuestra habitación.
Efectivamente tenemos al menos dos opciones. La primera, quizás la más simple, es traer una escala de tijeras, un cajón, una silla, para alcanzar con nuestras manos el artefacto y proceder a retirar la ampolleta desde el soquete que la sostiene. Para tal efecto, procederemos a girarla en contrario al sentido en que giran las manecillas del reloj, e instalaremos una nueva ampolleta girándola en sentido inverso al descrito.No es casual la seguidilla de reportajes, opiniones y declaraciones transmitiendo una aparente normalidad en los actos de financiamiento de la política, eventuales cohechos, inhabilidades, incompatibilidades, colusión, distorsión de mercado, etc, basados simplemente en lo habitual que son estas conductas reñidas con la ética
Una segunda opción, corresponde a sostener firmemente la ampolleta, mientras esperamos que gire la habitación, la vivienda o edificio, de modo tal que podamos retirar la ampolleta quemada, para luego instalar una nueva ampolleta, a la espera que el giro sea en el sentido inverso al que me permitió retirar el artefacto dañado.
Como resulta difícil que el edificio gire de manera espontánea en el sentido que me permita quitar la ampolleta quemada, y luego en el otro sentido para fijar la nueva, en ocasiones resulta necesario solicitar el concurso de colaboradores y ayudantes que giren la edificación o habitación. Dado que requiero una masa crítica amplia, requiero reclutar ayudantes a los que es necesario cautivar, ofrecerles un sentido de lógica, de normalidad en lo que van a hacer; la opción en cuestión, es la mejor. Por tanto, no es extraño que se recurra a líderes de opinión, o aparentes lideres o autoridades, para que expliquen las bondades del mecanismo escogido.
Resultará necesario disponer de los canales de información adecuados para facilitar la transmisión del mensaje. Entrevistas, documentales, portadas, titulares… en fin, todos los recursos disponibles para que la segunda opción sea indiscutible.
La energía y quizás qué otros recursos invertidos en la campaña de promoción de las cualidades de girar el edificio para poder cambiar la ampolleta quemada, son cuantiosos y solo se justifican en la medida que exista un retorno, monetario o no, y un beneficiario involucrado e identificable, directa o indirectamente.
La ética social la construimos entre todos, y en efecto la cotidianidad de algunos actos puede llegar a modificarla, adquiriendo estos legitimidad, que en algunas ocasiones pueden ser incluso ilegales. Para reforzar el proceso de legitimación de la conducta habitual están los esfuerzos para girar el edificio, ya que me resulta complejo adaptarme al estándar ético, mejor cambio el estándar y me mantengo en la zona de confort.
No es casual la seguidilla de reportajes, opiniones y declaraciones transmitiendo una aparente normalidad en los actos de financiamiento de la política, eventuales cohechos, inhabilidades, incompatibilidades, colusión, distorsión de mercado, etc., basados simplemente en lo habitual que son estas conductas reñidas con la ética.
Se está jugando con fuego. Para ser más estrictos, jugamos con electricidad al momento de cambiar la ampolleta. Y el riesgo radica en que si se modifica el estándar ético, no existe vuelta atrás pues se alteran los patrones generales de la sociedad.
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