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Imagen política de Michelle Bachelet: 2006 v/s 2016

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El 2015 fue un pésimo año para las instituciones y las autoridades políticas. Se dieron a conocer un sin número de casos de tráfico de influencias, corrupción y lobby judicial que afectaron a diversos personeros de gobierno y de la política en general. No obstante, les permitieron a la ciudadanía sacar en limpio varias lecciones sobre su rol como votantes y la importancia que tienen ciertas cosas que antes no tomábamos en cuenta como por ejemplo la imagen política.


Lo que la persona es, quiere proyectar y lo que los demás perciben debe ser coherente. Es así como se destruye o se construye una imagen política.

Es sabido que los porcentajes de aprobación hacia los políticos cayeron estrepitosamente en la última década y solo hemos conocido escasos momentos de luz cuando personajes como Giorgio Jackson o en su momento ME-O, se perfilaban como políticos prometedores. En la pasada encuesta ADIMARK, a pesar de que el rechazo al gobierno de Bachelet descendió de 71% en diciembre pasado, a 64% en la actual medición, sigue siendo una cifra bastante poco alentadora, pero fiel reflejo de los sucesos del año pasado.

Ahora bien, este leve repunte no solo se debe al paso del tiempo y del olvido propio de la comunidad, sino que a la estrategia de limpieza de imagen pública que, a pesar de que Bachelet como mandataria no ha incurrido en casos de corrupción, sí ha tenido que realizar por los problemas de su hijo, gabinete y coalición de gobierno.

2006: mujer en política, pero con corazón

Podría resultar un poco agresiva la combinación de las primeras dos palabras pero son ciertas. En general las mujeres que se involucran en política, históricamente han construido una imagen fría, distante, muy de “político varon” ya que, históricamente, las mujeres han necesitado mimetizarse y adquirir actitudes atribuidas como masculinas como la lejanía, la dureza, la objetividad para ser creíbles en cargos de poder. Esto porque el estereotipo de una mujer está basado en conceptos que la definen como emocional y débil y no lógica, imparcial o fuerte.

Sin embargo, durante su primera campaña electoral, Bachelet logró que los votantes mirasen desde otra perspectiva aquel estereotipo y rompieran la tradicional estructura: se puede ser mujer con corazón y líder política. Si recordamos la campaña de Gladys Marín, ella construyó su imagen en un contexto poco favorable que no la llevó a obtener la presidencia. En otras palabras, la diferencia entre ambas no es su color político, partido, edad, profesión o aptitudes, sino que simplemente es el contexto y cómo se usa a su favor.

A fines de los 90’ cuando la transición parecía estar llegando a su fin, la presencia física de Pinochet, el fantasma del golpe de Estado y el estereotipo con el que se miraba al PC, no permitió que Marín alcanzara la presidencia, considerando además que socialmente los cargos importantes en el gobierno y en empresas, no eran ocupados en su mayoría por mujeres. Si bien Bachelet al igual que Gladys ocuparon cargos previos (ministra y Presidenta de partido, respectivamente) es el componente del corazón, del amor, lo que le permite a Bachelet sumar el voto femenino; el mismo que potencialmente pudo votar por Marín, pero cuyo discurso político usaba la palabra combate, injusticia como foco de su programa y que no suscitaba votantes (insisto, dado el contexto) y tampoco enviaba un mensaje más universal y transversal hacia las mujeres. Ya hacia principios del 2000, era mucho más común ver mujeres exitosas en cargos importantes, lo que le reporta a Bachelet el piso social que requería para complementar un contexto favorable a su campaña.

Bachelet como sabemos, usó color blanco en sus tenidas en las fotografías de su campaña, un color rubio tenue, poco maquillaje, anteojos, y sonriente. Una mezcla que asegura el éxito. Según Nimmo (1978) y Orejuela (2009) las reacciones de los votantes ante los políticos son esencialmente emocionales, basadas más en su aspecto físico que en las políticas que proponen. En este caso el color blanco, en Occidente, significa pureza y virtud y en una campaña política es importantísimo si el candidato es “nuevo” como lo fue “ser mujer”, ya que la imagen proyectada se basa en el ser real y transparente. En esa línea, la imagen del político convive con tres dimensiones que se retroalimentan continuamente: lo que el candidato es, la imagen que quiere proyectar y lo que los votantes perciben finalmente. Ese ser real, era el “ser mujer” y esa combinación magistral, le permitió a Bachelet tener el voto femenino y sobre todo la identificación de genero usando a su favor aquellos atributos que anteriormente eran considerados nefastos: la emocionalidad femenina

El eslogan es otro punto que reforzó su imagen: “Estoy contigo”. Este contribuye al concepto de mujer en política con corazón que hemos ejemplificado. Es una cercanía que todos los candidatos han usado, usan y seguirán usando, no obstante el resultado es fructífero cuando las 3 dimensiones son coherentes entre sí. No se le puede pedir a un candidato que se perfile como transparente si es corrupto, por ejemplo. Según Pilar Rivadeneira, directora de arte de la campaña, el eslogan apela al concepto de que la gente está con Michelle Bachelet y ella con la gente. A su vez, la idea es «el gobierno me respalda, la presidenta está conmigo, tengo la fuerza para seguir adelante, pero hay alguien detrás de mí que es la presidenta», y  esto lo veíamos en distintas fotografías en donde aparecía un ciudadano común que indicaba una idea y Michelle respaldaba.

2016: mujer en política perdida

Si bien la segunda campaña pretendía una reelección (así que es distinto el foco) la esencia es, en definitiva, la misma. La pregunta es entonces, ¿qué pasó? Por qué la imagen de mujer en política con corazón, empática se destruyó el año pasado, sin siquiera tener responsabilidades políticas directas. Esto responde a una sola premisa: la coherencia de las 3 dimensiones.

Bachelet no deja de parecer cercana, amena, bailar “la piragua”, ni bajó de peso o cambio de color de tinte de cabello como a muchas se les aconseja o solicita. Simplemente se perdió la combinación que la catapultó en su primera elección y que la mantuvo los primeros años en la segunda. Dejando de lado la presencia de la oposición, fue el caso CAVAL y los personeros de gobiernos involucrados en casos de corrupción, los que hacen parecer que la presidenta es “ una mujer en política perdida” que no sabe como manejar un caso tan grave como el mencionado y que, peor aún, señale que: “se enteró por la prensa”. Eso la aleja muchísimo más porque lo recomendado siempre en escándalos políticos es dar la cara. Siempre. Primero porque disminuye los espacios de especulación de la prensa, segundo porque asumir la responsabilidad de los actos, sean ajenos o no, es un símbolo de humildad y tercero y, más importante, porque das a entender que si el concepto que vendiste fue transparencia pues se vende hasta el final. No olvidemos el caso de Bill Clinton.

No pensemos en utopías como que todos fuesen transparente y nadie corrupto, sino en algo más entretenido: una ucronía. Es seguro que si todos los partidos involucrados y la presidenta hubiesen sido implacables con dichos casos y hubiesen exigido que pagasen con cárcel en vez de darles un respaldo, no existiría esta desafección hacia la política en general. Y esto ocurre porque es lo que la ciudadanía espera: justicia, pero justicia para todos por igual.

Ese es el error, ese el tema pendiente, por eso nadie repunta y no lo harán. No hay una catarsis colectiva o como lo fue en el caso de Clinton, que una vez que reconoció su infidelidad, el asunto acabó. Lo que le pasó la cuenta fue no hacerlo a tiempo y sobre todo no responder a las 3 dimensiones antes explicadas. Si vendes la imagen de padre de familia, no puedes tener una amante.

Ahora bien, el pequeño repunte que la encuesta ADIMARK indicó, no es un reflejo de que la comunidad retome la credibilidad en Bachelet o en cualquier político, sino que es el reflejo de que la probidad y la existencia de las 3 dimensiones es casi un valor inexorable que se le exige a los políticos de ahora en adelante. Lo que la persona es, quiere proyectar y lo que los demás perciben debe ser coherente. Es así como se destruye o se construye una imagen política.

El error de la presidenta fue ese. El resto es historia.

TAGS: Campaña Política imagen política Michelle Bachelet

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01 de marzo

Muy de acuerdo con el análisis sobre Bachelet. Sin embargo, hay que preguntarse si las cosas hubieran sido diferentes con otro presidente. Es decir, la situación actual no habría variado mucho de estar otra persona (u otro conglomerado) en el poder, según mi parecer. La caída en picada de la figura de la presidenta debe ser enmarcada dentro de un panorama de desafección política más amplio, que va más allá del triste espectáculo de la fila de «honorables» formalizados y de tantos otros que han podido zafar, aunque sobre ellos se cierna un manto justificable de duda. Todo esto ha terminado por salpicar al gobierno, que intentó negar hasta donde se pudo la transversalidad de los delitos.
En los últimos diez años, las personas comunes percibieron que la actividad política era inútil para lograr cambios. Llegaron a la certeza de que la vida cotidiana funciona sin necesidad de políticos, y si se requieren transformaciones, no podemos esperarlas de ellos. A la crisis coyuntural producto de los casos Penta, SQM y Caval, más una anunciada desaceleración económica, se debe sumar una crisis estructural del modelo de la transición. Cualquiera hubiera tambaleado, más todavía una figura como Bachelet, «mesiánica» pero incongruente en las dimensiones que planteas. Ella intentó conciliar cambios profundos y necesarios con un modelo de Estado, económico y un establishment incompatibles con ellos.
Evidentemente queda análisis por hacer, pero es harina de otro costal.
Saludos

01 de marzo

Señor yo discrepo con usted. Recordemos como la Bachelete política y presidenciable nació bajo el alero del gobierno de Ricardo Lagos. Recordemos que la elección de Lagos fue casi por secretaria después del virtual empate con Lavín. Lavín llegó arriba hábilmente por una imagen sonriente, absolutamente anti odioso con un discurso que lo despegaba de los dogma izquerda-derecha, se supone venía un nuevo Chile. Después de eso en el gobierno de Lagos se incubó una imagen que emulara la idea para ganar en la nueva tendencia (ojo derechistas asi porque asi es como se hace): Apareció alguien con una enorme sonrisa y discurso conciliador, una mujer sobre un tanque hija de un oficial disidente y asesinado, era la promesa de un nuevo Chile, obviamente enganchó toda la gente que había absorbido Lavin. La verdad nose que la puede hacer comparable a la Gladys.

Bachelette ya no es al misma, no tiene ni la sonrisa ni el discurso ni un actuar conciliador. No promete un nuevo Chile, por todos lados se lee y se vé como Chile se devuelve a la odiosa y miserable década de los años 60.

Bachellete ahora sí se acerca mas a la imagen de la Gladys y con ello al porcentaje de seguimiento que tenia la Gladys.

Saludos

Servallas

02 de marzo

Colocar a Marin a la altura de Bachelet es un exceso, bien o mal, la presidenta es una demócrata.

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