Muchas veces hemos escuchado que en la filosofía oriental, crisis y oportunidad serían enunciados sinónimos. Hay otros que con más razón han controvertido esta afirmación evidenciando que solo se trata de un mito lingüístico, dado que no habría correspondencia semántica ni gramática entre una palabra y la otra.
Sin embargo, más allá de la controversia, hay notables ejemplos -sobre todo en el managment– donde ciertos líderes o visionarios emprendedores han sido capaces de identificar y explotar los aspectos positivos que pueden ofrecer los peores momentos que han debido enfrentar. Ejemplo de ello en política puede citarse a Winston Churchil y Abraham Lincoln; o en los negocios, a Steve Jobs y Reed Hastings, solo por mencionar algunos.Una constante de todas las crisis es que sacan a los actores de sus posiciones confortables y los empujan a actuar, a tomar decisiones y asumir así posiciones de mayor riesgo, pero también en mayor libertad.
Ante la crisis, existen diversos tipos de actitudes que pueden ser asumidas por las personas que son sujetos de ella; la desesperación, la frustración, la evasión, la confusión, o la resignación. Pero hay otros que ven en las crisis un desafío a su capacidad, un cambio de escenario que les viene bien para enfrentar el futuro. Como los salmones, a quienes les viene bien nadar contra la corriente, cuando regresan a su lugar de origen.
Una constante de todas las crisis es que sacan a los actores de sus posiciones confortables y los empujan a actuar, a tomar decisiones y asumir así posiciones de mayor riesgo, pero también en mayor libertad. Por lo general, también las crisis generan un efecto de tolerancia mayor, dado que ciertas situaciones -que en tiempos normales serían reprobadas- son tratadas con mayor benevolencia por la opinión pública. Bajan, por tanto, los riesgos asociados a las conductas asumidas por los líderes.
En el caso del gobierno y de la Presidenta, qué duda cabe, se encuentran ambos en un momento de crisis. El gobierno, porque a partir de su propia impericia o exceso de entusiasmo proyectó escenarios económicos más auspiciosos para financiar las medidas que propuso a la ciudadanía; y la Presidenta porque ha perdido gran parte de la credibilidad que la ciudadanía tenía en ella, ciertamente su mayor atributo.
Sin embargo, el momento es también propicio para asumir nuevas soluciones más creativas, tomando mayores riesgos. Existen menos cosas que perder al 11 de marzo de 2014 y la premisa de dejar medianamente contentos a la mayor cantidad de gente posible, debiera ceder a una premisa que pretenda hacer un par de grandes obras visibles y emblemáticas que se transformen en hitos de su gobierno. La desaprobación ofrece oportunidades. La baja de expectativas, producida por la pérdida de confianza de la ciudadanía, permite una mayor libertad para actuar sin condicionantes.
En el fútbol, fue lo que hizo Chile al modificar su estilo de juego a partir de la entrada del “método Bielsa”. Por lo general, no éramos tan buenos como nuestros vecinos y generalmente perdíamos los partidos, atribuyendo casi siempre el fracaso a la mala suerte. Pero Bielsa vio algo más (que Sampaoli posteriormente replicó); éramos pequeños, no teníamos una gran responsabilidad de ganar cada encuentro, y podíamos ir hasta el límite y tomar riesgos. Ese cambio de actitud, nacido a partir de la comprensión y aprovechamiento de las propias limitaciones, terminó por imponerse ante los demás equipos y nos permitió abrazar nuestro primer título continental.
Las encuestas han mostrado una baja sostenida en la aprobación del gobierno, pero dicho descenso es cada vez más lento, y seguramente nunca tenderá a cero porque hay un núcleo duro que siempre apoyará a su sector político y constituye una reserva infranqueable de apoyo seguro. Hasta el momento, el gobierno se ha visto resignado e inactivo, renunciando a buscar oportunidades en medio del zafarrancho, reaccionando ante la crisis de la manera menos esperada para un buen liderazgo, con desesperación, sin aplomo ni seguridad.
Llegó el momento de salir a buscar los riesgos, de ir al límite, de proponer soluciones creativas, de hacer las cosas aunque sean resistidas por un grupo, de renunciar al 80% de aprobación hacia el final del mandato (que es una esperanza que ingenuamente muchos parecen albergar todavía) y de preferir hacer bien unas pocas cosas, en lugar de hacer muchas y mal. La política debe reaccionar con una nueva propuesta, que no pretenda dejar contentos a todos, que se desprenda un poco de las voces de la calle e imponga su impronta y su propuesta al país. Pues como bien señalara Bertolt Brecht “la crisis se produce cuando lo viejo no acaba de morir y cuando lo nuevo no acaba de nacer”.
Lo nuevo es esa respuesta creativa y riesgosa (desde el punto de vista del riesgo de aprobación, no del riesgo país), pero necesaria de asumir. Al final del día, como dijera Felipe González en una entrevista con Andrés Oppenheimer, “las llamadas políticas impopulares suelen ser las más populares que uno adopta”.
Comentarios
29 de julio
Muy de acuerdo, hay que dejar de hacer política con calculadora en mano, ciertamente los objetivos deberían fijarse pensando en las personas mas vulnerables y excluidas que necesitan a la política para que- a grandes rasgos-cambie las condiciones en las que viven.
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