En Chile nos urge erigir escepticismo respecto de nuestras instituciones republicanas. Ante el pensamiento desiderativo de presumirlas honorables, intrínsecamente valiosas y conducentes al bien común, hemos de reconocer tales cualidades como meras hipótesis, hoy en pleno y fundado entredicho, y reconsiderarlas como tesis a ser demostradas, basándonos en evidencia. La honorabilidad es una virtud extraordinaria que debe fundarse en extraordinarias evidencias que permitan reconocerla en quienes la exhiban, en base a la activa transparencia, rendición de cuentas, sinergia interinstitucional, regulación cruzada y responsabilidad política.
Resulta doloroso, desconcertante y amedrentador el presenciar el desprestigio institucional generalizado, bien merecido, despertando con desazón a la realidad de la corrupción subyacente generalizada en la que se fundamenta la caída. Tanto los órganos pensados para regir nuestra convivencia como los encargados de garantizar su efectuación, presentan múltiples fracturas y principios de gangrena. Tiemblan los cimientos de nuestra república y, con ello, la perspectiva de un futuro nacional en el que prime la sana y constructiva convivencia. Sobran casos cercanos fallidos y terminales.Necesitamos orden para que florezca la patria, hemos de considerar la dignidad de todos en la patria al momento de definir el orden que la haga florecer
Porque necesitamos orden para que florezca la patria, hemos de considerar la dignidad de todos en la patria al momento de definir el orden que la haga florecer.
Comentarios
05 de enero
Creo que nadie podría estar en desacuerdo con este enfoque, es muy cierto, asumimos algunas virtudes corporativas por reglamento, pero la realidad que evidenciamos nos muestra lo contrario, quizás transparentar más y más podría ayudar, aunque eso requiere como contraparte ciudadanos informados, cultos y no acólitos religiosos sumisos a algunas ideologías.
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