Las declaraciones por parte de las dirigencias de la Concertación, donde afirman haber resuelto una apertura a más participación, denotan el arraigado elitismo en las organizaciones supuestamente promotoras de la igualdad.
No hay nada más elitista que decir: hemos resuelto abrir más espacios de participación. En esa frase, el debate y las decisiones siguen siendo un espacio exclusivo, controlado por unos pocos caudillos, que abren o cierran a su antojo la entrada al campo político, según sus necesidades contextuales. La ley de hierro de la oligarquía, que en cualquier organización, se hace manifiesta siempre.
Lo irónico es que este elitismo se produce en partidos que supuestamente proclaman más igualdad, democracia, participación y pluralismo.
Aunque la mayoría de sus líderes y sus más férreos seguidores nieguen tal elitismo (siempre creciente en el tiempo), en la práctica conllevan un supuesto elitista del que no pueden escapar jamás, que se basa en creer que la mayoría de los ciudadanos es incapaz de “conocer sus intereses reales”.
Así, aunque la mayoría de los líderes plantea confiar en las personas apelando a entelequias colectivas, siempre consideran que sólo ellos -y sus camarillas- conocen las verdaderas necesidades del resto, y por tanto son los únicos aptos para aportar al debate político y público. Sólo ellos pueden ser representantes. Elitismo puro.
Lo anterior, lo camuflan apelando a ser poseedores de mayor conciencia moral, revolucionaria, popular, altruismo, compromiso, vocación de servicio o sacrificio, y un largo etcétera.
Elitismo igualitarista
Pero en todo esto, hay un problema mayor. Ese elitismo es reproducido sistemáticamente por las propias bases ciudadanas, lo que se traduce en una especie de feligresía generalizada y profundamente dogmática hacia ciertos líderes.
Mientras algunos proclaman su oposición al clasismo, la discriminación y el elitismo, no escatiman en defender a destajo –casi de forma autoritaria- el elitismo institucionalizado y casi monárquico para sus caudillos y sus camarillas, generalmente familiares. Es más, muchos sin siquiera tener alguna cuota de poder, se creen con la facultad de discernir qué ideas son o no aportes al debate.
Mientras proclaman una actitud crítica ante el poder y un pensamiento pluralista, descartan de manera dogmática cualquier crítica a sus caudillos y sus paradigmas, sobre todo si estos están en el poder.
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Comentarios
25 de enero
Leyendo su columna surgen dos interrogantes, la primera de ellas es en base al siguiente argumento, a lo largo de la historia política de nuestro país, hemos estado en presencia de élites dominantes primero de la economía y las relaciones con la tierra (Latifundistas, Terratenientes) o las relaciones con el mercado, haciéndose llamar a sis mismo como libremercadistas, por ende, no crees ¿Qué estamos en presencia de las mismas élite que dominan Chile desde su formación como Estado-Nación?.
Al mismo tiempo, ¿Cuáles son las reales posibilidades de que esta élite se popularice e integre en su discurso las luchas y reivindicaciones sociales que nacen desde la base ciudadana?.
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26 de enero
Estimado Sebastián, en cuanto a tu primera pregunta, las primeras élites dominantes a las que refieres, no eran libremercadistas sino más bien mercantilistas -cosas muy distintas.
Ese mercantilismo se ve reflejado en la estrecha relación entre propiedad de la tierra y participación política (control del Estado) que marcó gran parte de los primeros cien años de nuestra historia «republicana». Sólo «los notables» dueños de la tierra ejercían funciones políticas.
Claramente, las élites desde la formación de Chile mantienen gran parte de su estructura y su reproducción no se ha visto alterada. Basta analizar el árbol genealógico de la élite política en general.
En cuanto a tu segunda pregunta, es difícil -por no decir imposible- que una élite se popularice, aún cuando integre un discurso popular. Por otro lado, aunque la élite surja de una base ciudadana, la ley de hierro rápidamente los distancia de sus representados. Un ejemplo claro es lo ocurrido en la URSS, donde rápidamente los paladines del pueblo derivaron en sus nuevos amos.
En lo personal, creo que la fórmula es atomizar el poder, no fortalecer monopolios.
26 de enero
Tienes un muy buen punto. Una excelente forma de resaltar cómo no son las ideas (progresistas-liberales-marxistas ortodoxas, o mercantilistas) las que definen una identidad política, sino que son las formas de relacionarse con los demás.
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26 de enero
Excelente reflexión. Una pregunta que debemos hacernos quienes escuchamos esas proclamas de mayor participación es cómo y dónde se dará esa participación. ¿En los canales por ellos definidos o en los autorganizados por nosotros la ciudadanía? ¿Quién sistematizará y con que prisma lo que en esos canales se manifieste? Por ejemplo, sería interesante saber que ocurre con lo que se conversa en este sitio. Después de todo, es un espacio de la fundación de Lagos, un animal político que no da puntada sin hilo.
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