Este pasado domingo 19 de noviembre, Chile tuvo la oportunidad de al fin elegir a las autoridades del Congreso Nacional con una nueva metodología, rompiendo con la tradición de más de veintitrés años de sobre-representación de un grupo político, logrando mitigar de manera poco feliz una mayoría lograda en las urnas, a través del método binominal de elección.
En consecuencia, “ser testigos a ciegas” de estas elecciones se transformó en el caldo de cultivo perfecto para la efervescencia de los amantes de las encuestas y las empresas que se encuentran detrás de esto. Gracias a las esperadas “fotografías de la realidad”, es que se proyectaba que el candidato Piñera por Chile Vamos podría incluso ganar en primera vuelta. Los resultados mostraron que el expresidente solo logró cerca del 36 % de los votos, muy por debajo de la primera vuelta de 2009 y, claramente, muy lejos de ganar en primera vuelta.
Las encuestadoras se excusan señalando que fueron incapaces de lograr identificar y caracterizar al votante promedio. Excusas más, excusas menos, era dificilísimo lograr construir un votante promedio, porque hay mucho NS/NR en un universo estimado, en donde no hay garantías que todo ese cuerpo se movilice a votar, el “no sabe/no responde” aumenta la incógnita. Este podría identificarse como uno de los principales obstáculos que presenta el voto voluntario.
En consecuencia, frente a esta situación desmejorada y nueva, es bueno hacer el trabajo de identificar a quienes lograron victorias materiales (obtener un escaño) o victorias simbólicas o significativas; respecto de quienes presentaron derrotas, tanto materiales como significativas.
Comenzamos con estos últimos.
Para algunos autores nacionales, particularmente aquellos concertacionistas y varios más ligados a pensamientos de derechas, el sistema binominal ha sido el factor que ha posibilitado generar estabilidad política, al forzar a la conformación de dos coaliciones fuertes, con escasas diferencias, principalmente sobre el modelo de desarrollo económico. Sin embargo, el anhelo de lograr un sistema de elección al Congreso que fuera más representativo y pluralista fue mayor, lográndose en 2015 la aprobación del nuevo sistema de elección, basado en el método D’Hondt, que es de tipo proporcional corregido.
Esta nueva metodología, quienes fueron los primeros amenazados fueron los propios incumbentes. De hecho, en su tramitación se observaron intentos varios por lograr mitigar los probables efectos “nefastos” para sus intereses. En consecuencia, podemos identificar acá a los primeros afectados en estas pasadas elecciones generales de 2017, como pudo observarse en varios mensajes en RRSS donde prácticamente se “vociferaban” las derrotas de varios próceres de la “Democracia de los acuerdos”.
La salida de variados personajes que se mantenían por más de una década, e incluso más en algunos casos, en el Congreso Nacional, ha abierto la ventana a una renovación de rostros y una oportunidad para la revisión de los pilares que conforman el marco Teórico-normativo del sistema político chileno en cerca de 30 años de recuperada la Democracia.
La DC, Ciudadanos y Amplitud, los damnificados.
Hubo varios afectados negativamente por estas elecciones con nuevo método de otorgamiento de escaños. A los ya señalados incumbentes con más de 10 años en el Congreso, se identifican como los otros damnificados a los partidos políticos como la DC, Amplitud y Ciudadanos.
El caso particular de la DC es casi repetir el cliché de “Crónica de una muerte anunciada”. La DC viene en franco descenso hace al menos una década, desde cuando la exsenadora Alvear se encontraba en la presidencia del partido (2006-2010), donde se pasó de 20,76 % de los votos para diputados en 2005, pasando por los 14,21 % de las preferencias a diputado en 2009 y finalizando con los 10,28 % de este 2017. En caso de los senadores, el PDC pasó de tener el 30 % (19 escaños), en 2005; bajando a 8 escaños con el 14,21 % de las preferencias en la Cámara Alta, en 2009; y a 3 senadores de 55 (14,29 %) en 2017.
A lo anterior se suman que la candidata, y presidenta en suspenso del partido, Carolina Goic, obtuvo solo 387.664 votos, equivalente al 5,88 %, por detrás de Juan Antonio Kast, el diputado independiente, que representó el voto de extrema derecha, y que su caso se analiza más abajo.
La DC queda en una situación desmejorada, y el hecho que las figuras que logran acceder al Congreso Nacional representan al ala más de izquierda al interior del partido, dejando sin respaldo a figuras como Gutemberg Martínez, provocando; inclusive, la renuncia de su presidenta; la misma excandidata Goic.
Como se evidenció, con un 84,75 % de las mesas escrutadas, la tendencia era cruda y violenta, sepultando toda opción de lograr mantener algún control dentro una potencial nueva coalición de Gobierno con el comando de Alejandro Guillier, y sometiéndose a la voluntad del vencedor sin exigir condiciones para entregar su apoyo electoral.
La realidad golpea fuertemente a la DC. Tanto en la Cámara Baja como en el Senado ha recibo sendos golpes al perder escaños y figuras representativas de un pasado más alegre (como la derrota de Andrés Zaldívar, por ejemplo), pero no fue la única colectividad afectada. Como puede observarse en los gráficos (Dip. y Sen. Sin escaños), Ciudadanos; del exministro Andrés Velasco, y Amplitud de Lilly Pérez, sufrieron sendas derrotas, en las que incluso se especula que les será difícil lograr rearticularse para al menos apelar a la fusión con otro grupo político para evitar perder su reconocimiento legal como colectividad partidaria.
En el caso de los candidatos al Senado, Ciudadanos obtiene tan solo el 2,74 % de las preferencias, en tanto que en el caso de los candidatos a la Cámara Baja únicamente obtiene 0,51 %. La evidente derrota del conglomerado del exministro Velasco, pasaría principalmente por tener únicamente al economista como carta segura o reconocible para el electorado.
En Amplitud la suerte no fue mejor. No logró ningún escaño en el Senado ni en la Cámara de Diputados, identificando en la causa a la falta de candidaturas potentes más allá de Lily Pérez, quien queda fuera del Senado, luego de ochos años. Quedan estas agrupaciones al borde de la extinción del reconocimiento legal.
Los independientes
Los candidatos independientes son los otros que pierden en esta elección. Si con el sistema binominal para un candidato independiente era dificultoso desafiar a un incumbente, y que lo podía lograr romper con la lógica binominal se requería que el clivaje regional permitiese, como en el caso de Gabriel Boric en Magallanes el pasado 2013, o que se garantizara la omisión de unos de las grandes coaliciones se omitieran para favorecer alguna candidatura, como con Jackson el mismo año.
Para las elecciones de 2017, la labor para los independientes fuera de cualquier pacto o partido político, porque ahora el método D’Hondt, si bien busca traducir en el Congreso Nacional la diversidad en el universo del sistema de partidos y del sistema político, además de fortalecer y forzar que los candidatos logren acuerdos para lograr el respaldo de los partidos políticos y evitar el surgimiento de caciques o “free riders” que puedan debilitar la institucionalidad política y partidaria.
Al revisar los datos entregados por el SERVEL, puede apreciarse que a pesar de que la suma de todos los votos de candidaturas independientes al Senado es aún mayor que partidos políticos pequeños como el PRO, con un candidato potente como Marco Enríquez-Ominami, o como el caso de Amplitud, similar, con figura potente, pero incapaz de lograr un escaño.
En ese contexto, observamos que los candidatos independientes encontraron grandes dificultades para elegir a uno de los suyos. Observamos varios casos. Uno de los destacados es en el Frente Amplio, por el distrito 10, donde la sub-lista de Revolución Democrática logra tres escaños, debido al efecto de arrastre por parte del diputado Jackson a sus compañeros de tienda política, afectando la candidatura independiente de Alberto Mayol por el partido Igualdad, quien obteniendo casi el 6 % de los votos no logra el escaño, como se observa en la tabla de más abajo.
¿Cazador cazado por su propia demanda? Ese es el riesgo que ahora corren los candidatos independientes. Saltó el fusible, que mantiene a raya el surgimiento de nuevos “cacicazgos” o liderazgos carismáticos del tipo populista, por mencionar un objetivo de implantar un nuevo método para el cálculo electoral.
Artés vs Navarro y el PC.
Los dos últimos nombres en la papeleta representan organizaciones de izquierda de corte socialista bolivariano; uno, y marxista ortodoxo; el otro. Si bien ya en la papeleta nos debió dar un indicio de cómo culminaría ese día, la diferencia es significativa dentro de lo que podríamos denominar izquierda de marxismo clásico, como lo son Artés, Navarro y el PC.
La competencia en la carrera presidencial evidenció que ambos exponentes de un sector obrero- industrial, inspirados en la reivindicación del legado del Presidente Allende y la Unidad Popular, no logran convocar adherentes que apoyen la agenda de uno u otro candidato. En conjunto, lograron movilizar el 0,87 % del total de votos válidamente emitidos, como observamos en el gráfico.
Sin embargo, dentro de estas dos expresiones de izquierda puede observarse que dentro de una línea o discurso versado en el legado de la UP y el expresidente Salvador Allende y el otro sobre la unidad Bolivariana de Latinoamérica, presentan una diferencia de 0,15 % a favor de Artés. ¿Qué es lo curioso? Es que dentro de un universo de 57.770 (que corresponde al 0,87 % del padrón electoral), en donde el grupo liderado por el candidato de Unión Patriótica obtiene unos 9.960 votos más que Navarro, confirmándose que el exlíder del MAS no puede permear desde su cacicazgo en la región del Bío-Bío al resto del país, y que el cuerpo conformado por la gente de Unión Patriótica tienen más masa política a nivel nacional en respaldo que el senador por el Bío-Bío costa.
En el caso del desempeño para los escaños del Congreso Nacional, las cifras obtenidas por los partidos y grupos políticos que apoyaron a los últimos candidatos en la lista, no es mejor, como puede observarse en el gráfico de más abajo, agregando al PC.
En el senado, el PC no logró posicionar a su candidato, el diputado Lautaro Carmona siendo, quizás, un golpe anímico para la gente del partido en Atacama. A nivel nacional queda muy por debajo del total obtenido por los independientes, pero logra superar a PAIS (Navarro) y Unión Patriótica (Artés).
Estas elecciones generales de 2017 han presentado un gran desafío tanto para los partidos, movimientos políticos y para los candidatos, como también para especialistas y expertos analistas políticos.
En el camino al Congreso Nacional, la historia no mejora para los grupos de Artés y Navarro. No obstante, el PC logra una mejor “performance” que el PAIS y Unión Patriótica.
El PC conquista solo al 4,58 % del electorado, menor a los resultados obtenidos en 2013 (9,6 % del universo de votos), siendo una de las agrupaciones político partidista de la Nueva Mayoría que menos escaños logró (8 asientos junto con el PPD y el PRSD) como se observa en el gráfico de más abajo, pero que aumentó de seis en las elecciones de 2013 a ocho diputados en 2017.
La participación electoral y ciudadanía
La participación ciudadana es otra de las damnificadas. Si bien, este resultado es considerablemente mejor que la “performance” mostrada en 2016 con un escuálido 36 % de participación electoral (la peor desde 1989), lograr casi el 43 % de participación sobre votos válidamente emitidos con 6.217.083 sufragios no parece nada de mal, incluso un triunfo. No obstante, luego de las elecciones generales de 2013, la participación se mantuvo en 6.220.222 con universo electoral similar, (se concuerda debido al problema del censo de 2012, por lo que se estimó la población en 13.573.000) lo que corresponde a un 46 % de la población habilitada para sufragar hace cuatro años atrás.
Lo anterior implica que, si bien el descenso en el porcentaje de sufragios emitidos es marginal; que aparentemente para los electores chilenos las elecciones presidenciales y para el Congreso Nacional, menos de la mitad consideran darse el tiempo para participar. Eso es lo preocupante.
Desde 1989, la curva de la participación electoral ha presentado una tendencia a la baja, pasando de un 84,2 % de participación al paupérrimo 33,4 % de 2016, lo que implica que pocos ciudadanos deciden por el resto, preparando el caldo de cultivo para las crisis de representatividad y/o de confianza en el sistema político. Estas crisis pueden culminar en múltiples escenarios, desde una pugna por el poder de grupúsculos (movimientos o partidos políticos de la minoría) que anteriormente no tuvieron oportunidad de hacerlo.
Generalmente, estos grupúsculos presentan proyectos y agendas opuestas, y desde donde emerge algún tipo de liderazgo (del tipo cacique) que busque posicionar un discurso que aglutine suficiente poder para lograr hacerse de la Presidencia de la República, el control del Congreso Nacional o de una de ambas cámaras, lo que polariza el discurso, dificulta la gobernabilidad, principalmente en modelos rígidos hiper-presidencialista, que no presenta válvulas de control como el regímenes parlamentarios, como llamar a elecciones anticipadas o los votos de censura al ejecutivo por parte del Parlamento, provocándose una circunstancia en la que el ganador de la Presidencia de la República carezca de control del Congreso, operando una relación de obstrucción de las instituciones y caer en la parálisis.
Estas elecciones presentan nuevas lecciones o sorpresas. Dentro de quienes pueden considerarse ganadores, junto con el expresidente Sebastián Piñera, quien gana la elección y pasa a segunda vuelta como primera mayoría, con un 36,64 % de los votos, pero lejos de los 44,4 % de intención de votos (votante probable) que le entregó la encuesta CEP en septiembre de 2017, están Alejandro Guillier, Beatriz Sánchez y Juan Antonio Kast, además de la coalición Chile Vamos, que logra obtener mayoría simple en la Cámara de Diputados. Es una victoria, pero dependiendo de si logran ganar en segunda vuelta, se sabrá si fue “pírrica” o solo la pausa para lograr ampliar acuerdos.
La Derecha del espectro. Piñera vs Kast.
Cabe resaltar la votación obtenida por el diputado José Antonio Kast. El exmilitante de la UDI logró un 7,93 % de las preferencias, con un discurso ideológicamente cercana a partidarios recalcitrantes del dictador Pinochet, con cierta tendencia al fundamentalismo religioso, y una agenda económica pro empresariado, sorprendió hasta a los más pesimistas. Esta votación es una noticia positiva para Kast, pues es una especie de crédito político que le convierte en cacique de un sector que ya no encuentra fácilmente un liderazgo en los partidos tradicionales de la derecha post-dictadura.
Las cartas de la derecha logran en conjunto una votación total de 2.939.000 votos, que equivalen al 44,57 % del total de sufragios válidamente emitidos. En consecuencia, el desafío de Piñera es ir tras la caza de los votos disconformes o “díscolos” de la DC, sin que con ello pierda el apoyo del nuevo “cacique” Kast y su círculo de votantes. Lo anterior se comprende a luz al realizar el ensayo hipotético de sumar todas preferencias de la izquierda y derecha.
Se puede observar que el total de votos de los candidatos de centroizquierda (Goic, Sánchez, Guillier, Marco Enríquez-Ominami, Eduardo Artés y Alejandro Navarro) supera en un poco más del 10 % (716.022 votos) al total logrado por Piñera y Kast. Por lo tanto, este dato indica que el candidato Sebastián Piñera y su sector, además de luchar contra el abstencionismo, deberá fregar por impedir que votos de la DC vayan en su totalidad a Guillier, pues saben que ya no cuentan con una elección ganada en segunda vuelta, como pensaban hace tres semanas atrás, sino que deberán dar dura pelea voto a voto para lograr un segundo período en La Moneda.
Guillier y Sánchez. El ganador de último minuto y el triunfo simbólico
En el caso de Alejandro Guillier, el candidato por “La fuerza de la mayoría”, no logró darle caza al candidato de Chile Vamos, quedó segundo en la lista de los candidatos habilitados para disputar el sillón presidencial, logrando el 22, 70 % de las preferencias, a 919.494 votos de diferencia.
Guillier y su gente se vieron sorprendidos pues la candidata del Frente Amplio, Beatriz Sánchez, casi logra desplazar al expresidente del colegio de periodistas de Chile y actual Senador de la República por la circunscripción de Antofagasta. Fue un triunfo ajustado frente a la candidata Beatriz Sánchez, del Frente Amplio, quien logró el 20,27 % de los votos válidamente emitidos. La diferencia fue de 159.938 votos válidos.
En consecuencia, Guillier y su gente se encuentran con un “triunfo” de último minuto será la carta de la centroizquierda a la Presidencia. Sin duda alguna, aumentó su chance de lograr la primera magistratura de la República, echando por tierra a encuestas como la del CEP, que únicamente le auguraban menos del 20 % de las preferencias. Sin embargo, las probabilidades de que el Senador por Antofagasta logre “trasvasijar” a su cuenta el apoyo del resto de los candidatos de la centroizquierda es aún hoy, a una semana de las elecciones y a tres de la segunda vuelta, todavía una incógnita. La labor será ardua, al igual que para su contendor.
Las colectividades al interior del Frente Amplio ya han comenzado el debate sobre qué hacer para el balotaje, si apoyar o no con sus votos al candidato de la Nueva Mayoría. Algunas colectividades ya han anunciado que no entregarán su apoyo a Guillier frente a Piñera, mientras que, para otros, el que el empresario y expresidente logre nuevamente entrar en La Moneda es visto como un retroceso en consolidación las conquistas sociales reivindicadas por los estudiantes durante la gestión del magnate entre 2011 y 2014. La tarea de unir a la centroizquierda en torno a la figura del periodista y candidato de la Nueva Mayoría será titánica.
Chile Vamos. Mayoría simple en el Senado y en la Cámara de Diputados.
De las dos grandes coaliciones existentes hoy en el sistema político chileno, la oficialista Nueva Mayoría y la oposición de derecha, Chile Vamos, se reparten el grueso de los escaños en ambas cámaras del Congreso Nacional, pero es esta última coalición la que logra imponerse en el legislativo, al controlar el 42 % del Senado de la República versus el 40 % obtenido por el oficialismo. Como puede observarse en el gráfico, el Frente Amplio logra un escaño, lo que permite consolidar el trabajo de campaña y transformarse en actor relevante con posibilidad de imponer su discurso en la agenda pública, o para lograr bajar o impulsar algún proyecto de ley que requiera de algún quórum especial, como ocurrió con el senador Bianchi en la segunda administración de la Presidenta Bachelet.
Mientras que, en la Cámara de Diputados, la coalición de derecha logra también una mayoría simple, más amplia que en la Cámara Alta eso sí, con el 46,46 % de los escaños. En el caso de la Nueva Mayoría, esta se encuentra disgregada en dos pactos electorales (La fuerza de la mayoría y Convergencia Democrática), que obtuvieron 36,83 % de las preferencias totales. Por último, el Frente Amplio logra captar el 12,92 % de los escaños en la Cámara baja, más el senador de RD, le permite convertirse en un jugador relevante, con poder de veto y chantaje al interior del Congreso.
A modo de conclusión
Estas elecciones generales de 2017 han presentado un gran desafío tanto para los partidos, movimientos políticos y para los candidatos, como también para especialistas y expertos analistas políticos.
Para los primeros, los partidos, movimientos y candidatos, el limitar el gasto electoral, regular fuertemente la publicidad y transparentar el financiamiento de las campañas, fueron problemas no menores al momento de planificar la logística y desarrollar las “cartas Gantts”, particularmente para aquellos candidatos independientes, en especial aquellos sin redes o contactos amplios o de ingresos altos.
Para los segundos, en el afán de poder predecir o adelantarse al comportamiento electoral a través de encuestas, sin posibilidad de comparación alguna, se construyeron herramientas de medición y predicción que, en el grueso de los casos, no acertaron, excusándose principalmente en la imposibilidad de construir adecuadamente el abstracto concepto de “votante probable o eventual”. En esta ocasión, ni siquiera la reputada encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP), pudo dar con cifras más o menos cercanas con los resultados.
La DC es el partido más golpeado en estas elecciones, perdiendo representatividad en ambas cámaras del Congreso Nacional, y sin presentar un peso específico potente con su candidata presidencial, el partido de la falange se encuentra en una crisis aguda en su interior, donde la pugna entre el ala conservadora y el ala progresista persiste, como ya ha ocurrido antes en su interior, pero esta vez dejando al partido con bajo poder de negociación, dilapidando el capital político en una aventura en busca de reverdecer laureles.
Para el candidato de Chile Vamos, el expresidente Piñera, y las agrupaciones que le apoyan, los resultados no fueron lo que venían pronosticando y, si bien, no son malos, tampoco los debe dejar satisfechos. Se quedaron con las manos vacías si esperaban conquistar el sillón presidencial en primera vuelta, y ahora la posibilidad de quedar fuera de La Moneda, es inversamente proporcional a la capacidad que muestre Guillier de seducir a los votantes de Beatriz Sánchez.
Chile Vamos puede sacar cuentas alegres, en tanto que esta alianza política logra controlar con mayoría simple al Congreso Nacional. Si bien, esto no implica que puedan pasar determinadas leyes de cierto quórum, en el evento que logren llegar al Gobierno, podrán controlar la agenda de forma un tanto más “cómoda”, lo que no es menor en un Congreso de composición más diversa, donde la capacidad de diálogo, debate y negociación serán claves para el devenir del nuevo Gobierno.
Por último, la participación ciudadana es paupérrima. Un 43 % de participación electoral es una mala noticia. No solo en lo que significa una ausencia del 57 % del padrón en la decisión más importante de la vida política-republicana, sino porque en la prácticamente única expresión ciudadana y soberana, más de la mitad de la población prefiere excluirse. Sin duda, la desafección política, agravada por la crisis de confianza en las autoridades, no es algo positivo que destacar y que nos deja tareas a todos, si lo que se busca es mantener al sistema democrático en la senda del desarrollo y la evolución, y no en el camino del retroceso del ostracismo social y político que se ha ido imponiendo en el último tiempo, volcando la desconfianza en la política y no en las personas responsables de actos reñidos con la ley (corrupción, tráfico de influencia, financiamiento ilegal, etc).
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