Viendo un video en youtube que muestra una multitud celebrando el triunfo de Piñera, me he quedado impresionado.
La frase: “Comunistas maricones, les mataron los parientes por huevones” suena coreada por muchas, demasiadas personas. Me detengo en dos niños que la gritan con más ánimo y rabia que el resto. “Volveremos otra vez, como en el 73” gritan entre muchos otros coreos de barra brava.
Esta reflexión la hago desde mi generación, desde mi historia, que se escribió a partir de la historia de mis papás. No me siento responsable de lo que ocurrió, pero a partir de ello, lo soy por lo que ocurre y ocurrirá. Mis hijos ya escriben su propia historia, y les quiero enseñar algunas palabras para que escriban con ganas.
El odio se define como un sentimiento negativo hacia algo o alguien, al límite de desear o propiciar su destrucción. Se basa, entre otros factores, en el miedo.
Me pregunto que miedo pueden tener personas que probablemente, como los dos jóvenes del video, nacieron después del 73. Me da pena saber que los padres de esos niños hayan decidido, por sobre otras enseñanzas, la del odio.
Esos niños necesitan ayuda urgente. Esos niños profesan el odio. Esos niños celebran alegres con odio. Esos niños serán padres y tenemos que evitar que repitan la tradición. Esos niños, muy probablemente son católicos, lo que en Chile es normal. Quisiera que el cura que los bautizó, los confirmó, los casará y bautizará a sus hijos hiciera su propio mea culpa. Esos niños no crecieron en el desamparo social ni económico. Esos niños crecieron en un desamparo peor, en el familiar, en el del cariño. Esos niños odian porque les enseñamos a odiar.
La nobleza de las causas no es proporcional a la publicidad que de ellas se hace, sino al resultado que ellas producen. Salvar a estos niños del odio es una buena causa. Esa causa es tarea de todos. Esa causa la hemos abandonado, voluntariamente algunos, obligadamente unos pocos, y por desesperanza la mayoría. La historia de nuestro país no se acabó, sigue y la tenemos que escribir nosotros, los de ayer, los de hoy y los de mañana, entre los que estarán los hijos de esos niños.
Me apena comprobar que después de todo lo vivido, muchas personas ya aceptaron que la muerte y tortura de miles de personas en Chile no fue tan grave. Que era más grave que a alguien le tomaran una fábrica o le intentaran arrebatar una propiedad. Era más grave hacer colas para adquirir productos acaparados. Y ahí fallamos todos. El barco zarpó desde ese puerto y la historia que quedó en la orilla se perdió en el horizonte que ya nadie puede reconocer desde la popa de este barco sin estela. El odio viene del miedo.
Entonces tendremos que prender luces e iluminar este barco. Estos dos niños tienen que abordar con nosotros. Estos niños tendrán que conocernos para ser conocidos. A estos niños los tendremos que recibir como iguales y con confianza. Ellos podrán aprender porque les enseñaremos. Estos niños tendrán pues, algún día, de adultos, el legitimo derecho de tomar el timón por un tiempo. De eso se trata la democracia, de eso se trata que un grupo humano se prepare, en comunión para que cualquiera de los suyos tome el timón.
Fuimos capaces de erradicar la violencia y todos ayudamos en eso, de alguna manera. El odio, sin embargo, interfiere las brújulas, mancha el papel y descolora las tintas. El odio desafina la música y hace ilegible los libros. El odio tergiversa los discursos y oscurece el alma. Podemos y debemos hacer algo para evitarlo. ¡Salvemos a esos niños!
Comentarios
19 de marzo
Creo que en Chile el problema de la educacion no son las materias que se enseñan ni cuanto es el conocimiento adquirido . Es un tema de aprendizaje de valores, lo cual solamente se efectua cambiando el modelo de comunicacion que tenemos, pues este cambio es un cambio de tipo cultural. Tenemos en este pais, chilenos capaces de entregar cultura y emocion a nuestros compatriotas, enseñar lo que es la soldiaridad y amor por nuestros semejantes, esto no es una funcion de la iglesia, que por lo demas al parecer lo olvido, sino de todos de quienes vivimos cerca y somos capaces de aceptar ser tolerantes y creer que este mundo lo arreglaremos entre todos. .
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