El año 2019 se constata una creciente politización de amplios sectores sociales que se tradujo en la intensificación de las protestas sociales y comienza una coyuntura histórica inédita que pone de relieve y cuestiona el modelo económico y político vigente en el país y se incrementa el nivel de insatisfacción con el funcionamiento de la democracia en Chile.
Durante décadas en Chile conviven dos naciones, ya que se ha venido produciendo una separación entre una minoría exitosa y la gran mayoría de la población marginadas del crecimiento económico. Esta secesión está referida a esa minoría privilegiada del 10% de la clase más adinerada del país que concentra más riqueza que el 90% restante, que conlleva su separación del resto de la ciudadanía y los porcentajes tienden a agravarse año a año. Chile es un caso de neoliberalismo agotado donde sus ventajas comparativas son los bajos salarios, la permisiva regulación medio ambiental que ha permitido una destrucción del medio ambiente y el despojo de las comunidades locales, las exenciones tributarias -exenciones que según el SII alcanzaron los 9 mil 333 millones de dólares el año 2020- los resquicios legales para eludir pagar impuestos que promedia los 21 mil millones de dólares anuales y la concentración excesiva de la riqueza son la base basal de la desigualdades que permean a la sociedad chilena: “Sinecuras” que el estallido social de octubre 2019 desnudó, como la desigualdad extrema de ingresos y poder que lo caracterizan, poniendo en mayor evidencia que crecimiento sin equidad e inclusión está lejos de ser un desarrollo humano.
La crisis actual provocada por la pandemia ha aumentado aún más esa tendencia, ahondando todavía más la enorme brecha entre los ricos y el resto. La pandemia actuó un poco como una pantalla gigante: muchas de las desigualdades y tensiones que ya estaban presentes en la sociedad se hicieron más visibles, muchos de los problemas se agrandaron, como si se hubieran “puesto bajo un microscopio” y se han vueltos más urgentes.El ranking de Forbes (The Real-Time Billionaires List-Forbes) que incluye a las mayores riquezas a nivel mundial, informa que la fortuna neta de Iris Fontbona −viuda de Andrónico Luksic Abaroa− vio aumentado su patrimonio en más de un 100 %: desde US$ 10.800 millones en marzo del año pasado pasó a US$ 22.300 millones al 16 febrero último. El caso de julio Ponce Lerou, controlador de SQM, es aún más violento. Su fortuna creció en un 177 % el último año, pasando de US$ 1.700 millones a US$ 4.700 millones.La vulnerabilidad social de millones de chilenos y chilenas no es un devenir existencial propio, es consecuencia de la aplicación exacta de las políticas ultraliberales y neoconservadoras que erradican la igualdad de oportunidades a quien parte en una posición desfavorable
Sebastián Piñera, Presidente de la República, aumentó su riqueza neta desde US$ 2.600 millones a US$ 2.900 millones.
El grupo Angelini, su fortuna conjunta aumentó desde US$ 2.300 millones a US$ 3.400 millones y Álvaro Saieh, su patrimonio aumentó desde US$ 1.300 millones a US$ 1.600 millones. “Aquellos que tuvieron la suerte de estar en el lugar correcto en el momento correcto, con las habilidades adecuadas o las ideas correctas, se hicieron ricos, a veces fabulosamente. Por el contrario, para el resto, los puestos de trabajo se perdieron y no se reemplazaron con otros”.
(Esther Duflo, Premio Nobel de Economía, 2019).
En EE.UU., según una encuesta realizada por Pew Research Center, desde el indicio de la pandemia del Covid-19, la fortuna de los 660 billonarios de ese país, se ha incrementado en un 40%.
A principios de febrero de este año (2021), la OCDE emitió un nuevo informe sobre Chile donde destaca que la clase media es sumamente vulnerable y que una elite concentra más de la mitad de la riqueza. El informe advierte que más del 50% de los hogares en Chile son económicamente vulnerables y existe un temor a volver a caer en la pobreza. El 53% de los hogares no tiene un “colchón financiero” para protegerse ante la crisis, por tanto, recomienda una revisión del sistema tributario, ampliar la base de impuesto a la renta y eliminar exenciones tributarias, puesto que el sistema tributario hasta ahora no ayuda a distribuir y tiene un bajo impacto en mejorar la desigualdad.
Cuando la propiedad privada se ha acumulado en manos de unos pocos y se ha permitido que ejerza una influencia indebida en el sistema político y determina la evolución de la economía e incluso el clima, ergo, la destrucción ambiental con sus “Zonas de Sacrificio«, con niveles extremos de desigualdad económica, política, social y territorial que ya han configurado a los países del siglo XXI.
Dicha minoría privilegiada ha conseguido independizarse del resto del pueblo al que antes pertenecía mediante la creación de una auténtica «sociedad paralela», nutrida del espectacular crecimiento de la desigualdad económica que los ciudadanos padecen desde la irrupción neoliberal. Hoy fuera de «la comunidad» existe una minoría que ha concentrado capital y riquezas y que existe de espaldas a su entorno: vive en urbanizaciones privadas, con seguridad privada, con sanidad y educación privadas, y con fondos que le garantizan también una seguridad social privada para ellos solos. Por tanto, no les preocupa el deterioro de la educación y el sistema público de salud, de las pensiones o la calidad de vida en los barrios periféricos. No viven en ellos, no participan de las prestaciones sociales del Estado ni utilizan sus recursos, ya que existen como una nación aparte.
Tampoco viven en campamentos, los cuales han aumentado en forma significativa en los últimos años. Solo en 2019 aumentaron en 22%, para completar un total superior a 800 campamentos que albergan a cerca de 50.000 familias (cifras del Minvu). Esas familias obtienen sus ingresos de ocupaciones informales, donde las cotizaciones previsionales es una quimera y la posibilidad de ahorro no alcanza para satisfacer sus necesidades básicas.
Y es este neoliberalismo, con su impulso de la diferencia y la desigualdad, el que ha permitido que toda una minoría se separe de aquella comunidad, del país al que en teoría deberían pertenecer. Y un país separado de tal forma no podría tener futuro como comunidad política cohesionada, pues las mayores desigualdades y una híper concentración de la riqueza en manos de unos pocos, es incompatible con la propia idea de democracia. El último registro arroja que el 1% más rico de Chile concentró el 27,8% de los ingresos del país en 2019, lo que lo ubica en el podio a nivel mundial de los países más desiguales.
Esta situación objetiva ha elevado los niveles de descontento de la ciudadanía con el actual sistema institucionalizado y ha actuado como desencadenantes del estallido social, ya que se ha generalizado en la población la deseabilidad de la igualdad social como un ideal de una sociedad democrática y moderna. Al mismo tiempo, al estar el poder político cada vez más concentrado en manos de quienes tienen el poder económico, inevitablemente, socava la democracia (Daron Acemoğlu, «El pasillo estrecho”).
La vulnerabilidad social de millones de chilenos y chilenas no es un devenir existencial propio, es consecuencia de la aplicación exacta de las políticas ultraliberales y neoconservadoras que erradican la igualdad de oportunidades a quien parte en una posición desfavorable. Las comparaciones económicas y sociales entre el sector más rico (1%) frente al resto de la población muestran una radiografía de la desigualdad que la derecha busca ahondar más, al oponerse a las reformas que son necesarias para acortar esas brechas. La retórica que han utilizado para crear más desajustes económicos y sociales es que han conseguido implantar en una parte de la sociedad que la desigualdad y el individualismo es esencial y una condición innata para el crecimiento económico. Por esto, hacen exhibicionismo constante de la desigualdad sin pudor, aderezado con perversiones lingüísticas sobre la libertad, obviando que nadie es libre cuando no tiene igualdad de condiciones y oportunidades.
La palabra libertad y democracia son vocablos que tienen para la derecha un significado totalmente inverso a la definición y aceptación universal, por lo tanto bastante despótica en lo que atañe a su implementación.
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