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El manifiesto anfibio: la reivindicación de nuestra izquierda

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2011. En el reino de la búsqueda de fuente de la eterna juventud, la política se cubre y descubre de acetona, botox y silicona. La renovación huele a traje impecable, zapatos lustrosos, perfecto cabello grisáceo, y acento de aeropuerto gringo. Allí con tres o cuatro celulares en el bolsillo contesta las llamadas del grupo de interés. Pijama planchado, almohada esponjosa, y en la televisión conoce a los pobres mediatizados: las cárceles, el flaite, la pronunciación de un acento intensamente roto.

Una mujer en TVN impreca en medio de las llamas asesinas de la cárcel de San Miguel que sus familiares son humanos…  en la película de trasnoche John Merrick grita desde su monstruosa deformidad: “¡Soy un ser humano!” como un eco, y se nos aprieta toda la sangre de rabia y tristeza. Y todo fluye. Un par de declaraciones de solidaridad preocupada, y pasamos a otra cosa. El pobre está tan lejos de todo y a la vez tan omnipresente. Hay tantos pobres de derecha conquistados por las banderas e himnos de las avanzadas de colegios privados religiosos y laicos, que en un afán darwinista dicen “educar a los mejores” y obtener la excelencia… hay tantos pobres secuestrados por la UDI y el Opus Dei… hay tantos…

Nos robaron el rojo de la igualdad y lo estamparon en casacas de ministros de derecha. El rojo se queda triste y polvoriento completamente amnésico de la sangre mapuche flameando en una bandera gigante en frente de La Moneda.

Pertenezco a la generación educada en los 70-80… no en Suecia, Argentina ni Alemania… sino aquí en Chile, con acto cívico todos los lunes, y con la segunda estrofa del himno nacional, la de los “valientes soldados”. Conocí de la derrota y el golpe del 73 como llenando espacios vacíos en crucigramas. Y aún estoy en ese ejercicio triste y angustiante. Somos de una izquierda fragmentada, expulsada de los noticieros, intervenida por acusaciones del consenso, perseguida por los montajes… encerrada en discursos voluntariosos, añejos y alienados. Somos de la izquierda que no quiere pactar, ni esconderse en el “centro” inocuo.

Nuestra vida anfibia no es fácil, pero merece un Manifiesto. Vivimos los ecos de los discursos en el Edificio Diego Portales del dictador contra el marxismo… las universidades enseñan poco y nada sobre el análisis del capitalismo, su evolución, la lucha de clases y la dialéctica. El “anti-sistema” se ha alimentado de un anarquismo complejo, valiente a veces, circunstancial en otras, temido y perseguido en las piezas teatrales montadas desde los gobiernos. Desde el anarquismo no disputamos el Estado… compleja opción cuando es allí donde hoy está radicando la re-conquista de clase (es decir el desalojo o la clausura de la entrada para las clases populares y medias al ejercicio del poder desde el Estado). Entre marxismo y anarquismo vale la pena intentar algún diálogo.

Y la vida anfibia no es fácil, porque los ejemplos de las figuras de aquella izquierda de los 60 y 70 hoy están en el poder. Entonces tenemos que sufrir la instalación de reglas del juego que no elegimos, ser chileno o chilena es un artificio sostenido en una Constitución Política fabricada a la medida de los intereses de la privatización y aniquilamiento de la democracia. Entonces el ser de izquierda se traiciona con la compra del supermercado, con el endeudamiento, con la competencia por una escuela decente para los hijos e hijas…, viviendo la explotación en el empleo precario en el sector de servicios, acostumbrándose a trabajar por el bono para lograr la meta de productividad. Y todo parece terminar en un acomodo culpable.

Qué difícil es el mantener un ideal de igualdad, y sostenerlo desde una izquierda extraviada. Qué difícil si lo comparamos con el éxito relativo de una política pragmática, retrógrada, basada en la vieja compra de votos de la tradición terrateniente. El territorio de Chile se dividió en circunscripciones que votan inefablemente al vecinito de Las Condes, Vitacura o Lo Barnechea, que en un acto de falso desprendimiento se hace elegir por su Partido para “representar” localidades a cientos de kilómetros.

Sobrevivir. Entonces la izquierda juega a sobrevivir, asilándose una parte de ella a la Concertación nauseabunda. La otra se reinventa cada cierto tiempo en fusiones y rompimientos sin lograr estructurarse. Hoy el canto de sirena surge nuevamente desde la Concertación derrotada que busca explotar el desencanto.

Y el maquillaje tapiza los nuevos rostros que siguieron el traspaso generacional de Ricardo Lagos. Y aprenden bien. Votan una y otra vez a favor de los proyectos de la derecha, alojados en el sueldo y en el fuero parlamentario. “Cambio estructural” no forma parte del vocabulario del nuevo (¿?) personaje concertacionista. Y parte de la izquierda deambula en sus asambleas.

Nuestra condición anfibia confía en la quema de la Constitución dictatorial, en los procesos de reparación y protagonismo del pueblo, en la acogida del extranjero latino, en los derechos y en las libertades para crear esperanzas colectivas gratuitas y amantes de la igualdad y la justicia…

———————

Foto: brújula – Marisali / Licencia CC

 

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Comentarios

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gabmarin

06 de febrero

¿Cuál sería «la carne» del «cambio estructural»? La izquierda (esa que dice no haber «transado con el modelo»), repite algunos slógans como mantras, pero pareciera que no hay una propuesta integral sobre el Chile al que se nos convoca (o por lo menos una que logre romper con su vocación de minoría).

07 de febrero

Puedo responder por mí. Los cambios estructurales pasan por tener un Estado que faforezca a las mayorías, limitando la práctica sostenida de beneficio de una clase política y económica que sí es minoritaria, pero que ha sabido hacerse una y otra vez de mejores condiciones para explotar nuestros recursos y literalmente expropiarlos. En este sentido, el proyecto es de recuperaciónd e nuestras capacidades de generar un colectivo, por esto mi respuesta es parcial y depende absolutamente de la voluntad de construir juntos. El desprestigio, el daño, la verguenza, y las traiciones, habitan la izquierda, sin embargo, este dolor podemos convertirlo en energía constructiva. Esta propuesta integral de país parte justamente por reconocernos como pueblo y que necesitamos protegernos para surgir, que necesitamos potenciar al máximo a cada uno de nuestros niños y niñas, y no sólo a un porcentaje X de elite. Yo no tengo vocación de minoría, y creo que muchos de nuestra generación no la tienen. Creo que podremos seguir avanzando para creer y sonreír desde las pequeñas a las grandes victorias.

08 de febrero

Gabriela, me parece que esa izquierda «mántrica» está en proceso de ser más dialéctica, ciudadana y democrática. En este link encontrarás un bosquejo de propuesta integral: http://www.lavozlibre.cl/construir_izquierda/index.php

gabmarin

08 de febrero

Muy interesante información la que compartes, Juan Jorge. A eso me refería precisamente, a pasar de los slogans a la planificación que lleve a un programa de acción. Felicitaciones por el trabajo realizado,

07 de febrero

Exactamente… ¿Qué quiere la izquierda? Expropiación de los medios de producción para que el Estado produzca TOODOOOS los bienes y servicios que la sociedad necesita (según estima el Plan elaborado por el Comité Central) y así no haya explotación ni plusvalía? Los chinos vienen de vuelta de la peor forma posible. La Unión Soviética cayó estrepitosamente porque no pudo resolver adecuadamente el dilema «cañones o mantequilla» y se quedó con los cañones y fue perdiendo la carrera y la guerra fría. Cuba que permence congelada en el tiempo yendo y viniendo de autorizar y prohibir, de cuando en cuando actividades privadas? Si estatizamos todo, alguien tiene que dirigir y coordinar. Quién ¿la CORFO popular? O comités de fábrica a la manera de los soviets? ¿El Partido? y quién controla al Partido? El Comité Central? Y al Comité Central?
Nooo. Ya es hora de reconocer que la izquierda somos quienes derrotamos a la Dictadura y recuperamos la democracia. Esta imperfecta y fea democracia «liberal» con elecciones períodicas y división de poderes y libertades públicas y respeto a los derechos humanos. Izquierda que, para recuperar la democracia requirió aliarse con democratacristianos (cuyo pueblo es de izquierda pero cuyas elites son,en el mejor de los casos, de centroderecha aunque no fascistas ni autoritarios como la Derecha).
Entonces… qué nos duele, qué nos falta? ¿Quienes somos? Izquierda anfibia o no anfibia…quienes somos?

07 de febrero

Mi impresión es que la izquierda en Chile quiere (queremos) un mundo diferente a éste, sin necesariamente el listado de ejemplos mundiales que usted describe en su respuesta. Si algo hemos aprendido de la historia es que es justamente a la historia a la que no hay que olvidar, antes de intentar aplicar un proyecto como con un manual de libro de texto, que es burdamente repetido por tanto y tanto militante de derechas e izquierdas.
Sin embargo, y esto disiento con Usted, la izquierda no derrotó a la dictadura, ni tampoco lo hizo la concertación. La izquierda decidió jugarse por el camino reaccionario, mientras la concertación negoció la salida de un dictador. Y en esa negociada ya no sabemos qué es izquierda ni qué es derecha, ya no entendemos si los derechos humanos son consagrados para todos o son simplemente un artificio del liberalismo elitista para imponer la dictadura del mercado.
¿Qué nos duele? Yo creo que no poder apropiarnos de este tiempo, de no sentir que los valores de la solidaridad, la empatía, la felicidad, nos pertenecen porque creemos en ellos y los practicamos todos los días, y no porque está escrito en un manifiesto. ¿Qué nos falta? Quizá más apertura, menos dogmatismo, menos arrogancia, más crítica a nuestro pasado, y más vivencia, más creatividad, más visión de la política como un todo social, y no como un mero arreglo electoral para sacar diputados o un testimonio en blanco y negro. ¿Quienes somos? No lo sé. Somos muchos y perdidos, somos tantos sin un mapa, sin una guía que nos permita entender este tiempo para actuar en él, sin un aglutinante que nos permita reconocernos, saludarnos, mostrarnos afectos, que nos permita ver con optimismo nuestra identidad política, nuestra capacidad orgánica de acción colectiva, nuestro accionar diario. Pero, al menos yo, no quiero que la izquierda de este tiempo sea «carne nueva para viejos fracasos.» Así que no creo que queramos reeditar como un manual de política los proyectos que usted describe. Una izquierda para el siglo XXI tiene que sumar, con vocación de mayorías, sin miedo a su historia, y sin miedo a la historia que pueda escribir por sí misma.

gabmarin

07 de febrero

¿Pero sumar a partir de qué? Mi comentario anterior -agradezco a Jorge lo haya respondido- iba en esa dirección. Esta misma conversación es un ejemplo: ¿cuáles son los elementos centrales de esa propuesta de izquierda que permitirán convocar? Leo crítica, un análisis bien escrito -incluso con ribetes poéticos-, pero no veo elementos que aglutinen y movilicen. Se suele hablar de Asamblea Constituyente como si por si sola fuera remedio para todos los males de Chile, pero a veces pareciera que se olvida que el futuro se construye con propuestas. ¿O todo se dirimirá en el seno de esa Asamblea?

07 de febrero

Gracias Alfredo, Iván y Gabriela por sus comentarios, creo que justamente la inspiración de escribir desde esta búsqueda de locus tiene que ver con producir este debate, que como energía se extravió hace mucho tiempo. Es este un intento personal y generacional de quienes no experimentamos los fallos descritos por Alfredo, pero que sí defendemos la diversidad como principio. Entiendo las ansias de Gabriela, esas preguntas las tenemos todos. ¿y cuál es la propuesta?, nos pasa cada vez que escuchamos a un candidato del PC o del PH cuando se postula a la presidencia, y nos parece que anda más perdido que el teniente Bello. Nos acostumbramos además a pedir a la izquierda estrategias, propuestas e ideario, que no somos capaces de exigir de igual modo a nuestros gobernantes. Yo creo en una Asamblea Constituyente –Chile no ha vivido jamás en su historia este proceso, lo cual cuestiona nuestro carácter democrático como bien afirma el último texto de Felipe Portales-, pero claramente no se puede agotar en sí misma, no es un fin, sino un medio. Creo que derrumbar la Constitución Política –que ha sido lamentablemente defendida por la misma Concertación-, nos puede abrir caminos para defender derechos que son sustantivos: educación, salud y trabajo. Mi análisis reconoce que en Chile se vulnera el derecho de nosotros y nosotras, las mayorías, diariamente de la extrema riqueza chilena, que no duda en mantener sus depósitos en el exterior. No tengo un programa de gobierno Gabriela, pero sí creo que es posible enfrentar la desigualdad social y económica desde una acción robusta del Estado –un Estado de nuestros tiempos, no aquel caricaturizado por Alfredo-. El análisis marxista clásico tiene poca esperanza en llevar a cabo esta transformación, porque el Estado por definición defiende los intereses de las clases dominantes. Yo tengo más esperanzas, y creo que es posible enfrentarnos a esta realidad, y decir que en Chile no tiene por qué haber pobreza ni cesantía si somos el país “más rico de América Latina” –por lo tanto busquemos una política económica de distribución productiva y justa de la riqueza-; que no tenemos que ser soberbios con nuestros países vecinos, y logremos entonces políticas de integración del cono sur; que no tenemos por qué aplastar a nuestros pueblos originarios con un capitalismo trasnochado, sino favorecer el desarrollo cultural y social de nuestros pueblos de modo armónico; que nuestra educación necesita una excelencia para todos y todas, no para un puñado de elegidos o de quienes pueden pagar por un servicio mejor; que no podemos seguir pagando millones de pesos por asegurar nuestra salud, si puede ser un derecho… Como bien señala Iván hemos aprendido de nuestra historia, y buscamos soluciones creativas para nuestras injusticias y desigualdades, que son las fuentes de nuestro dolor, y que bueno que aún nos afecte… estamos vivos y vivas, y tenemos voluntad –de la buena-.

07 de febrero

Saludos Jorge. Es urgente identificar y acordar los nuevos desafíos de Chile y trabajar para resolverlos. Necesitamos pasión y apertura para mirar los problemas y oportunidades con nuevos ojos.
Creo que uno de los mayores obstáculos para ello es que a veces estamos más preocupados en ser más fieles a la identidad «original» que en habitar los nuevos escenarios y responder a los desafios de hoy.
La primera lección de todos los procesos de cambio social exitosos es que supieron hacerse cargo de los problemas de su momento.

07 de febrero

Muy de acuerdo Mauricio con tu observación. Aprender de lo vivido, y proyectarse desde nuestras actuales condiciones, postulando las exigencias políticas y éticas ineludibles que guíen nuestra acción.

08 de febrero

Estimado Jorge: Sospecho que que en esa nuestra-vieja-nueva izquierda perdida en busca de identidad y propuestas hay materia prima, potencialidad (como la que tú y tu generación representan) ganas de irse juntando-y-haciendo, no como una roca monolítica condenada al autismo y a la infertilidad, sino como las moléculas del agua de un río, que poco a poco irá encontrando un cauce, o como las moléculas del pueblo tunecino o egipcio… (la idea de hegemonía de Laclau y Moufee) quizás la lección que saquemos de la revolución egipcia sea la necesidad de ir armando una orgánica (en red-flexible-dinámica-inteligente-cibernética, pero orgánica al fin) para a la hora de las negociaciones no depender de las cúpulas de siempre.

09 de febrero

Estimado Jorge y comentaristas:
Yo me siento muy de izquierda y:
1. Me considero heredero de lo mejor de la Revolución Francesa y me declaro ciudadano. Aprecio la democracia liberal con su división de poderes, respeto a las libertades públicas y a los DDHH. Luché por ella durante la Dictadura y lo volvería a hacer.
2. Considero que para que la economía se volviese «de mercado» fue necesario despojar a los chilenos de todo apoyo, subsidio, gratuidad, seguridad social, etc. y ponernos ante el abismo y «manu militari», obligarnos a aceptar las «reglas del juego».
3. En Chile no solamente se impuso una economía de mercado, sino también una sociedad de mercado. Todas las actividades sociales, incluyendo las culturales, educacionales, artísticas, solidarias, se rigen por las leyes de la privatización, la acumulación y la competencia. Lo único que por diseño se preserva del mercado es la dimensión de la familia y la religiosidad, que sin embargo constituyen terreno de apropiación del autoritarismo integrista.
4. Con todo, considero que es mejor una economía de mercado, que una planificada a la soviética. Como heredero de la Revolución francesa, reivindico la libertad. Incluyo la libertad económica.
5. Considero que son opuestos a las libertades todos los que -con ánimo de acumulación- buscan establecer sus monopolios en todos los ámbitos de la vida económica y social: los grupos económicos; los integristas que buscan imponer su fe; los duopolios de la prensa y los medios que imponen sus líneas editoriales; etc. etc. Ellos buscan despojar de poder a la ciudadnía y los ciudadanos.
6. También me opongo a la lógica depredadora y destructora del medioambiente de las actividades económicas que no valoran la preservación para la futuras generaciones.
7. Estoy a favor de la nacionalización de las transmisiones del fútbol.
etc… etc.. etc. Si ustedes quieren, soy de la Izquierda Ciudadana!

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