Jóvenes Pistoleros es el último libro escrito por el académico y periodista Juan Cristóbal Peña. Este nuevo trabajo es una continuación de Los fusileros, publicación que relata el atentado a Pinochet en septiembre de 1986. En este nuevo título el contexto sigue siendo el FPMR y la historia se centra en dos jóvenes revolucionarios: el Negro (Ricardo Palma Salamanca) y su compañera revolucionaria Miska (Silvia Brzovic).
El relato del libro comienza con la captura del Negro luego del secuestro de Cristián Edwards. Desde ahí se declaran nuevas pistas a la policía que abren una interesante trama de relaciones políticas al interior del FPMR. La clandestinidad se destapa para entrar en un juego de vinculaciones, no solamente al interior del movimiento revolucionario sino que también del poder en traspaso. En este sentido el autor revela interesantes datos respecto a la transición; como la instalación de La Oficina y las lógicas clientelares en los puestos políticos de Seguridad Pública e Inteligencia durante los gobiernos de la Concertación. También muestra detalles de las pugnas entre policías, carabineros y militares, en los tiempos de desarticulación del Frente.
Resulta interesante apreciar la relación entre el autor y Miska -fueron compañeros de curso durante un año en el colegio Francisco de Miranda- dándonos testimonios de la personalidad de la joven revolucionaria, hablando desde su propia memoria, una memoria rebelde en la que compartieron juntos en las jornadas de protestas estudiantiles contra el dictador.Más allá de las diferencias en las formas de lucha, esas capuchas que aparecieron a mediados de los 80 ¿Cómo se relacionan con las capuchas actuales? ¿Hay similitud de ambos contextos históricos?
El libro es resultado de un exhaustivo reporteo basado en entrevistas a integrantes del FPMR, familiares y amigos, además de la revisión de archivos judiciales y periodísticos. Esta forma del periodismo narrativo también puede ser leído como una novela histórica que narra sobre la historia política reciente del país. Tiene un carácter cinematográfico propio del western y el cine de acción. Jóvenes Pistoleros revive esa historia aparentemente olvidada que al ser nombrada deconstruye nuestra historia reciente signada por la desaparición del pueblo, de las palabras y sus contextos. Permite detenernos en otros actores: los derrotados y neutralizados por el sistema de dominación, los prisioneros políticos, muchas veces reconocidos por los medios imperantes como terroristas, extremistas y delincuentes, y por tanto desechables. Sin embargo detrás de esta exclusión epistémica planteada por el orden post dictatorial, hay historias biográficas, personalidades de los guerrilleros, relaciones familiares, culturales, historias de amor y desamor, des-motivaciones, traiciones, clandestinidades, operaciones político militares, secuestros y duras cárceles, que dan sentido al ser frentista. Los valores rodriguistas implicaban seguir ciertas ordenes, una disciplina personal proyectada hacía la revolución social sujeta a una rebelión popular armada, con una dirección verticalista y experimentada militarmente, destacando la figura de Mauricio Norambuena, el Comandante Ramiro.
Además de entrenamiento militar, era necesario forjar una ética revolucionaria, una dignidad que desafiara a la muerte arriesgándolo todo, una inmolación juvenil donde era preferible morir combatiendo y no morir inmovilizado en la cárcel. El FPMR fue creando una mística que podríamos llamar hasta religiosa de la cultura de izquierda. Ahora bien, esa mística revolucionaria -no exenta de romanticismo- tuvo la sombra de la derrota, una historia trunca derrumbada y desarticulada, que a su vez cobija en su vientre el albor de nuevas revoluciones, un canon contradictorio e irreconciliable.
En este sentido el libro habita la cultura de izquierda que aún no procesa esos duros golpes, pero que sin duda a partir de los nuevos acontecimientos habidos en el país, ha logrado abrir el horizonte de posibilidades. Esta cultura de izquierda, de las que vienen el Negro y la Miska provienen fundamentalmente del Partido Comunista, de su sobrevivencia que ha resistido, como decía Luis Corvalán en 1980, “con todos los medios de lucha”. Esta es la frase que el autor elige para poner en el centro de la novela el rol del PC en dos momentos históricos: a) Cuando asume la necesidad de una política de rebelión popular de masas para combatir a la dictadura, y de ese modo formar al FPMR; y b) cuando se acerca el fin de la dictadura y así el traspaso –tutelado- del poder a los civiles, ahí cuando el PC suspendía su estrategia político-militar escindiéndose de una orgánica militar que no se sometió a la centralidad del partido. Este fue el origen del FPMR autónomo, que ejecuta el atentado a Jaime Guzmán y secuestra a Cristian Edwards. En ese sentido el autor parece eximir al PC de estos hechos que movilizaron a la opinión pública. ¿Tuvo razón el PC al prescindir de la lucha armada durante el fin de la dictadura y los albores de la democracia? Si la historia le dio la razón esta seguramente tuvo que ver con lo sinuoso de la década de los 80, considerando primero la Dictadura en Chile, en dónde a nivel internacional se vislumbro un resurgimiento de la causa revolucionaria en Nicaragua y El Salvador. Sin embargo, ya desde mediados de la década era posible avizorar el fin de los socialismos reales. Lo cierto es que el FPMR autónomo atraviesa esa historia llegando incluso hacia diciembre de 1996 cuando Ramiro, el Negro y Emilio, se escapan -de manera espectacular- de la Cárcel de Alta Seguridad de Santiago en la operación “Vuelo de Justicia”.
Sin duda es imposible no remitir esta historia de los jóvenes pistoleros a nuestra actualidad, pues hay una continuidad histórica que hace reconocer prácticamente al mismo enemigo. Por eso es válido preguntarnos: Más allá de las diferencias en las formas de lucha, esas capuchas que aparecieron a mediados de los 80 ¿Cómo se relacionan con las capuchas actuales? ¿Hay similitud de ambos contextos históricos?: uno que da inicio a la post-dictadura y otro que definitivamente quiere romper con esa herencia. Tal vez ese sea el gran logro de este libro, ser parte del debate en el momento histórico correcto, cuestionando la democracia construida desde comienzos de los 90, que con un sesgo ideológico, ha excluido una y otra vez a actores y sectores esenciales e imprescindibles de nuestra historia política nacional.
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