En los años que duraron las economías socialistas, no fueron capaces de estimularla creación individual en esa apuesta que suelen aún decir de la emergencia de un “nuevo ser individual con formación amplia, crítica e integral”, y que el capitalismo, supuestamente, aplasta. Nada fueron o casi nada fueron capaces de crear, aparte de científicos notables, astronautas, deportistas y bailarines.
El derrumbe de las Economías Socialistas o de los Estados Benefactores, tiene dos vertientes: por un lado la pérdida total de libertad de la sociedad civil, y por otra el fracaso de una estructura de precios que sea capaz de darle estabilidad y prosperidad a sus miembros.
Un aspecto importante de las economías abiertas o de libre mercado, es que el mercado es la institución que asigna y distribuye la renta, y esto es posible a que opera un sistema de formación de precios a través de la libre concurrencia de los agentes económicos o consumidores al mercado, donde manifiestan sus preferencias y/u ofrecen sus destrezas y talentos naturales con absoluta libertad.
Ahora bien, un aspecto central en las economías abiertas o de libre mercado y para mí, el hallazgo intelectual en el desarrollo del pensamiento económico más brillante, es el concepto de precios relativos. Un precio por sí sólo no dice nada. Lo que importa es la relación del precio de un bien respecto de otro bien. Dicho en otros términos, lo que importa es a qué tasa se puede intercambiar un bien por otro.
En términos corrientes, siempre que concurrimos a los mercados, estamos preguntándonos : ¿cuántas gaseosas cuesta un kilo de pan? o ¿cuántos kilos de pan cuesta un litro de bencina? o ¿ cuántos litros de bencina cuesta un par de zapatos? o ¿ cuántos autos cuesta una casa?. Estas preguntas las hacemos recurrentemente cada vez que tenemos que tomar una decisión sobre el gasto de nuestro presupuesto. En cierta medida, un ciudadano de una economía abierta es un experto en toma de decisiones de este tipo, a diferencia de un ciudadano de una economía cerrada o socialista, donde los precios son fijados y rígidos; lo que no les proporciona una idea del valor de un bien respecto de otro o que es lo mismo a que no tienen patrones de referencia para medir el valor de las cosas.
Por esta razón, un miembro de una economía socialista, pierde el sentido de cuánto cuestan verdaderamente las cosas o cuál es el esfuerzo que una sociedad debe emplear en aprovisionarse de un bien, por lo cual no puede establecer una relación de comparación entre el valor de un bien y otro; y se pierde el sentido de escasez, porque la escasez en una economía abierta se manifiesta con un alza del precio del bien. Al perder el sentido de escasez, una sociedad no se resguarda bienes para el futuro cuando realmente esté escaseando. Es decir, se muta en una conducta del despilfarro: se valora del mismo modo un kilo de harina que un litro de bencina, cuando la harina es un bien que siempre se puede producir, no así el petróleo, que alguna vez se agotará en todo el planeta.
En una economía abierta, una forma de asegurar provisiones futuras de bencina, es imputar en su precio la escasez de ésta. Por lo tanto, cuando hay una incertidumbre de su aprovisionamiento por un inminente conflicto mundial, el precio de la bencina sube (acusando ese efecto), para que así, los consumidores hagan un uso racional del combustible. Si el precio de la bencina sube, los consumidores usarán menos el auto, usarán menos las estufas o usarán más chimeneas o braseros para abrigarse en invierno; y esto es muy útil para tener provisiones futuras.
La prosperidad pasajera de los venezolanos de hoy con el populismo de que el petróleo “es de ellos”, es que el valor para ellos no refleja lo que realmente cuesta mundialmente, y será hambruna para mañana. En este punto es importante preguntarse lo siguiente: ¿qué incentivo tiene un gestor público de la economía venezolana en rediseñar y optimizar la logística del transporte público y de todos los vehículos fiscales, cuando él no acusa la escasez (vía un alza del precio mundial) de la bencina?. Ninguna.
Si extendemos esto a todos los ámbitos donde los precios no son relativos y son fijos, ningún gestor público tiene incentivos a optimizar sus procesos. En otros términos, no tienen sentido en esa sociedad la reflexión e investigación académica sobre la gestión de procesos. ¿Qué sentido tiene reflexionar sobre cómo liberar recursos de un sector económico a otro, si en ese sector no se acusa la escasez de algún factor productivo para readecuar la producción para producir eficientemente?.
En los años que duraron las economías socialistas, no fueron capaces de estimularla creación individual en esa apuesta que suelen aún decir de la emergencia de un “nuevo ser individual con formación amplia, crítica e integral”, y que el capitalismo, supuestamente, aplasta. Nada fueron o casi nada fueron capaces de crear, aparte de científicos notables, astronautas, deportistas y bailarines.
Mientras haya una estructura de precios sólida, con mercados que cada vez se transparentan más, mientras la libre concurrencia para tomar decisiones de consumo o en qué emplearse en la vida ofreciendo nuestras destrezas personales, ahí donde podamos tener ventajas competitivas respecto de otros, los sistemas capitalistas seguirán creciendo y manteniéndose en el tiempo, porque tienen la facultad de separar las decisiones económicas de las decisiones políticas, estableciendo una relación entre los precios y la distribución de la renta.
Decir que el sistema capitalista está acabado, es no tener en cuenta el pensamiento económico en su correcta conceptualización y no entender este aspecto relevante en la construcción del sistema de libre mercado. Las economías socialistas son economías del despilfarro, porque en estricto rigor no internalizan en la sociedad el concepto de precios relativos, y en éste reside su fracaso económico y total. Las economías Estatales a fin de cuentas son economías sin imaginación y sin ilusión.
Comentarios
18 de enero
Libre mercado que teóricamente se sostiene, pero que en Chile se distorsiona por la presencia abusiva de monopolios en todos lados, que fijan sus precios a expensas de clientes que no tiene muchas opciones. Y un sistema tributario que favorece a quienes más tienen (coincidiendo con los dueños del monopolio) aumentando la brecha de inequidad, que no es teórica, es real.
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18 de enero
Lo que acabo de leer es totalmente falso, pero discutir con alguien que escribe algo así con tanta desfachates, pensando que sus inocentes lectores creerán a pie juntillas lo que declara, es inutíl. Aún así, solo quiero hacer notar parte de lo que escribe «En cierta medida, un ciudadano de una economía abierta es un experto en toma de decisiones……» El problema es que en Chile solo un 45%, siendo optimista, tiene la educación necesaria para «ser experto en la toma de decisiones» y el resto solo comprará lo que puede.
+1
21 de junio
Buena columna. Una clase de economía básica explicada en términos simples. Al contrario de lo que piensa el lector Sr Navarro, las personas de más escasos recursos son las que más claridad tienen del valor comparativo de los bienes porque dada su restricción presupuestaria deben ser muy eficientes en el uso del dinero.
Respecto a la opinión del lector Jorge, tiene toda la razón en cuanto a los monopolios, por eso debe ser prioridad del Estado promover la libre competencia, así los precios de los bienes no sean mentirosos. La opciones de elegir aumentan con libertad para emprender.
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