Hace unos días volvió a la televisión chilena un icono de los programas políticos de los años 70, “A esta hora se improvisa”, haciendo un homenaje a su antecesor, mantuvo, en general, el formato de conversación e incluso fue transmitido en blanco y negro para construir una atmósfera de nostalgia, sin embargo, y pese a las “caras nuevas” mezcladas con otras mas conocidas, el triste resumen de ese programa, como ejemplo de la expresión comunicacional de la política en Chile, es el encapsulamiento de la clase política en una burbuja teórica y su completa desconexión con la realidad que viven los chilenos de a pie.
En ese programa, y, muchos otros, así como en las discusiones de las sesiones del Congreso, o al interior de los partidos, abundan los lugares comunes, la construcción de fachadas e imágenes estancadas en los cánones comunicacionales y políticos de los 90 (para ser generoso), la pirotecnia dialéctica vacía, como llamados a la “unidad” y la evocación de las “fuerzas de la historia” o conceptos difusos y completamente desprovistos de contenido real. La política sigue funcionando casi como si nada hubiera pasado en los últimos meses, y los políticos y los que reniegan de ser tales con disfraces de comentaristas o analistas, terminan por ser partícipes de la realidad alterna en que se encuentran atrapados, representando una tragicomedia mediocre.Todos los grupos de nuestra sociedad moderna que, por diversas razones, se sustraen de la realidad que viven los ciudadanos, están hoy en tela de juicio.
Todos los grupos de nuestra sociedad moderna que, por diversas razones, se sustraen de la realidad que viven los ciudadanos, están hoy en tela de juicio. Hay una crisis profunda de las Iglesias, de las Instituciones uniformadas, y por cierto, de los políticos… todos esos grupos tienen en común privilegios y condiciones de vida distintas del resto de la sociedad, todos han buscado a través de los años, separarse del resto de la población, porque no se les aplican las mismas reglas que a los demás, porque tienen normas de comportamiento o hasta una justicia paralela, tienen fueros y una cultura de secretismo, un lenguaje propio y distintivo, y, en definitiva, una tradición de aislamiento.
Podremos discutir acerca de las causas de éste fenómeno sociológico y cultural, pero, en términos prácticos, y en el caso particular de la clase política, su resultado concreto es patético y paradojal, por cuanto, la lógica dicta que es, o debiera ser, de la esencia de un representante, no perder contacto con su representado, conocer la realidad en la que vive, los problemas que debe enfrentar, las trabas legales y administrativas que afectan su desarrollo, y, en general, vivir en el mismo país que aquellos a quienes aspira a representar, sin embargo, la realidad, es muy distinta, quienes ejercen cargos importantes de representación popular no viven, ni remotamente las condiciones que la mayoría de sus representados debe enfrentar, de hecho, muchos ni siquiera viven realmente en las comunas, distritos, y hasta en las regiones que representan, aunque discuten a diario las políticas públicas sobre la salud y la educación proveída por el Estado, no son usuarios de ninguno de estos servicios públicos, no usan el transporte público que deben regular, no se les aplican las reglas laborales que deben aprobar e implementar y terminan viviendo en un Chile distinto, lo que termina por reflejarse en sus discusiones y decisiones.
Esta dicotomía, digna del realismo mágico, tiene consecuencias graves; las normas legales se alejan de la realidad que pretenden regular y el lenguaje y la discusión política se aleja tanto de los ciudadanos que termina por crear desconfianza y hasta resentimiento en éstos, la política es cada vez menos valorada y las instituciones democráticas empiezan a perder legitimidad y credibilidad, lo que prepara el terreno para la entrada triunfal de los populismos y las aventuras autoritarias.
Mientras en “A esta hora se improvisa” se hablaba de tolerancia, de nuevas tendencias en las redes sociales y las elecciones en Estados Unidos, en nuestro país miles de chilenos se preguntan si en su barrio harán una olla común para poder comer mañana, miles se preguntan como enfrentaran sus deudas sin trabajo, miles todavía lloran a sus muertos por COVID, qué pasará con la educación de sus hijos, y muchas otras preocupaciones que, los políticos y sus comentaristas, parecen no conocer, ni muchos menos entender.
Comentarios
22 de agosto
Muy buen análisis, me representa, estoy muy de acuerdo con su visión de cómo actúa la clase dirigente, y no sólo la politica, agregaría una que pasa piola, la académica, también viven confortablemente en su burbuja, teorizando sobre una realidad que están muy lejos de comprender.
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