El 18 de octubre del 2019, se produce uno de los hitos más importante de la historia reciente de Chile, el “El estallido social”, que por cierto, los historiadores le harán justicia y lo llamarán “Revolución Social”. No fueron pocos quienes venían advirtiendo sobre las consecuencias que traería la inacción de la clase política, ante las abismantes desigualdades de la sociedad chilena. Entre ellos el Vicedecano de la Facultad de Economía de la Universidad de Santiago, Alberto Mayol, quien anunció el fin del modelo en su libro publicado el 2013, «El derrumbe del modelo: la crisis de la economía de mercado en el Chile contemporáneo».
Es casi unánime que el experimento neoliberal, es el culpable del malestar de la clase trabajadora. Este modelo obliga al Estado a tener un rol pasivo en aspectos fundamentales de la sociedad, como lo son; la salud, educación, pensiones y vivienda. El estado delega al mercado el suministro de derechos, con las reglas propias del mercado, que son muy beneficiosas para la distribución de la mayoría de productos y servicios, no obstante para seguridad social, son dañinas.La sociedad tiene un límite admisible de tolerancia al abuso e injusticia. Cuando se le lleva a ese límite, se corre el riesgo de que al adicionar un mínimo de presión, puede deformarse irreversiblemente
Uno de los principios del comercio, es la relación precio y calidad, a mayor calidad, mayor es el precio, y en un país, donde según la fundación Sol, 7 de cada 10 chilenos gana menos de 550 mil pesos, se forma un grupo de habitantes, que acceden a prestaciones de baja calidad, o no acceden a las condiciones mínimas de una vida digna. En Chile no hay condiciones comunes, todos los malos índices en los aspectos básicos de la vida, afectan a las personas de bajos ingresos y todos los mejores índices en calidad de vida, favorecen a los altos ingresos. No existe ningún país con altos índices de calidad de vida, que use el modelo chileno. Es inentendible la porfía de la élite económica y la desidia de la clase política, que ha permitido insistir en un experimento absurdo.
En las últimas cuatro décadas se vieron amagos de revolución social, no obstante el sistema político lograba reaccionar y canalizar el descontento hacia la institucionalidad. Esa fórmula hubiese sido exitosa, si las respuestas hubiesen sido satisfactorias, pero analizando los antecedentes en retrospectiva, las intenciones de solucionar solo fueron fintas para comprarle un poco más de tiempo al modelo.
La pregunta que se debe contestar es: ¿Por qué se produjo el estallido social el viernes 18 de octubre de 2019 y no antes, ni después? Para contestar esa interrogante, es necesario ver el ambiente previo, donde destacan tres variables que se cruzaron al mismo tiempo:
Sistema político invalidado
Desde el retorno a la democracia la participación electoral ha bajado en forma constante. En las elecciones presidenciales y parlamentarias del 2017, la abstención bordeó el 54%, entre los habilitados para votar.
Los motivos de la abstención suelen ser diversos, pero es rara en un país que venía de un reciente momento altamente politizado, como fue el plebiscito del 1988. Sin embargo, es evidente que la mayor parte de la población no quiere validar a la clase política, porque siempre tiene excusas para postergar las soluciones a los problemas de las mayorías, pero es muy hábil para favorecer a un grupo minoritario de privilegiados. La abstención electoral, en Chile, no es otra cosa que un síntoma de desprecio y repulsión a la labor de los políticos. La abstención, también los libera de cualquier compromiso, y les otorga una licencia para criticar sin apego a cualquier político independientemente de su sector. La desconfianza es al conjunto.
La profundización del neoliberalismo
Concatenado con el punto anterior, cuando menos personas participan en las elecciones, la lucha por los votos es en los nichos. Así fue como el Presidente Piñera ganó las elecciones con un programa diseñado para revertir los cambios realizados por el gobierno anterior. Sin perder tiempo, la ex ministra de educación, Marcela Cubillos, se despliega con una campaña en contra de la implementación de la ley de inclusión, e inicia una agenda legislativa para retrotraer al país, al sistema educativo de castas. Por otra parte, el ministerio del trabajo, inicia la campaña en busca de apoyo a uno de los proyectos más esperados por el gremio empresarial; la ley de flexibilidad del empleo. Este proyecto de ley, olvidaba la condición humana y familiar de las personas, al validar relaciones laborales abusivas.
Ambas agendas ministeriales, tuvieron gran impacto en la opinión pública e hizo que muchos que desestimaron la influencia de la política en la vida cotidiana, pusieran atención. El rechazo a ambas iniciativas, se manifestó notoriamente y generó cierto nerviosismo e incertidumbre en el mundo laboral y estudiantil.
Ocultamiento de la pobreza
Quienes se enriquecieron con la privatización de empresas y recursos naturales del Estado de Chile, durante la dictadura, armaron una red de protección y validación del modelo. Los tentáculos de esta asociación tiene representación política principalmente a través de la UDI, pero no basta con tener protección en el congreso, también deben validarse socialmente e internacionalmente, por eso crean un relato de un país exitoso, con una clase media del primer mundo. Aunque sólo basta salir del barrio alto, para darse cuenta de la falsedad del relato, lo repitieron tanto que se lo creyeron. Entonces el tema pobreza desapareció de las prioridades de la política y en complicidad con la prensa, de un día para otro, no se habló más del tema. En todas las administraciones anteriores hubo avance en distintas áreas, pero nunca se dejó de hablar de pobreza. Previo a la revolución de octubre, Chile prioriza su agenda de posicionamiento internacional y los medios de comunicación se llenaron de relatos vanidosos, debatiendo conflictos que solo afectaban a la zona oriente de la región Metropolitana. No advirtieron que cuando se deja de lado el tema de la erradicación de la pobreza, le quitas al pobre lo único que tiene; esperanza.
La sociedad tiene un límite admisible de tolerancia al abuso e injusticia. Cuando se le lleva a ese límite, se corre el riesgo de que al adicionar un mínimo de presión, puede deformarse irreversiblemente. Eso significa que cuando se supera el límite admisible, la única forma de volver a erguir una sociedad con paz social, es fundiendo todo para moldear algo nuevo y diferente.
Sin dudas que estas tres variables cruzadas, llevaron a los chilenos y chilenas, al límite admisible de resistencia. Solo bastaba una gota para desencadenar todo el enojo y resentimiento a un sistema que les ha exigido mucho esfuerzo y les ha retornado miseria. El alza de precio al pasaje del transporte público y las posteriores indolentes justificaciones; fue la chispa en el pasto seco.
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