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Diez contraargumentos a favor de una Asamblea Constituyente

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Si se hace una revisión histórica la constitución de 1980 carece de legitimidad de origen, y sorprendentemente las dos cartas fundamentales que le preceden tienen el mismo problema, puesto que su aprobación y promulgación se hizo obviando todas las reglas mínimas democráticas, sin registros, sin partidos políticos, sin asamblea constituyente, etc.

No es novedad el ataque visceral que puede generarse en las huestes conservadoras de toda sociedad moderna, particularmente sociedades como la nuestra, la que evidencia un alto grado de reacción a los cambios y transformaciones que se han querido realizar a lo largo del desarrollo histórico de la República.

De lo anterior se puede averiguar en el planteamiento del premio nacional de historia Gabriel Salazar en sus publicaciones y entrevistas, en las que evidencia además la falta de legitimidad de nuestras cartas fundamentales que se han dictado desde los inicios de la República en 1818. De todas las constituciones que nuestra sociedad “se ha dado”, la única que puede reclamar legitimidad absoluta es la constitución liberal de 1828, la que fue dejada sin efecto mediante un golpe de Estado por parte de, ¡qué sorpresa!, los conservadores, aristócratas terratenientes simpatizantes de O’Higgins y la Logia Lautarina que promovían la instalación de una monarquía constitucional en Chile.

En pleno siglo XXI, uno de los encargados de repetir el ciclo histórico respecto de la pugna entre dinamismo social y adaptación estructural de las instituciones es Jorge Ramírez, del think tank ligado a la UDI Libertad y Desarrollo, en cuya página institucional, publicó una columna titulada “NUEVA CONSTITUCIÓN: 10 ARGUMENTOS PARA ESTAR EN CONTRA” el 22 de octubre de 2013. En dicha columna, Ramírez presenta 10 razones para no modificar la actual institucionalidad, en las que la liviandad de algunos argumentos contrasta con otros fundamentados en ideas con raíces dieciochescas.

La presente reflexión busca entregar respuestas en contrario a las afirmaciones de Ramírez respecto de la hecatombe en que teóricamente han caído todas las naciones que han transitado por procesos de asambleas constituyentes. Se procederá presentando las afirmaciones de Ramírez, avanzando después en la contraargumentación que contienen las reflexiones señaladas.

1.   “Se necesitan reformas, pero no refundaciones: Iniciar un proceso constituyente tiene por espíritu refundar una sociedad política, estableciendo un nuevo catálogo de derechos y deberes, y modificando el dispositivo principal de la configuración política e institucional de un país; su constitución. Es posible avanzar en reformas sin desconocer los avances que de manera conjunta se han logrado fraguar en los últimos 23 años”.

La refundación de las instituciones que se empezaron a exigir desde la caída de la dictadura se fundamenta en la falta de legitimidad por el origen espurio que adolece la constitución de la dictadura, maquillada de legitimidad por Lagos, y que entregó el bienestar social al mercado, generando mayor segregación (casos salud y educación, por ejemplo); estableció herramientas impotentes para encausar la dinámica de las relaciones sociales y humanas (por eso las protestas y surgimiento del malestar social); y cuyo crecimiento económico no llega a toda la población, dejando a parte de ella en estado de necesidad y de indignidad a muchos de ellos (ancianos, mujeres, jóvenes y niños).

Los avances que argumenta Ramírez en su primera premisa para estar en contra de una Asamblea Constituyente es precisamente la defensa de los que se han beneficiado de sobremanera con este modelo (dueños de Isapres, de colegios privados y privados subvencionados, de los recursos naturales, de las AFP, etc.), son ellos los más interesados en que el mercado rija la distribución de los servicios que satisfacen necesidades de bienestar social, por ello que Chile es un modelo en la venta de previsión social en el mundo. Eso es lo que no se desea cambiar, ni nada que implique ceder de las garantías que este modelo de depravado consumo le entrega a los dueños del país.

2.   «Los procesos constituyentes tienden a la polarización social: La explicación es sencilla, basta tener algo de conocimiento de teoría política para evidenciar que al estar latente la posibilidad de redefinir un catálogo extensos de deberes, derechos e instituciones, muchos de los grupos implicados en estos cambios, por disposición natural, querrá velar por la defensa de sus propios intereses, no siempre de modo pacífico. Basta ver la experiencia latinoamericana donde en procesos constituyentes como el Boliviano incluso se documenta la muerte de ciudadanos en las manifestaciones ligadas al proceso».

Todos los procesos eleccionarios (incluido un plebiscito) genera que las posiciones ideológicas dentro de un sistema político y de partidos altamente atomizado se muevan, en mayor o menor medida, hacia los extremos de forma centrífuga, particularmente cuando existen estructuras institucionales rígidas y reaccionarias a las presiones de demandas que son fruto del dinamismo de las relaciones humanas, siguiendo en ello a Sartori.

Respecto de la “disposición natural” a defender no siempre de modo pacífico sus intereses, ello es evidente en Chile. Los sectores sociales conservadores siempre se han ayudado de la fuerza para mantener los privilegios que el modelo de desarrollo les entrega. Así también lo advirtió Marx en el siglo XIX en lo que llamó la agudización de las contradicciones, es decir, cuando el choque de intereses es tal que ninguno de los implicados persigue no ceder en pos de la mantención de sus objetivos. Esto ha ocurrido desde siempre en el devenir histórico de nuestra República.

Por último, presentar el ejemplo de Bolivia, un Estado con una otrora institucionalidad débil por gobiernos incompetentes y grupos de poder y económicos sin escrúpulos en mantener un Estado fallido, en palabras de Weber, intencionalmente busca invisibilizar otros procesos exitosos de transformación constitucional como en Ecuador, Venezuela, Colombia, Perú, por señalar algunos en la región desde fines del siglo XX hasta la primera década del siglo XXI, sin mencionar el proceso en República Dominicana finalizado en 2010.

3.   «Una cuestión de dimensiones: El debate sobre una constituyente tiende por naturaleza a privilegiar la dimensión “habilitante” y no “restrictiva” de una constitución, siendo que el fin último de un texto constitucional es el limitar el poder del Estado, para con ellos, salvaguardar los deberes y derechos individuales. (Ulises que se ata al mástil para resistir los cantos de sirenas y poder ser libre en John Elster)».

En el punto tres claramente deja en evidencia que el discurso planteado por Ramírez ideológicamente responde a los códigos de Von Hayek y Friedman, en tanto que las reglas del juego (institucionalidad) son para limitar toda actividad estatal, excepto en lo que diga relación con las normas de estabilidad y protección del Estado (statu quo), con amplias facultades para la iniciativa privada, y que en todo aquellos casos en que ella no quiere o no puede satisfacer necesidades, se deja a la mínima capacidad estatal o, en el mejor de los casos, a la caridad.

Las constituciones políticas no necesariamente tienen “el” objetivo, sino una variada gama de finalidades que en el debate de definición de los principios en que se basa la carta fundamental se debe realizar con representación de todos los sectores sociales y buscará regular la vida social, política y económica del país y no sólo limitar únicamente la acción o poder del Estado, al menos así rezan los principios del constitucionalismo social, que informan a las constituciones de las “democracias avanzadas”. La limitación al abuso que un sector social haga del poder del Estado es uno de los objetivos, también los derechos y deberes (garantías constitucionales), el modelo de desarrollo, etc.

4. «Despilfarro de tiempo: Puede parecer un argumento baladí, pero no lo es. La evidencia comparada muestra que los procesos constituyentes fuera de ser desgastantes en términos de polarización social, son muy extensos, durando en promedio 16 meses (Ginsburg, 2009). Esto para el caso de Chile, representa prácticamente la mitad de nuestro periodo presidencial, si se considera que el proceso no se inicia desde el día primer día de mandato».

El cuarto punto es, por decirlo elegantemente, una elegía al negocio (entendido en la idea griega latinizada de lo opuesto al ocio). Es decir, para Ramírez es evidente que el tiempo que se reste a lo productivo, a la vida privada, carece de todo valor. Mas los principios de la democracia, anclados en la profunda memoria de la antigüedad de la civilización occidental, se sustentan en la idea de ausencia de necesidad, para dedicarse a las disciplinas que almientan el alma (arte, filosofía y política) para ser “buenos, justos y felices”, según las ideas de Aristóteles y la metafísica, es decir al ocio y a lo político.

El tiempo que cada pueblo, sociedad o comunidad política se tome para una empresa como una Asamblea Constituyente debe ser el que sus miembros consideren el mejor para ello. El discutir las formas de regulación de la vida, y las relaciones de reproducción de esta, son un ejercicio mínimo de civilidad y republicanismo. He ahí la clave del por qué de la longevidad de la institucionalidad de países en Europa, América, Asia y Oceanía. Ellos lo comprendieron como la evolución en las relaciones humanas de reproducción de la vida.

5.  «No es una demanda con un sólido respaldo popular: Las pocas encuestas serias (Encuesta Nacional UDP Primer Semestre 2013) que disponemos señalan que la demanda por una asamblea constituyente sólo es respaldada por menos del 10% de la población, concentrándose este apoyo en los sectores altos de la sociedad (43% de respaldo en sectores de NSE altos y 27% en NSE bajos)».

En tiempos donde lo único importante es lo que “dicen” los números, las encuestas resultan ser una herramienta eficaz de “expresión” de la Voluntad Soberana que sea acorde a los intereses de quien pretenda extraer de ella alguna respuesta sobre un tema determinado, sea valórico, político, económico, social, etc.

Dicho lo anterior, el argumento de Ramírez respecto de que la demanda ciudadana de una nueva constitución política carece de respaldo y que para ello se funda en una encuesta “seria” (que según su iluminado criterio son pocas), lo que no indica es ésta fue publicada en el primer semestre de 2013 y su columna publicada en octubre del mismo año, a poco menos de un mes para elecciones generales, evidenciando un intencionalismo al mostrar la argumentación de minimizar con cifras el apoyo a una Asamblea Constituyente.

En el análisis de la encuesta de la UDP de octubre de 2013 (pág. 20) en la parte respecto de la importancia atribuida a las reformas políticas, la opción “la reforma para establecer una nueva constitución” es calificada en una escala de 1 a 7 con un 5,5, por sobre la reforma al sistema binominal (5,4) y por debajo a una reforma que permita destituir a un alcalde que incumpla sus promesas (5,8).

Por tanto, al menos para los encuestados, que representan una parte de la población en un tiempo determinado, sí es importante y sí apoyan un cambio de constitución política, y ese 10% invocado por Ramírez es claramente relativizado ante estas cifras.

Por último, la última encuesta CEP publicada el 29 de octubre, arroja que el 45% de los consultados está de acuerdo con llamar a una asamblea constituyente, más del 10% del que habla Ramírez, así como también sobre el 50% de los encuestados están de acuerdo con una reforma al sistema binominal.

6.  «Las democracias avanzadas no son proclives al revisionismo constitucional: Basta ingresar al interesante sitio web https://www.constituteproject.org/#/ , para ver que los países que han materializado este revisionismo constitucional en nuevas constituciones en los últimos 10 años (2000-2013) son: Afghanistan, Angola, Bahrain, Bhutan, Bolivia , Burundi, República Centroafricana, Comoros, Congo, Costa de Marfil, República Dominicana, Timor Oriental, Ecuador, Guinea, Iraq, Kenya, Kosovo, Kyrgyzstan, Libia, Maldivas, Montenegro, Marruecos, Mozambique, Birmania, Nepal, Niger, Pakistan, Ruanda, Senegal, Serbia, Somalia, Sudan, Suazilandia, Siria, Tailandia, Turkmenistan y Zimbabwe».

Este argumento es francamente el más pobre. Ramírez cae en un error básico al ir en contra de las reglas de mínimas del método comparado (máximas diferencias/máximas similitudes) perdiendo de vista lo que Sartori llamó identidad de clase (Sartori, La Política, 2010, pág 268). Establece en igualdad de condiciones las situaciones de países tan disímiles como Ecuador y Mozambique, y de estos con las “democracias avanzadas”, donde las sociedades e instituciones de estas naciones se encuentran influídas por un fuerte respeto a la costumbre y las tradiciones, las que se afianzan en un complejo proceso sociológico en el tiempo basado en la confianza mutua entre ciudadanos y el Estado.

El “revisionismo” en caso alguno implica retroceso, como se quiere indicar en la argumentación de Ramírez, al menos así ha quedado de manifiesto en Bolivia, Colombia o Perú, por señalar algunos ejemplos diversos de fortalecimientos institucionales en América Latina.

7.  «Colombia no es la excepción a la regla: Los activistas por una asamblea constituyente señalan el caso colombiano como un ejemplo homologable al de Chile, pero no lo es. Si se indaga en las condiciones posibilitantes de la AC colombiana encontraremos una crisis política que hace metástasis, con casos como introducción del mundo del narco en la política, acción de grupos paramilitares, asesinato de candidatos presidenciales, sistema de partidos con una inexistente -ni siquiera baja- capacidad de articulación de demandas. ¿Eso es Chile? Claramente no…»

En este punto Ramírez olvida (al igual que nuevamente la identidad de clase del método comparado), que en Colombia el proceso para la nueva constitución fue producto directamente de la movilización de los estudiantes que reclamaban por una reforma constitucional que estableciera una mayor participación y bienestar social, en un contexto de guerra civil no declarada de décadas, el desarrollo del narcoterrorismo, disociación entre las instituciones y la realidad social, y el aumento y tolerancia de la corrupción. Características todas que en caso alguno pueden identificarse en Chile por estos días, evidentemente, pero la similitud proviene del origen en la organización de los estudiantes que llaman una mayor inclusión y respeto por los derechos humanos de tercera generación que culminan con la promulgación de una nueva Carta Fundamental en 1991.

8. «La “política constituyente” reemplaza a la “política ordinaria”: El recurrir a reformas de la Constitución como estrategia para jerarquizar ciertas metas o finalidades de la política “ordinaria” trae el inconveniente de convertir lo extraordinario en ordinario, al tiempo que se perpetúa la disposición al cambio en las reglas del juego por quienes no quedaron del todo satisfechos o quienes quedaron completamente insatisfechos. Como consecuencia, el “juego” de la política ordinaria no se empieza a jugar, porque se renueva constantemente la voluntad refundacional (Gargarella y Courtis, 2009). Esto es la política maximalista pendular».

El temor de que el debate por una nueva constitución no se “clausura” y se mantenga en suspenso constante la Carta Fundamental y con ello caer en la inseguridad jurídica, puede evitarse, en tanto exista efectiva posibilidad de debate y participación en la construcción de la norma básica de toda la organización política y social. Es evidente que nadie estará 100% satisfecho con el resultado del debate en una asamblea constituyente, sin embargo los deseos refundacionales se ven seriamente mitigados por el hecho de que operó una convención, un acuerdo entre pares, y no una imposición de la visión respecto al modelo de desarrollo del país, y con ello la necesidad de debatir en aquello que no hubo acuerdo se traslada a lo que Ramírez indica como “política ordinaria”, es decir, se pasa del constituyente al legislativo a través de las leyes orgánicas constitucionales, por ejemplo.

9. «Porque el argumento de la supermayorías no es suficiente: Los activistas de la AC señalan que la estructura de quórums de Chile para la reforma constitucional es única en el mundo. Lo anterior no es correcto. Democracias avanzadas en el mundo tienen estructuras de quórums de reforma constitucional  iguales o superiores que las que están presentes en Chile como Australia, Canadá, Japón, Suiza, EE.UU, Alemania, Austria, Costa Rica, Portugal, España, etc. (Lijphart,2000) Y leyes supermayoritarias también están presentes en países como Uruguay, Bélgica, Dinamarca, etc».

Ramírez persiste en cometer el error de livianamente pasar por alto el principio de la identidad de clase en el método comparativo, además de evidenciar su tendencia en aceptar terminologías propias del siglo XIX y comienzos del siglo XX.

Efectivamente en las “democracias avanzadas” (léase países industrializados del mundo) han establecido, generalmente, altos quórums para la modificación de las normas fundamentales de aquellos países. Sin embargo los contextos sociales, económicos, culturales y normativos son completamente diversos a la realidad chilena, con excepción de Costa Rica y Uruguay, probablemente.
Así mismo, en los países que Ramírez propone como ejemplos de comparación ningún grupo u organización política posee sobre-representación parlamentaria, ni capacidad de veto superior a su representación política en el parlamento, porque los sistemas eleccionarios no son como el binominal chileno, el cual es único en su especie, y del cual todos comprenden que provoca (y ha provocado) una sobre-representación de la derecha. Eso es inaceptable para las “democracias avanzadas” de Ramírez.

10. «Porque la legitimidad de las instituciones es por naturaleza dual: Se apela a que nuestra constitución no tiene legitimidad de origen (fue diseñada en el contexto de un régimen político no democrático), sin embargo, ésta fue legitimada por ejercicio por los cuatro gobiernos de la Concertación, siendo inclusive reformada y firmada por Ricardo Lagos en 2005. Es decir en el plano legitimidad de origen/ejercicio (Deutsch, Karl, 1976) la actual constitución se valida completamente en la segunda dimensión».

Es sencillo buscar la legitimación de actos que carecen de aquello, al menos eso es lo que hacen generalmente los gobiernos de facto y la dictadura de Pinochet no fue la excepción.

Si se hace una revisión histórica la constitución de 1980 carece de legitimidad de origen, y sorprendentemente las dos cartas fundamentales que le preceden tienen el mismo problema, puesto que su aprobación y promulgación se hizo obviando todas las reglas mínimas democráticas, sin registros, sin partidos políticos, sin asamblea constituyente, etc.

Ramírez tiene toda la razón cuando señala el principio de legitimidad dual, en tanto que los cuatro gobiernos de la Concertación refrendaron la normativa e institucionalidad instaurada en la dictadura, tanto así que bajo la administración de Lagos Escobar se reforma, pero más bien fue una modificación estética y no material. Lo anterior se debe a que los gobiernos concertacionistas (con Aylwin y Frei) no tuvieron la capacidad política, legal ni la intención de modificar la Constitución, además de ser ello parte del acuerdo para terminar con la dictadura, y luego con Lagos y Bachelet no tuvieron la fuerza política con la sobre-representación de la derecha en el Congreso, que bloqueó todas las instancias de reformas, excepto aquellas que le convenían electoralmente.

Todo lo anterior coadyuvó a que se afianzara una institucionalidad de una carta fundamental espuria y con ello que se verifica lo que Ramírez argumenta acerca del principio de dualidad de la legitimidad. No obstante, el sentimiento de rechazo crece, la ciudadanía se organiza y manifiesta en contra de un modelo de desarrollo como el neoliberal que no ha hecho más que favorecer a unos pocos y despojar a las personas de sus derechos fundamentales por la fuerza, entregándolos al mejor postor, enriqueciéndoles a costa del dolor, la segregación y humillación de su propia gente.

Ese el legado de la implantación del neoliberalismo. Es una vergüenza que el desarrollo de unos implique la humillación, el dolor y sufrimiento de otros, y que algunos lo defiendan sin miramientos ni matices. La condición humana lo llamó Hannah Arendt.

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jose-luis-silva

31 de octubre

Pero que falacia mas estèril. Si considera menos legítima la constitución actual fué por el sabotaje de la izquerda que a pesar de que los militares pedian a todos que colaboraran con el pais para hacer una costitución, la izquerda se negaba, criticaba y hasta combatia la reconstrucción del país que ellos destruyeron.

Acaso hay alguien que haya redactado y publicado alguna constitución alternativa para ser aprobada por la ciudadania como lo hizo el gobierno militar ?

cri cri cri

Lo mas cercano a una constitución alternativa de lo que son capaces es buscar respaldo para una Asamblea Constituyente, el añoso engendro comunista para dar por aprobada una constitución sin que nadie la haya leido, eso es lo máximo en exigencia democratica que tienen, el cerebro no les da para mas, ¿ Me equivoco ?

Lograron derrumbar la constitución “burguesa” del 25, depues rehusaron colaborar en la creación de una nueva constitución durante el gobierno militar, tampoco entregaron una constitución alternativa a la del 80 en ese momento, y no son capaces de redactar y publicar una constitución para ser aprobada por la ciudadania hasta el dia de hoy..

Solo critican la costitución actual, igual que en pasado cuando nos arrastraron a un gobierno militar que construyera de nuevo todo, Critican porque son absolutamente incapazes de proponer algo.,

Agradesca que existió un gobierno militar y una derecha que colaboró para hacer una constitución o no tendria absolutamente nada. ¿ me equivoco ?

Saludos

05 de noviembre

José Luis

Su comentario, además de obviar varios hechos históricos, que el mismo texto señala de manera sucinta, es bastante emocional que reflexivo. En consecuencia, la expresión de su opinión está más cercana al realismo mágico de García Márquez que de la realidad histórica del país.

Atentamente.
FRC.

servallas

11 de noviembre

Me quedo con los argumentos, se ven sólidos, los contraargumentos presentados son sólo más de lo mismo, retorica populista de pobre base intelectual. En todo caso, creo que habrá asamblea constituyente, no bastarán los buenos argumentos, como pueblo no tenemos el nivel para debatir en ciertos escenarios y como siempre, caeremos porque son muchas las fuerzas que tiran para abajo.

11 de noviembre

Sergio:

Hablando de pobreza intelectual, ¿cuál sería su aporte al debate? Usted presenta una crítica donde cómodamente dice compartir los argumentos de Ramírez pero no agrega sustancia al debate. Eso indica una grave falta de pensamiento crítico propio, y peor aun, prefiere que otros piensen por usted, y eso señor mío es el alimento del populismo que según usted yo repito.

Le recomiendo lea «La condición humana» de Hannah Arendt y revise en ella el concepto «Inter hominem esse», probablemente le ayude a comprender lo político.

Atte. FRC

servallas

14 de noviembre

Fernando, el Sr, Ramirez no sólo argumenta impecable, sino que sostiene sus afirmaciones con claros ejemplos de la realidad latinoamericana, tome el punto 7, Chile dice Ud. no es Colombia, claro que sí, pero no somos Suiza. A la manera latinoamericana, pero de signo destructivo, hay grupos organizados, perfectamente coordinados, redes muy bien articuladas, camarillas oscuras y una serie de intereses maquinando detrás de la idea de la A.C., ante los cuales Ud. y yo valemos menos que una cucaracha. Después de eso ¿ lloraremos sobre la leche derramada?.

14 de noviembre

Lamentablemente Sergio usted tiene una idea bastante pobre de si mismo y lo proyecta hacia la sociedad, ante ello no hay mucho que hacer si no nace de usted. Si prefiere que otros piensen por usted, si prefiere callar antes que denunciar abusos, injusticias e inmoralidades, entonces es evidente por qué le hace tanto sentido las palabras de Ramírez.

Su ejemplo alienta a esforzarnos el doble para que el mensaje sobre la necesidad de una nueva Constitución para recuperar la soberanía ciudadana sea comprendido en su severa dimensión, sacuda las conciencias y nos organicemos como una comunidad democrática de una vez por todas.

Deseo, de corazón, que en algún momento de su vida, estas palabras le hagan sentido y logre vislumbrar lo grave de mantener un modelo como el que Ramírez defiende. Usted es el ejemplo hecho carne de lo que Arendt llamó «La condición humana».

Atte. FRC.

servallas

20 de noviembre

Estimado, se equivoca Ud., no es que no quiera que se perfeccione la democracia en mi país, pero me cuesta mucho pensar, dada la evidencia disponible, que todos tengan los nobles sentimientos que Ud. tiene, es más bien al revés, me parece una campaña orquestada que finalmente nos llevará a una dominación por la vía administrativa de ciertos grupos, una suerte de golpe de estado aprovechando unas coyunturas complejas que son responsabilidad de toda la clase política. Si yo viera en el horizonte que esa nueva carta viene precedida de nobles sentimientos como lo suyos, y además, se pensara su articulado adecuadamente mirando el futuro, se reflexionara, se validara sin recurrir a los miles de trucos para mostrar como participación el decorado, si participaran en ellas todos los sectores, sin exclusión y llegando a acuerdos, si comprometiera el pensamiento de nuestros sabios de todas la áreas, que los tenemos, y si además tenemos alguna chance de decir algo Ud., yo y cualquier hijos de vecino, créame que apuesto por ella, pero no es el caso.

20 de noviembre

Usted describe, Sergio, una situación que no existe y establece una hipótesis bastante negativa para la autodeterminación ciudadana. Me pregunto por qué la insistencia en ello, y la respuesta más lógica a ella es su desprecio a lo político (entendido como «dialogós polemos).

Teme al debate porque no sabe cómo enfrentarlo, porque se acostumbró a que otros lo hicieran por usted en cuatro paredes, esa es una posición (material e intelectual) muy ingenua, y por tanto considera que el resto también lo es.

Las nuevas generaciones han demostrado que el desprecio por lo político crea generaciones como la que hoy están en el Congreso y defienden la institucionalidad impuesta por una dictadura, porque les conviene. Eso, buen hombre, es lo que se debe terminar, lo que por vía administrativa impuso una vil dictadura, terminar de una vez por todas con la ilegitimidad que la imposición; por parte de un sector de la sociedad, de una carta fundamental que permite a únicamente ella de participar de los beneficios del desarrollo que se logra con trabajo conjunto de la sociedad chilena.

Ese intento por obviar el malestar del sector social excluído, segregado y humillado, es lo que finalmente gatilla la polarización y radicalización, y si no se recogen dichas demandas al interior de la institucionalidad, veremos el aumento de la agudización de las contradicciones, y cuando ello alcance su punto máximo, se darán cuenta que habría sido mejor debatir sobre una nueva institución.

Recuerde algo, las sociedades humanas en el devenir histórico tienden a repetir hechos traumáticos no resueltos, es por ello que los historiadores señalan que la Historia es cíclica.

¿No es mejor reflexionar y debatir al respecto? Yo creo que sí, y para evitar que poderes fácticos puedan cooptar la discusión, se deforme la intensión primigénia de construir una nueva constitución, y que un grupo pretenda imponer su visión y quiera gobernar vía decretos, es que es imperativo politizar a la sociedad civil, reinstaurar la civilidad para que estos se organicen y seamos los ciudadanos los que efectivamente generemos y guiemos el debate.

Mientras existan seres humanos que se aprecien a sí mismos como inferiores e incapaces, tendremos normas e instituciones segregadoras y discriminatorias.

Pero eso, evidentemente, no va con usted, porque usted está por sobre ese debate insulso e ingenuo, y es más cómodo (y seguro) dejar que una minoría perciba los beneficios del desarrollo esquilmando a sus compatriotas.

Que tristeza me provocan sus palabras, pero me alientan, insisto, el perseguir con más fuerza lo que considero un imperativo ético: Una Nueva Constitución para la República.

Atte.
FRC.

servallas

16 de diciembre

Estimado, si Ud, cree que por medio de una nueva carta va a cambiar dos siglos de exclusiones, de maltrato, de abuso de la clase politica y su entramado familiar, y además, que de la noche a la mañana cada chileno cuente con la suficiente sapiensa para que no le pasen gato por liebre, entonces Ud. no conoce su país. Lo primero que se requiere es educación, señor, le recuerdo que mucha gente, mucha, no entiende lo que lee, y se acostumbró por décadas a informarse por medio de slogan, se requiere también cultura, enseñarle a nuestro pueblo a pensar y reflexionar, a ser persona, a dicernir entre opciones, antes que el esperado desarrollo en cifras que los politicos nos quieren vender, necesitamos el desarrollo de cada persona, de cada individuo, luego, allí, si alcanzamos ese escenario, entonces jugamos con todas las posibilidades de futuro, antes me parece una manipulación, una más de las tantas que hemos tenido.

José Martínez

21 de julio

Impresentable la conclusión. ¿Qué tan sólo ha enriquecido a unos pocos y ha humillado a todos los demás? Es cierto, existen problemas en nuestro país todavía, pero es cosa de salir a la calle y comparar lo mucho que este país ha progresado durante los últimos años bajo este modelo. ¿Acaso ha habido otro período tan exitoso para este país? Todo lo que se considera malo hoy en día, ni hablar como lo era antes cuando eramos un país pobre. Concuerdo en que se deben realizar reformas para ampliar el diccionario sobre lo que se considera desarrollo, pero desconocer todo lo que se ha avanzado y «demonizar» al neoliberalismo como causante único de los múltiples problemas que mantiene Chile desde su fundación me parece patético. Esta bien tener una postura, pero cuando no pones la pelota en el piso, y no piensas un poco más allá de tus narices, la cosa no da para más.

Blanca

13 de septiembre

Felicitaciones a todos a quienes expusierón su punto de vista aqui, hacía tiempo que no veía el respeto hacia el otro por pensar diferente…. me alienta y sigo teniendo fe… Bravo se han comportado como caballeros …

srdan

19 de diciembre

Infinitamente lateros pero indicutiblemente caballeros.

me pregunto, sin ninguna retorica ni hermosas y rebuscadas palabras, ¿realmente creen que a los chilenos les importa la constituccion?.

Creo quw esa necesidad imperiosa del pueblo es una falacia. Realmente creen que a una masa bastante ignorante le preocupa una constitucion?. A esa masa solo le importa el copucheo de la television, el carrete del fin de semana y el fútbol.

Creen entonces que una asamblea constituyente sera la solucion?

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