Debemos decir, en principio, que no existe un solo tipo de totalitarismo. Como todo concepto, “el totalitarismo”, es un concepto móvil que adquiere su significado a partir de la confrontación con la realidad. Por supuesto, existen elementos generales que sirven de guía y mapa en medio del confuso influjo del devenir, sin embargo, esos elementos no son un a priori de categorización.
En lo que respecta a su definición, García de la Huerta señala en Tiempos de Oscuridad, haciendo una referencia directa a Hannah Arendt, que existe un concepto restringido de totalitarismo dado por la dilución de la esfera política en la social, cuyos elementos diferenciadores son la existencia de una ideología dominante, el ejercicio de la violencia por parte del Estado y por parte de grupos paramilitares que no forman parte de la burocracia, y el movimiento permanente que deriva en un constante estado de excepción. Este concepto es el que define a los grandes totalitarismos europeos del siglo XX. Sin embargo, existe también un concepto amplio de totalitarismo y lo que él llama totalitarismo perfeccionado. El primero es un concepto general que hace referencia a la idea de la dominación total por medio del terror, la ideología y el aislamiento. El segundo, en cambio, es el totalitarismo que prescinde de los elementos del totalitarismo clásico. Así pues, puede haber un totalitarismo sin la presencia de una ideología dominante, o de una estructura de violencia paralela a la burocracia estatal, teniendo como eje la dominación y como tal puede constituir un peligro para cualquier democracia.El eje crítico de la situación actual radica en que el discurso totalitario está intentando ejercer su validación por la vía democrática. Se llama a sí mismo democrático al mismo tiempo que reivindica la dictadura y que llama a endurecer los mecanismos de represión
En este sentido es oportuno preguntarse si en nuestro contexto actual puede surgir el totalitarismo en cualquiera de sus formas. La pregunta es del todo pertinente, pues el arraigado hábito de desentendernos del pasado, y desconocer la historia, invisibiliza la irracionalidad de los discursos mesiánicos que reivindican sin pudor el periodo más oscuro de nuestra historia reciente. Desde la vuelta a la democracia en Chile, nunca había estado tan patente la posibilidad de revivir las prácticas y los discursos que la clase política aseguraba habían quedado atrás.
El eje crítico de la situación actual radica en que el discurso totalitario está intentando ejercer su validación por la vía democrática. Se llama a sí mismo democrático al mismo tiempo que reivindica la dictadura y que llama a endurecer los mecanismos de represión que dejaron como consecuencia cientos de mutilados durante las manifestaciones que dieron origen al proceso constituyente. Por su puesto, hace también uso de otros conceptos de carácter general: la libertad, la familia, los símbolos patrios, para justificar propuestas tales como abandonar la ONU, perseguir a la disidencia política, facultar al presidente para detener a personas en lugares distintos a las cárceles o construir una zanja para regular la migración.
El contenido del discurso es aberrante. Sin embargo, la pregunta es si puede, a partir de este discurso, devenir un totalitarismo en cualquiera de sus formas, o, dicho de otro modo, si es suficiente defensa contra el totalitarismo el hecho que los sectores de ultraderecha busquen el poder a través del voto. En su forma clásica, el totalitarismo, utilizó distintos mecanismos para hacerse con el poder, entre ellas el voto en el caso de Hitler, por lo que, debemos decir en principio, que el peligro sigue latente. Ahora bien, en el caso de los totalitarismos americanos o neototalitarismos, el poder fue adquirido por a través de Golpes de Estado, lo que actúa como cortina invisibilizadora del peligro que representa hoy la ultraderecha que quiere diferenciarse del pasado a partir del uso instrumental de la democracia.
Si hacemos caso de las definiciones que expone García de la Huerta, podemos ver que un elemento clave es la disolución de lo político en lo social. ¿Qué significa esto? La pérdida de libertad que implica la confusión de la esfera pública con la esfera privada. La esfera social unifica lo que la política diferencia, por lo tanto, impone el control del mundo privado a través del espacio público. Un ejemplo de esto podría ser el matrimonio igualitario: el matrimonio es un objeto de política pública puesto que regula efectos civiles en las relaciones conyugales. Sin embargo, si el candidato de ultraderecha declara que acorde a sus convicciones personales debe tener ciertas características, está confundiendo claramente el mundo privado con el espacio público.
Hoy existe el riesgo evidente de imposición de dogmas privados en lo referente a políticas públicas: eliminación del Ministerio de la Mujer, diferenciación entre mujeres casadas y solteras, derogación de derechos adquiridos en lo referente a libertades sexuales, que hacen pensar que el discurso totalitario puede convertirse en una praxis totalitaria reivindicando la violencia y la discriminación a partir del uso maniqueo de los conceptos de libertad y familia. Una conclusión análoga se sigue de la constante referencia al terror y a la creación de un enemigo en el imaginario colectivo bajo la denominación abstracta de “el comunismo”. Existe en este discurso una deshumanización que apunta a la justificación de la violencia política, sea a través de expulsiones, sea a través de detenciones o a través de establecer estados de excepción en zonas de reivindicación territorial.
Por lo tanto, hoy el totalitarismo es una amenaza real. Se presenta en una nueva forma que pretende la reducción del Estado y de los organismos públicos haciendo que se mantengan en lo nominal, pero se anulen en lo sustantivo, e impere, de este modo, el interés privado y el control de las individualidades. Hoy entonces, la elección no es entre un candidato u otro, sino que entre democracia y totalitarismo.
Comentarios
14 de diciembre
Y hay que asumir que quien salga va a seguir subiendo el pan y el costo vida.
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15 de diciembre
Me pregunto, Claudio, si podrías hacer una nota descriptiva del totalitarismo que aparece como amenaza fulminante por el lado de Boric. Digo, si alguien dice «todo el mundo se debe vacunar», gritándolo, literalmente, yo me digo, con todos los videos que he visto en tiktok o Kwai que: recórcholis, ¿él me quiere asesinar?… La relación vacuna, contagio, enfermedad y muerte, es inmensa… Quien no se haya dado cuenta que nos están enfermando y matando a vacunas, no entiende lo que está pasando… Por tanto, a mí me parece totalitarismo absoluto tal afirmación. La creo amparada en Bachelet. Bachelet ya casi nos hubiera tenido vacunaditos a todos, con la relación que tiene con la ONU, desde donde proviene una lista muy amplia de relaciones medio oscuras que procuran intervenir la sociedad con las ideas del Foro de Sao Paulo, tan defendidas por Maduro, con similar idea de Jadue que lo ha defendido, lo mismo que Boric, convirtiéndose en una amenaza efectivamente de corte comunista con una Asamblea Constituyente a sus pies, lo mismo que otros países que se fueron al agujero comunista…
Yo creo que la gente vota más que por totalitarismos –tal como también lo son terminar AFPs (hay un sistema mejor que el actual y no las termina), o generar un único sistema de salud, o de fondos de pensiones– por evitarse un mal mayor. Efectivamente el comunismo crea cuco, porque es un cuco grande y doloroso y pretender camuflarlo como lo haces tú, no me parece que haga honor a la realidad…
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15 de diciembre
95% de coincidencia de Programa de Jadue y Boric. Jadue dice que será el primero en levantar la voz del reclamo en conferencia oficial televisada por el medio de expresión de todos los chilenos al que quería ponerle bocado, limitando su capacidad de expresión, si se aparta un milímetro nanométrico por segundo al cuadrado del Programa que quiere entregar condones a niñitos adolescentes, lo mismo que otras entidades del lado oscuro de la fuerza.
Eso de terminar con las AFPs, en vez de racionalizar lo que está mal en ellas, así como crear una AFP y banco de los trabajadores, es una soberana intervención totalitaria, en el sentido que va a excitar al sistema con una entrada escalón de amplitud desconocida y el sistema va a perder estabilidad. Si termina con las AFPs, la sola entrega de títulos de dominio va a crear un descalabre financiero de proporciones épicas, de esas que cuestan y duelen y la pagan peor quienes menos tienen.
(El sistema de AFPs necesita ser mejorado, pero, es el que nos sacó del agujero comunista y ha sido el eje del motor del país por décadas. Todo ese Chile que hemos visto mejor a partir de un país destruido y sumido en el barro comunista, proviene de un tributo por inversión, con trabajo para alguien de tu familia, que construyó desde carreteras a transantiagos, desde escuelas hasta hospitales, y fue capaz de darle a una jubilación a quienes no la tenían, así como permite alimentar a una tropa de parásitos).
¿El sistema de 3 décadas al tacho?…