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Cierta izquierda y la derecha unidas, jamás serán vencidas

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Me gusta cuando una sociedad piensa. Cuando sabe que la consecuencia porque sí es una tontera estéril. Cuando entiende de que, detrás del ”oficialismo”, en donde están quienes ponen entre dicho la palabra establecida, está por lo general lo que se escudriña, lo que se busca, lo que resulta ser más interesante que lo que se nos quieren decir.

Si hay algo que me parece realmente fascista -usando el lenguaje de estos días- son los gobiernos militares. Los gobiernos en donde los militares son parte importante y adquieren una cierta importancia más allá de la que realmente deberían tener.

Más bien mi problema es con los uniformados y el excesivo poder que se les da. No sé si será parte del típico trauma de un país que vivió una fuerte dictadura, pero por lo general cuando los veo en las calles ejerciendo en sus posturas amenazadoras, me da susto. Me frustra cuando escucho los sentidos testimonios de mapuches en la Araucanía,  porque que viven en un territorio militarizado por fuerzas especiales, en donde la policía verde se transforma en un ejército. Y también me da pena -y rabia- saber que en mi país ciertas razas sean perseguidas por ser quienes son o por querer reivindicaciones.

El 2011, cuando los estudiantes volvieron a ponerle sensatez a nuestra sociedad tontificada que creía que todo era transable, sentí miedo, frustración, pena y rabia al ver la fuerza con la que salieron -ordenados por el ministerio del Interior- un sinfín de chilenos uniformados con armas, a recordar tiempos oscuros en los que no se podía manifestar libremente en las calles.

Otro sentimiento que me aparece es la impotencia cuando veo que en ese imperfecto -pero virtuoso- sistema llamado democracia, algunos se atribuyen demasiadas licencias por sobre otros. Ya que sienten que tienen una verdad que puede silenciar una realidad.

A veces me acongoja que aún en nuestro país exista un Estado que combate mapuches como quien se enfrenta una plaga. Como quien enfrenta algo lo que -según una élite cree- debieron haber terminado hace años porque son molestos, y porque son una verdadera piedra en el zapato para un discurso que establecen como inmodificable. Inquebrantable.

Por eso me gusta cuando las mentes despiertan y cuestionan los discursos oficiales. Me enorgullece la raza humana cuando somos capaces de contradecir incluso nuestras ideas cuando éstas no están en el camino correcto, porque estamos cometiendo errores que podrían ser graves.

Me gusta cuando una sociedad piensa. Cuando sabe que la consecuencia porque sí es una tontera estéril. Cuando entiende de que, detrás del ”oficialismo”, en donde están quienes ponen entre dicho la palabra establecida, está por lo general lo que se escudriña, lo que se busca, lo que resulta ser más interesante que lo que se nos quieren decir.

Es por esto que no entiendo a cierta izquierda y su visión de lo que pasa en Venezuela. No lo logro entender. Me parece panfletario y se condice poco con lo que debería pensar alguien que pertenece a un país que vivió y padeció una dictadura como la de Pinochet.

No estoy comparando a este último con Maduro, ya que el régimen que encabeza no es una dictadura en el papel, pero sí hay varias conductas dictatoriales que me traen ciertos tiritones. Cosas que no las leo en la siempre ideologizada información que dan nuestros medios de derecha -que prefieren hablar de Venezuela antes que de lo que sucede en nuestro sur- sino cosas que escucho en discursos y en afrentas.

No me puede gustar ver a un tipo tildar de fascista a quien no está de acuerdo con lo que él está haciendo en su gestión. No puedo avalar a los que traen a colación la Guerra Fría, porque no los soporto. No los he soportado nunca, porque crecí en un  país en donde todo quien pensara diferente era un terrorista, un violentista. No me gusta cuando en una discusión uno de los dos pretende acallar al otro porque se siente dueño de la verdad. No me gusta quienes tienen la verdad, porque lo más seguro -es cosa de leer historia- es que no la tengan.

Tampoco me gusta el golpismo. Lo encuentro reaccionario y sumamente dañino. Como dañino y reaccionario me parece acusar de golpista a quien no te quiere, al que no le gustas. Ya que los verdaderos golpistas son cosa seria, y no es un  término que se pueda malgastar, como se malgasta en la boca suelta de Nicolás Maduro. Porque se convierte en una caricatura y en una manera de silenciar sus errores, transformándose así en el dueño de algo que se parece a la verdad oficial.

Todo esto lo digo porque el espíritu de cuestionamiento debe mantenerse intacto para quien dice tener cierta sensibilidad. Digo intacto ya que en algunos lo veo medio sucio, difuso y manchado por simbologías y creencias dogmáticas.

Porque si bien hay algunos que prefieren poner en titular lo que pasa en Venezuela por sobre lo que pasa en Chile -como por ejemplo con los carabineros infiltrados- y así omitirlo, hay otros que prefieren omitir lo que sucede en un país que dice ser de izquierda -yo no creo que lo sea- solamente porque su dogma indica que es lo que deben hacer.

Quien escribe, en cambio, prefiere seguir cuestionando. Prefiero condenar la violencia y el autoritarismo donde lo vea, obviamente cuidándome de los panfletos de ambos lados. De esa izquierda me gusta ser. La encuentro más inteligente.

Porque en estos casos -parafraseando al gran Nicanor Parra- cierta izquierda y la derecha unidas, jamás serán vencidas.

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Foto: Wikimedia Commons

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Comentarios

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18 de febrero

Interesante artículo. Gracias por compartir con nosotros -los lectores tu opinión, muy de acuerdo. El socialismo-bolivariano tiene mucho por donde rectificar. Un abrazo

jose-luis-silva

18 de febrero

Obviamente el tema Venezuela hace ver contradicciones en algunos sectores. Acá las protestas callejeras, que calificaban para ellos como la voz del pueblo, siempre, única e incuestionable, pero de pronto ocurren en Venezuela, entonces se obligan a acusarlas como acciones imperialistas subversivas, golpistas. O sea siempre fueron simples slogans ideológicos.

No corresponde asimilar a Pinochet con Maduro, aunque podría ser una consecuencia de Maduro, como cuando vivimos acá una situación muy parecida. Pero eso difícil que ocurra en Venezuela, no al menos en la misma escala, no en esta época. Lo mas probable es que haya una destitución al final de este camino.

Pero lo importante es que su criterio está correcto al decir que «no me gusta tal cosa», UD no se cierra en un «jamás» porque UD esta consciente que su visión puede ir cambiando al reflexionar sobre eventos o conocimientos durante el tiempo. Bajo su visión actual mis ideas califican como las de un fascista empecinado y seguirá pensando así siempre o por muchos años. Aún así no se casa con un “para siempre”.

Lo felicito por su reflección, es de gran altura.

Saludos

23 de febrero

Nada distinto a la contradicción de los que ven las protestas de acá como vandalismo y terrorismo y las Venezuela como la voz del pueblo. Cinismo y pocos huevos para asumir la innegable condición ideológica inclinada hacia un lado experto en mentiras y cinismo. ¿Qué casualidad que ud piense así no?

18 de febrero

Totalmente de acuerdo Francisco, es asi como pensamos muchos,lo planfletario de un discurso añejo y los dogmatismos partidistas se sienten como ruido desagradable al escucharlos…ni derecha , ni izquierda…solo condenar la violencia, lo injusto,lo oportunista venga de donde venga…buen y claro analisis…

Saludos y felicitaciones…

Carolina Adaros Boye

19 de febrero

Francisco,
De verdad se agradece en el alma leer palabras sensatas entre tanto fanatismo irracional de esa «cierta» izquierda. De verdad me duele que en un país que recién está superando tanta división y odio se celebre en las redes sociales a un personaje como Nicolás Maduro que fomenta la polarización y la división en Venezuela, que es autoritario y se vale de propaganda barata para desafiar a su «enemigo» que no es sino un porcentaje importante de su propio pueblo.
A mi este tema me toca de cerca porque mi novio es venezolano y todos los días tengo información de primera fuente de lo que está pasando en las calles. Me he abstenido de opinar hasta ahora cuando leo a mis contactos de facebook tomar partido fervientemente por el gobierno Venezolano. Los ignoro porque se que no saben lo que están diciendo. Creo que además temo que si comento me llegue el peor insulto del mundo: que me digan que soy de derecha o me cae bien el imperio gringo. Nada más lejos de la verdad. Sólo creo que la libertad de expresión, el pluralismo y el derecho a manifestarse son valores que van por sobre las ideologías políticas que cada quien pueda tener. Por lo mismo nuevamente agradezco tus palabras.

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