Ante la noticia del pacto entre el mal llamado Partido Republicano y Chile Vamos, desde todos los lugares del espectro político salieron a condenar lo sucedido; fotos de la derecha haciendo gestos nazis mientras firmaba la inscripción de la lista constituyente, fueron algunos de los memes que circularon por las redes sociales.
A esto se sumaron las muestras de molestia de algunos miembros de Evópoli, como el exministro del Interior Gonzalo Blumel, por la incorporación de ciertos “rostros” de la extrema derecha en la lista. Al parecer les molestaba verse mezclados con estos, porque hoy es mejor visto ser Biden que Trump. Y, guardando las profundas diferencias sociales (en Estados Unidos son gente blanca de clase media baja; acá se manifiestan en Apoquindo), los miembros de los “republicanos” chilenos, en su mayoría, se identifican con la desfachatez del todavía presidente norteamericano. Es una cuestión de aspectos más que otra cosa, ya que, en materia económica, que parece fundamental para todos, no hay tal gran diferencia de visiones.Lamentablemente en ese sector los discursos y los chantajes morales abundan por sobre la construcción de algo que pueda dar cierta gobernabilidad hacia el futuro
Sin embargo, estas peleas al interior del sector probablemente no opaquen lo fundamental: la coalición del peor gobierno de la historia reciente fue capaz de meter los ruidos externos en su interior. Es decir, metió a personajes como la polémica Teresa Marinovic para silenciarla y ponerla al servicio de algo.
Algunos podrán decir que se corre el riesgo que corrió el Frente Amplio con Pamela Jiles, quien desordenó la joven y prometedora coalición para hacerle perder toda relevancia; pero no parece posible. Jiles es más independiente, no se mueve por ningún estándar de ningún tipo. Sabe aprovechar, mirar, dividir y unir cuando le es necesario. Conoce perfectamente al sujeto político construido en los últimos años y lo pone al servicio de su política comunicacional. Marinovic, en cambio, no. Aunque parezca, no es tan osada. No tiene inteligencia estratégica y es más bien alguien que quiere molestar un rato, pero nada más. Y ese tipo de personas son domesticables. Incluido Kast. Por lo que la jugada política del oficialismo asombrosamente inteligente. Logrará hacer algo que incluso los republicanos norteamericanos no pudieron hacer.
¿Y en la oposición? Bueno, ahí la cosa está más compleja. Lamentablemente en ese sector los discursos y los chantajes morales abundan por sobre la construcción de algo que pueda dar cierta gobernabilidad hacia el futuro. Las criticables decisiones políticas de la Concertación, esas que fueron floreadas por un relato temeroso del conflicto y las visiones antagónicas, se han convertido para cierto sector de la izquierda en un pecado imperdonable; en una lucha de fuerza por quién tiene más credenciales de pureza.
Pero hacer recaer la responsabilidad solo sobre el Frente Amplio o el Partido Comunista sería realmente injusto. En los partidos eje que gobernaron Chile por veinte años, hay una soberbia que ya no tiene sustento alguno. Existe una especie de orgullo de una gradualidad que realmente fue la radicalidad del perdedor, del que siempre debió someterse a las reglas del contrincante, vistiéndolas de triunfo personal.
En el PPD, donde asoma el primer indicio de una pelea presidencial, el espectáculo es patético. El debate es pobre y las ganas de mostrar cierta cordura se mezclan con las ansias de mostrarse joven y renegar de lo que se es o se fue. Es una extraña combinación entre tratar de manejar el legado histpótico, jactándose de él sin asumirlo y al mismo tiempo querer ser el tío “lolein” del asado con los sobrinos.
¿Qué falta para que esos mundos puedan conversar? Inteligencia política y saber construir una universalidad que vaya más allá de las diferencias particulares. Hoy se necesita un movimiento emancipador que entienda los problemas de siempre como también los de hoy; es sumamente importante que las problemáticas conceptuales del pasado conversen con las realidades del presente. Y para eso la oposición debe ser grande y transformarse en oficialidad. Pero parece difícil.
A diferencia de lo que vemos en La Moneda, los opositores están tratando de disfrutar un triunfo que no es propio. Hay muchos entre los que se encuentra Daniel Jadue, que creen que el Apruebo está representado en ellos, en esa gente que lo aplaudía cuando salía a la calle. Hay mucho de romanticismo retórico, pero nada, absolutamente nada de realismo político. Por lo que seguir escandalizándose por los aliados de la derecha y no mirarse y cuestionarse las estrategias, no será más que prolongación de esa eterna derrota que sueña con ser una victoria que nunca llegará.
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