Chile está atravesado por una lógica binominal o binaria, donde se conversa a partir de la dicotomía entre lo que yo y el otro pensamos. Contribuye a esto un modelo de comunicación e información dominado por pocos y que instala los temas y mueve la agenda pública. En este modelo se incluyen los medios y sus periodistas, los conglomerados políticos y en el caso de nuestro ámbito, las empresas de encuestas.
Hoy, las encuestadoras son básicamente instaladores de opinión, sujetos activos de comunicación política. Sus resultados, lo que preguntan (y lo que no preguntan) son esperados por todos los interesados en lo público y político y luego propagados por los mismos medios que han previamente instalado los temas e influenciado poderosamente las respuestas en sus noticias, que son simbólicamente la voz oficial de lo que ocurre en Chile.Está claro que ya no posible una política “cosmética” que no afecte las bases de nuestro sistema político y democrático, llámese ejecutivo, legislativo y otros. Todo está abierto a ser transformado.
Dicho lo anterior, Chile parece hoy un país desconcertado. Un desconcierto con distintas vertientes y expresiones, pero que parece ser transversal. Gente molesta, indignada o que no “entiende nada” de diversos sectores socio económicos y actividades: empleados, profesionales, estudiantes, ejecutivos, trabajadores, empresarios, parecen compartir desde el hastío por la ya imparable decadencia en la imagen de la mayoría de los profesionales de la política hasta la demolición de nuestra utopía compartida de ser un país probo. Que no lo hemos sido desde hace años, ni nunca, parece ser lo que hoy nos identifica. Y nos da rabia no habernos dado cuenta antes, haber defendido que éramos diferentes. Tanto que a veces parece que duele e indigna más la sensación de engaño que los hechos. Desconcierto, hastío, perplejidad, engaño y rabia, tristes palabra para describir el estado de ánimo de un país.
Más allá del “estado de ánimo” hay elementos reales que generan una mirada preocupante, no necesariamente por ellos en sí mismos sino por la conducción (o no conducción) desde los liderazgos más públicos. Una mirada crítica a la institucionalidad, que puede contener un positivo germen de cambio, reclama ser canalizada. Demanda muy difícil de cumplir con la institucionalidad política actual. Los grupos de influencia o elites carecen hoy de su esencia: el poder de tomar decisiones sin importar necesariamente la opinión de las mayorías, sino “en su nombre”. Esa es la forma de poder que ha manejado Chile, pero las reglas del juego cambian con una sociedad que exige mayor participación.
Hay que adaptarse – lo dijo Darwin hace tanto- para lo cual se requiere liderazgo. El vacío de liderazgo del que se ha hablado muchas veces acá, está hoy día instalado en el presente, no es sólo una preocupación de futuro. Está claro que ya no posible una política “cosmética” que no afecte las bases de nuestro sistema político y democrático, llámese ejecutivo, legislativo y otros. Todo está abierto a ser transformado.
La impresión como observador es que el país está esperando el término de este período con el mayor control de daños posible y que venga el próximo gobierno a retomar el timón de un rumbo, rumbo que nadie tiene claro.
Comentarios
18 de septiembre
Si el PresidentE llega a ser uno de los que suenan y que ya fueron, podemos estar casi seguros que el rumbo seguirá hacia donde va, o hacia donde ha ido.
La diferencia podría hacerse si el pueblo decide levantar por si mismo un Programa de Gobierno, candidatos diversos y también un Secretario Presidente que ejecute ese Programa. Por su puesto que para eso se necesita organización digital, para discutir qué hacer, a qué costo y cuándo se haría, o dónde y por qué o para qué.
Si el pueblo no termina de despertar y ve como cierta la posibilidad de tomar el poder, para procurar tomarlo, de no hacerlo, seguiremos viviendo la misma usura bancaria; los mismos desfalcos de nuestros recursos soberanos a manos de intereses poderosos que siempre han visto a nuestra cordillera como su propia fuente de riqueza.
Soñar con un Chile diferente no es algo que podemos dejar a la misma maphia política y económica de siempre, porque sabemos qué cosas privilegian y sabemos cómo hacen crecer el monstruo santiaguino para acaparar la mayoría de los recursos nacionales en el Área Metropolitana, dejando a las comunas con menos desarrollo sin una inversión constante en obras públicas que permitan la organización económica de su gente y el que estén al alcance de sus necedades los recursos e infraestructura para el desarrollo local que necesitan, para dejar de ser una carga migratoria.
Si queremos que cambie algo, debemos hacer que cambie por nosotros mismos, con organización digital.
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19 de septiembre
Comparto rol clave de lo digital en las nuevas formas de organización política y de comunicación entre personas o grupos de personas que busquen levantar ideas desde la base.