Por lo general se quiere encontrar el motivo de los sucesos de corrupción en Chile en razones folclóricas como “el chileno es muy pillo”, o “siempre que ve una oportunidad la aprovecha”, para así negar algo que está frente a nuestros ojos y que es más complejo y más simple a la vez: el Chile de hoy es una invención de quienes se vengaron y volvieron para no perder nunca más la batalla ideológica.
Porque si es que leemos historia y dejamos de guiarnos por los cientos de editoriales-porque todo el mundo escribe editoriales hoy en día- que se hacen en canales, en radios y en todo lugar, podremos entender que esta realidad es la construida por un triunfo ideológico. Por la sangrienta victoria de quienes, desde la “Revolución en Libertad” de Frei Montalva observaban cómo se levantaba una nueva idea de país que se había cansado de la lógica feudal en la que vivía. La gota que rebalsó el vaso reaccionario fue la Unidad Popular y un Salvador Allende que muchos de los patrones vieron como un traidor a su clase, a su origen, a su casta.Discutimos con el mismo fervor que un poder fáctico instaló que debíamos discutir, o sea, desde esa animosidad que no construye un nuevo Chile, y que se regodea siempre en el relato que edificaron los militares basados en la furia y venganza de una oligarquía que no nos quería ver realmente libres, sino cada vez más adictos a este sistema.
Había que arrancar todo lo que se estaba sembrando silenciosamente de parte de una izquierda que estaba uniéndose y-de una vez por todas- podía hacer un proyecto político que aunara voluntades y llevara a cabo una nueva interpretación de Chile. Uno más justo, menos oligárquico y en donde nuevas caras entraran a formar parte del escenario nacional.
Es cierto, el proyecto tuvo sus falencias. El lenguaje revolucionario acompañado de una idea reformista no tenía mucho sentido y formaba confusiones en muchos, sobre todo en quienes no entendieron el contexto sociocultural de ese entonces y, por lo mismo, no quisieron escuchar las palabras de un Allende que creía en las instituciones llamadas “burguesas”, y en su institucional transformación.
Pero fundamentar el quiebre moral de nuestro país en esa mezcla entre republicanismo e infantilismo que componía al gobierno de ese entonces, es no saber lo que realmente pasó. Lo que verdaderamente destrozó nuestra integridad como patria y nos puso al servicio de nuevos códigos que tenían que ver más con cifras que con desarrollo de pensamientos; con economicismo más que con intelectualización.
Chile se convirtió en un país en blanco y negro durante la dictadura de Pinochet, para después convertirse en uno de blancos o negros. De buenos o malos. Y eso sucedió porque en los noventa teníamos instalado en nuestras cabezas la percepción de que había una sola manera de ver el presente y, por ende, el futuro. Nos transformamos en seres que no cuestionamos y no pensamos más allá lo que pasaba porque nos acostumbramos a no pensar. A no debatir y a no preguntarnos acerca de los cientos de acuerdos que se llevaron a cabo con una pistola sobre la mesa y que se basó en el éxito económico por sobre la conciencia moral y de la justicia. Lo justo salió de nuestras cabezas para ser reemplazado por lo posible, por lo que se podía o no hacer dentro de un mercado que nos exigía una fe ciega hacia él y hacia su dogma casi religioso que decía arrancar de cualquier religiosidad.
Los números y los resultados nos impidieron pensar el porqué se llegaba a estos. No discutir una idea de realidad nos convirtió en seres incapaces de sentarnos frente al otro y discernir si es que su planteamiento era real o producto de una invención. Y, por lo mismo, nos costó años ver el lugar en el que estábamos viviendo hasta que en el 2011-en un hecho bastante particular para una sociedad llena de miedo- aparecieron personas libres que se atrevieron a pensar Chile más allá de los clichés y el terror de la generación que los antecedía.
Esa libertad, sin embargo, con el tiempo se convirtió en el mismo alegato estéril de blancos o negros que nos enseñó la dictadura. Quienes miraron nuestro país hacia el futuro se dieron cuenta de que debía hacer los cambios de manera institucional, mientras otros-los más reaccionarios- creyeron que la forma en que debían cuestionar el poder era por medio de la indignación, tomando-sin querer, quizás- las herramientas de una sociedad que fue hecha para sostener ideas y no rebatirlas, no ponerlas en entredicho ni menos ver sus falencias. Sino solamente enojarse ante ellas y no llegar a nada.
Hoy estamos en esa sociedad: en una que habla pero no se escucha. En una en donde los Unidadempresarios y toda persona que tiene poder, sostiene que sus ideas y sus maneras de llevar a cabo acciones son las correctas, como también un contexto en el que muchos de quienes se enfrentan a ese poder intolerante lo hacen con la misma intolerancia, creyendo que estamos más politizados, cuando lo cierto es que aún no llegamos a ese nivel. Al contrario, discutimos con el mismo fervor que un poder fáctico instaló que debíamos discutir, o sea, desde esa animosidad que no construye un nuevo Chile, y que se regodea siempre en el relato que edificaron los militares basados en la furia y venganza de una oligarquía que no nos quería ver realmente libres, sino cada vez más adictos a este sistema que si bien no encabezan económicamente, aún mandan desde su perspectiva de la ética y la moral.
Comentarios
19 de abril
me permito felicitar a DON: FRANCISCO MENDEZ BERNALES . por su correcta cronología , de como se llego a encontrarnos como PAIS en estos momentos . si se me permite , me gustaría agregar que es FUNDAMENTAL ! una nueva CONSTITUCIÓN !! echa de manera DEMOCRATICA . de cara al PAIS y CON él PAIS !! GRACIAS .
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20 de abril
Estando de acuerdo con lo fundamental, la lucha entre blancos y negros, esto viene desde siempre, este Chile fue, es y será la lucha de dos cosmovisiones, la de los que realmente controlan el país, y los otros, nosotros los que no pintamos ningún mono y sólo sobrevivimos a medias, unos vendrán como gobiernos republicados, gobiernos de coalición, poder economico y dictaduras, estas ultimas, varias a lo largo de la historia, y los otros, la otra masiva parte de la sociedad como fuerzas de reacción, a veces en contra a veces a favor, una suerte de magma sin cabeza que será jineteado normalmente por las izquierdas con su discurso florido de igualdad, y que para apurar lo que les conviene, más estado para tener cargos altos y bien pagado, duros espuelazos en los costados de quienes se han acostumbrado a alimentarse de slogan, ¿que hemos sacado hasta ahora?, nada, una ilusión, porque no nos queremos, no nos sentimos parte de una misma sociedad, basta ver un empresario y ver cuanto le paga al flojo hijo de su amigo que es gerente, y ver cuanto gana el cansado operario, basta ver cuando gana un senador de la república y un funcionario municipal, basta ver la vivienda y el tipo de atención en salud que se otorga a esa otra parte de Chile, para ver que allí no hay cariño, no hay sentido de sociedad. Hay blancos y negros y sus mundos.
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20 de abril
Para desgracia de la mayor parte de quienes vivimos de un salario, Chile define la convivencia colectiva no a través del pleno respeto de los derechos humanos sino a partir de la represión de la voluntad popular y de la soberanía nacional: se trata de que nunca más en nuestro país pueda darse un gobierno como el de la UP, es decir, un proceso que coloque en peligro la acumulación privada del capital, como si realmente una Constitución pudiera detener la historia, la lucha de clases, el descontento y demás.
De ahí que nuestra “democracia” sea ideológicamente falsa. Lo es porque esta legalidad reivindica la Doctrina de Seguridad Nacional; lo hace porque todos los que no estamos conformes con el neoliberalismo- los que no nos sometemos ni lo aceptamos como final de las ideologías- somos los subversivos, incluso los terroristas a combatir. De ahí que para salir de este laberinto en que nos metió el autoritarismo y el despotismo del duopolio, es necesario atacar la lógica del régimen, que no es otra que la Constitución heredada de la dictadura. La “democracia” en la medida de lo posible nunca fue una alternativa razonable.
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