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Chile despertó

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Hasta hace pocos días creíamos vivir en una democracia estable, con instituciones (medianamente) serias, con procedimientos transparentes y garantías constitucionales. Hasta la semana pasada, incluso parecía sensato creer que Chile era algo así como un modelo político para el resto de Latinoamérica, con buenos índices económicos, una percepción más bien positiva del orden y la paz social, con amplios sectores de la población representados en el Congreso, amparados bajo el manto protector de la división de poderes y por una profunda conciencia sobre la importancia de los Derechos Humanos.


Chile despertó, porque ha sentido por fin el dolor de su herida mortal, que divide sus entrañas en mundos que no se tocan, en ciudadanos que parecen de países distintos, en realidades absolutamente desconectadas que fracturan en lo más íntimo la identidad de nuestro país

Se nos llegó a decir que éramos un oasis en un territorio en que la política siempre se ha hecho bajo la sombra de la incertidumbre, en una región en que la huella más distintiva es y ha sido la violencia, la brutalidad y el derramamiento de sangre. Un continente en que en un momento de su historia, estuvo completamente sometido bajo el yugo de la bota militar, con el beneplácito de nuestros amos del Norte. Un continente que se independizó y desarrolló a medias, siempre aspirando a Europa, sin jamás conseguirlo. Latinoamérica, un proyecto siempre a medio terminar, con ideas importadas que funcionan siempre a medias, siempre a tientas, siempre chocando con la pared de la corrupción oligárquica y la dominación extranjera, que por siglos nos ha vedado las más mínimas y básicas premisas de la Ilustración: ni libertad, ni igualdad, ni fraternidad.

Pero contra el peso de la noche que constituye nuestra historia, la gente ha salido a las calles. Desde el gobierno se ha intentado criminalizar, una vez más, al movimiento social, y siguiendo la misma estrategia, esperaron lograr los mismos resultados: neutralizar de la revuelta, que la gente vuelva a sus casas, que la situación vuelva a la normalidad, y que todo siga igual.

Sin embargo, hay algo distinto esta vez, algo único, y todos lo hemos sentido. La protesta social se ha prolongado por varios días, las grandes alamedas cada día han sido ocupadas por multitudes, y por primera vez desde la “vuelta a la democracia», se declara toque de queda, se hace salir a los militares a la calle, en todas las ciudades de Chile, para contener al pueblo, y se reprime con una fuerza y violencia que no hemos visto en años. Los medios muestran los saqueos, jugando con invocar al fantasma del desabastecimiento y del caos, y al mismo tiempo, presenciamos por redes sociales, como muchos de los saqueadores lanzan los grandes televisores robados de las tiendas a piras gigantes en medio de las calles, como si con esos actos de destrucción quisieran exorcizar a los demonios del consumismo y el conformismo, que por demasiado tiempo ya han colmado nuestras mentes, definiendo nuestra forma de pensar, desear y soñar.
Hemos escuchado, en medio de la noche, el rugir de los fusiles cazando al pueblo, como tantas veces antes en la historia de este país. Vuelven a acecharnos los viejos fantasmas, y la mascarada de la democracia neoliberal se resquebraja, revelando que bajo este paraíso del consumo y el crédito, con pretensiones de primer mundo, se encuentra Latinoamérica, con sus contradicciones y su resistencia. Bajo esta fachada de modernidad artificial, de autopistas y centros comerciales, está ese Chile que se quiso dejar atrás, el Chile angosto, pequeño, frágil y desconocido, el Chile de la desigualdad endémica, de la pobreza irresoluble y la corrupción sempiterna, de los dirigentes sordos y el pueblo hambriento por justicia, de esa justicia prometida que nunca llega. Porque ese es el Chile que se nos ha impuesto, mediante la falsa democracia y la inferioridad económica, por clases dirigentes que poco o nada tienen en común con los ciudadanos a quienes gobiernan.
«Chile despertó», gritan a coro miles de personas en las calles del país. Chile entero grita, porque despertó de su sueño de más de tres décadas. De la pesadilla dictatorial, nos deslizamos hacia un plácido sueño en que se nos dijo que la alegría ya venía, que la opresión había terminado, y que la democracia y la libertad, por fin, habían llegado. Treinta años duró ese sueño, inducido por los cantos de sirena de la clase política y de los medios de comunicación, a través de su publicidad barata y sus discursos vacíos, recurriendo tanto a promesas fáciles de un futuro mejor, como al miedo de volver a caer en la pesadilla de la violación, de la tortura y la muerte.
Todos hemos soñado lo mismo desde entonces, encandilados por las luces de esos bellos aparatos electrónicos, por el brillo de esos hermosos autos, siempre tan escasos en nuestro país, tan deseados y lejanos. Un sueño que, sin embargo, nunca pudo ocultar el dolor inmemorial que ha aquejado a nuestras tierras, desde que se puso la primera piedra de la primera ciudad de lo que ahora es Chile, y que nos pega en la cara con tan solo recorrer de punta a punta la capital, por su arteria principal, o al comparar la modestia de las regiones olvidadas, con la opulencia centralista de Santiago: la desigualdad.
Chile despertó, porque ha sentido por fin el dolor de su herida mortal, que divide sus entrañas en mundos que no se tocan, en ciudadanos que parecen de países distintos, en realidades absolutamente desconectadas que fracturan en lo más íntimo la identidad de nuestro país, haciendo ingobernable un territorio en que nos hallamos tan separados y disímiles, que cuando uno de estos mundos ya no da más, el otro le declara la guerra, y le aplasta con la violencia y el odio de siglos. En menos de una semana, nos dimos cuenta que el sueño no era tal, que sueño y pesadilla eran una y la misma cosa, dos caras de la misma moneda. Tal como las sirenas en medio de la niebla, el régimen nos ocultó su verdadera apariencia a través de seductores cantos, y ahora que nos rebelamos ante su seducción y queremos ir más allá de ese velo nebuloso, se nos presentan en toda su verdad las garras de la represión y las fauces militares, que aún así no han podido doblegar al pueblo, porque Chile se ha levantado de su letargo de décadas.
Ya no más soluciones parche, no más grandes acuerdos, ni democracia en la medida de lo posible. El pueblo exige cambios reales, un nuevo pacto social fundado en la dignidad de todos y cada uno de los chilenos, en que ya no seamos tratados como consumidores sino como ciudadanos. La única salida a la crisis política e institucional de nuestro país, la única manera de sanar la profunda herida que recorre de punta a punta el territorio, para despertar tanto de sueños como pesadillas y que Chile por fin se haga dueño de su destino, es una nueva Constitución.
TAGS: #ChileDespertó Descontento Social Protestas

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Comentarios

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Rolando A.

24 de octubre

Despertó y de mal genio, pero, con una leve cantidad de poca inteligencia. Despertó, como un bebé, porque llorando solo pide y pide, pero, el sueño que aún le queda, le impide darse cuenta que hay cosas que puede hacer por si mismo, sin pedirlas a los políticos y eso incluye nada más y nada menos que … todo…

Desde organizarse políticamente hasta crear un fondo monetario civil propio. Desde crear su propio Programa de Gobierno y plantearse una Constitución propia, hasta llegar a dominar el mercado con sus propias empresas…

Si se pregunta cómo, imagine al pueblo simulando una Cámara Ciudadana Digital y creando ese fondo monetario civil que mencioné.

Con la primera, podría proponer sus propios candidatos a todo cargo público y modificar la Constitución una vez llegado al poder, si tiene la suficiente cohesión… Modificaría leyes, crearía metodologías más acorde a sus intereses y tendría la capacidad para organizarse monetariamente para crear un banco de dinero propio, o una propia AFP y, así, apoderarse tanto del sistema que dejaría a toda la mafia política llorando como niñitos porque les quitaron el dulce de sus lucrativos negocios que reparten dineros de proyectos del Estado en toda clase de materia…

Sin ir más lejos, podrían remover a todos los empleados públicos para recibir aquel 40% del Presupuesto Nacional que hoy aquellos reciben…

Tendría limites, claro, pero serían los que el pueblo pusiera en su imaginación y capacidad para llevarlos a cabo.

26 de octubre

Estoy parcialmente de acuerdo, y me explicaré a continuación. El hecho de que la protesta social se haya mantenido aún a pesar de la agenda social corta de Piñera, es prueba de que el pueblo manifestándose en las calles no está conforme con tales propuestas. Por otro lado, los actores políticos tradicionales no han sabido conducir el fervor popular ni dar una respuesta a las demandas de la ciudadanía, que son varias y muy profundas. En ese sentido, estoy en desacuerdo con que el pueblo esté esperando que sus problemas sean solucionados desde arriba. Estoy de acuerdo en que es un momento único, un momento en que la ciudadanía podría ordernarse para articular una Asamblea Constituyente y de tal manera lograr, de manera efectiva y duradera, muchas de las propuestas e ideas que señalas en tu respuesta. De tal forma, es absolutamente necesario entender que es posible organizarse y crear instituciones desde afuera de la institucionalidad vigente, pero que tales instituciones, para perdurar y tener una expectativa de vida que vaya más allá del entusiasmo temporal y la arbitrariedad futura, es a través de un movimiento ciudadano decidido, que apueste por configurar un nuevo modelo político e institucional y por refundar la democracia, lo cual solo será posible mediante un nuevo texto constitucional, que establezca los fundamentos de la vida cívica y política del Chile del mañana.

R. Arturo

29 de octubre

Alejandro:

No es posible lograrlo de la forma que propones, ya que el pueblo no puede crear una Nueva Constitución, ni está autorizado ni llamado por los poderes «legítimos» a hacerlo en este momento. El camino es más bien otro y me referiré a ello.

El pueblo debe simular una Cámara Ciudadana Digital y en ella segmentar los temas de su interés.

Qué será en desarrollo local,

Qué, en lo político

Qué en lo económico

Cuál constitución podría ser viable y qué podría garantizar esa Nueva Constitución.

Igualmente en cada tema de interés

AFPs

Salud

Educación

Etcétera…

¿Qué te parece?…

Javi-Al

24 de octubre

Me quedo con sus letras …»Latinoamérica, un proyecto siempre a medio terminar, con ideas importadas que funcionan siempre a medias, siempre a tientas, siempre chocando con la pared de la corrupción oligárquica y la dominación extranjera,…», tristemente, lastimosamente, es, fue y será así, cada cierto tiempo nos matamos entre nosotros, y entonces, sólo cambiamos de amos.

26 de octubre

Estos días hemos sido testigos de un vigor y una fuerza sin precedentes por parte del movimiento popular. Saber coordinar esa fuerza, y llevar toda esa energía al terreno de la política deliberativa, con miras a la elaboración de un programa político, podrían ser un primer paso hacia la superación de las lógicas que por siglos han aquejado a nuestro continente: dominación, oscurantismo, autoritarismo. Está en nosotros romper este ciclo de violencia histórica, aparentemente interminable.

Javi-Al

26 de octubre

No creo que haya nadie bien nacido que no quiera un país estable, con instituciones sólidas y una clase politica proba y con visión de estado, estimo además que es el deseo sincero de muchos que haya justicia social y respeto a cada ciudadano y ciudadana, independiente de su forma de pensar, y así, espero como Ud. que dejemos de ser los campos de prueba de oscuros intereses mundiales.

27 de octubre

La reciente organización de la ciudadanía en Cabildos autoconvocados es una luz de esperanza para poder establecer dichas instituciones, las que han de ser estables, pero también democráticas.

José Nuñez

29 de octubre

Lo primero q tiene que hacer es quitarle los privilegios venidos del cobre a los milicos. Ya ven que sólo sirven y se han armado para atacar a su propio pueblo?. Mientras estos zánganos sigan con tales privilegios, defenderán a cualquier irresponsable e insensible social que llegue al poder.

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