Los secuestrados – la clase política oficial chilena- son alentados a desarrollar características psicológicas agradables para los secuestradores –la dictadura cívico-militar- como son la dependencia, la falta de iniciativa, la inhabilidad para actuar, el decidir o el pensar.
El robo de Norrmalmstorg, Estocolmo, 1973.
Eran las 10 de la mañana del 23 de agosto de 1973. Jan Erik Olsson de 32 años entró al Sveriges Kreditbanken ubicado en la plaza del centro de Norrmalmstorg (Suecia) armado con una pistola ametralladora y una gran radio a todo volumen gritando The party has just begun!, mientras lanzaba un par de disparos al aire. Pasados unos minutos la situación cambió drásticamente cuando dos policías alertados por los disparos entraron a enfrentar a Olsson, sin embargo éste repelió la tentativa, logrando herir a uno de los policías y haciendo rehén al otro. Tres mujeres, dependientes del banco, y el policía se transformaron en rehenes. Olsson exigió que trajeran desde la cárcel a su amigo Clark Olofsson, además de pedir tres millones de coronas suecas, dos revólveres, chalecos antibalas y un vehículo. Al tercer día se vivió uno de los momentos más tensos. Olsson, previendo el inminente ataque de la policía con gases lacrimógenos, colocó a los rehenes con sogas en el cuello, amenazando así con estrangularlos si la policía decidía entrar. Los días se sucedieron mientras Olsson se divertía tocando música rock y negociando a través de llamadas telefónicas haciendo hablar a sus rehenes con el Primer Ministro y con las autoridades de la Policía. Finalmente el 28 de agosto la Policía decide actuar, atacando con gases lacrimógenos y causando así la rendición de Olsson y Olofsson en unos 30 minutos. Kristin Ehnemark, una de las rehenes, declaraba más tarde que se había sentido mucho más segura con los captores, temiendo la acción violenta de la policía. Los rehenes coincidían que Olsson no era responsable, sino más bien era la sociedad la cual estaba enferma. Olsson cumplió una condena de 10 años, recibiendo cientos de cartas de admiradoras, una de ellas se transformó más tarde en su esposa.
El fraude de la dictadura, Santiago, 1980
Era la mañana del 11 de septiembre de 1980. La dictadura cívico-militar dirigida por Augusto Pinochet culminaba un proceso de cuatro años de trabajo de una comisión redactora de una nueva constitución para Chile donde participaron figuras como Enrique Ortúzar, Jaime Guzmán, Jorge Ovalle, Sergio Diez, Gustavo Lorca, Enrique Evans, Alejandro Silva, Luz Bulnes, Raúl Bertelsen, Juan de Dios Carmona y Alicia Romo. En un gesto aparentemente demócrata, la dictadura llama a plebiscitar el trabajo de la comisión. El “Sí” monopolizó la prensa, la radio y la televisión, mientras el “No” fue empujado a realizar manifestaciones callejeras bajo el ojo de la DINA. Sin un padrón electoral y con unos 3.000 militares votando varias veces durante el día en Santiago, la estrella dibujada en el voto que acompañaba al “Sí” triunfó con un 67,4% en uno de los mayores fraudes electorales de nuestra historia. La Junta Militar que reemplazó a la voluntad popular en 1980 se arrojó la defensa de una libertad sobrenatural, que avanzados los 80 comenzó a delinearse en su radicalidad devastando los derechos sociales adquiridos durante el siglo XX.
El Síndrome de Estocolmo, Santiago, 2013
Dentro del grupo negociador de la policía que había cercado a Olsson estaba Nils Bejerto, criminólogo y psiquiatra, quien bautizó el comportamiento de Ehnemark con el nombre de Síndrome de Estocolmo, una reacción psicológica paradójica de la víctima de un secuestro, o de una persona retenida contra su voluntad. Las destempladas declaraciones de varios políticos realizadas recientemente acerca de la posibilidad de iniciar un proceso de Asamblea Constituyente en Chile parecen enmarcarse dentro de la descripción de Bejerto. Los secuestrados – la clase política oficial chilena- son alentados a desarrollar características psicológicas agradables para los secuestradores –la dictadura cívico-militar- como son la dependencia, la falta de iniciativa, la inhabilidad para actuar, el decidir o el pensar. Así nuestros detractores de la Asamblea Constituyente han centrado sorprendentemente sus análisis en las bondades de la Constitución de 1980, destacando su espíritu “libertario” –sobre la amenaza del cáncer marxista-, la irrelevancia de su origen fraudulento, el olvido de la brutalidad asociada a su imposición, la acción correctora de las reformas realizadas post 1990, el desprecio al “populismo” de los procesos similares llevados a cabo en América Latina, el desdén a los procesos de países como Islandia tenidos como excepciones descontextualizadas, etc. Como bien señalan las descripciones del Síndrome de Estocolmo realizadas por el FBI (2007) el captor parece seguir teniendo el control de las necesidades básicas del cautivo, el rehén es aislado y toma la única perspectiva disponible que es la del secuestrador. La fidelidad o apego a la Constitución del 80 no es otra cosa que la movilización de afectos, conveniencias e intereses de quienes paradojalmente siguen bajo el poder de los secuestradores de la democracia chilena.
Es hora de ejercer el poder constituyente del pueblo.
Campinas, 31 de mayo de 2013
Comentarios
02 de junio
Interesante sería descubrir el proceso que ha impulsado a muchos chilenos que no se atrevían a demostrar su diferencia y que han ido sacando la voz desde el 2011, gracias al impulso de los estudiantes.
También debe haber una clave interesante ahí.
Saludos!
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02 de junio
Es cierto Andrea, desde 2006 de hecho se viene fraguando un cambio más imperceptible, pero no por ello menos real que ha sido la apertura de la «posibilidad» de pensar o repensar la política desde el prisma de los derechos. En ese sentido, es indudable que habrán políticos que se estén abriendo a esa lectura de la realidad.
02 de junio
No, no estoy de acuerdo,no hay que distorsionar las cosas, eso no es sindrome de Estocolmo de ninguna manera, en él la persona antes, a punta de miedo y humillación, fue reducida a su mínima expresión, a depender totalmente de alguien con poder absoluto sobre su vida, ha sido anulada, destruida su identidad, sus creencias, sus valores etc. como le sucedió a algunas víctimas de horribles torturas en dictadura.
Esto otro para mi, es pura frescura, sinverguenzura e hipocresía, Hay que tener cuidado de no justificar, ni bajarle el perfil a su deslealtad, a su conducta reprochable. Pienso que claramente sucede que en el fondo no quieren cambiar las cosas porque han sido beneficiados en lo personal con cómo han estado todos estos años, e incluso tal vez, nunca estuvieron realmente identificados con los ideales que decían tener.
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02 de junio
Gracias Julieta por el comentario, de hecho yo tampoco estoy de acuerdo con la idea de que se realmente el «síndrome de Estocolmo», ya que corresponden a órdenes o escalas diferentes del «probelma». Sin emabrgo, me pareció que si extrapolábamos algunas características si era posible de encontrar cierta correspondencia. De hecho, hace 10 años atrás el debate social sobre la Asamblea Constituyente no encontraba el eco de hoy, lo que quiere decir que no sólo es la clase política la que sucumbió ante los secuestradores, sino que el miedo estuvo clausurando cualquier posibilidad de pensar en otro Chile.