A raíz de los hechos ocurridos en la Araucanía las últimas semanas, la huelga del machi Celestino Córdova, el recrudecimiento de la violencia política y hechos igualmente inaceptables de auto tutela tras la toma de cinco municipalidades en la zona roja, como la llaman, se ha comenzado a escuchar, en hora buena, a muchas personalidades del mundo político y empresarial decir que están abiertas a conversar con cualquiera que quiera dialogar.
Sin embargo, a la hora de la verdad, las intenciones de diálogo no pasan mucho más allá del discurso y de los conversatorios por Zoom. La primera prueba concreta de la disposición a dialogar para avanzar en la solución de la cuestión mapuche, debió haber sido la discusión en el Congreso sobre la fórmula de elección de los escaños reservados para los pueblos indígenas. La centroizquierda realizó el ejercicio de recoger la opinión de personalidades indígenas afines al sector. La centroderecha, por su parte, el sector al que pertenezco, no solo no tuvo la disposición a escuchar a las comunidades, sino que tampoco consultó de manera amplia a los militantes mapuche de los partidos que forman la coalición de gobierno.A la hora de la verdad, las intenciones de diálogo no pasan mucho más allá del discurso y de los conversatorios por Zoom.
Pero no nos confundamos, seguir ideologizando el conflicto y manteniendo conversaciones solo con mapuches con pensamiento afín a los propios, como lo hacen unos y otros, es entender el problema en clave occidental, no en clave indígena. Eso es un error si queremos sinceramente avanzar en el diálogo. La política mapuche no funciona con el mismo clivaje que la política chilena. Y en esa falta de comprensión, tiene gran responsabilidad también el pueblo mapuche al no ser capaz de presentar un frente común, en circunstancias que los sectores cercanos a la izquierda y a la derecha política chilena tienen muchos más elementos que los unen que los que los dividen.
Para solucionar el conflicto del Estado con el pueblo mapuche, desarrollar un diálogo fructífero y buscar el camino de solución a una situación de violencia, deuda histórica, exclusión y pobreza inaceptable en la Araucanía, vamos a tener que respirar profundo y dejar de lado los prejuicios contra el otro, que en nada aportan, los oportunismos políticos y la persistente exclusión de los liderazgos mapuche del debate que viene, en una cuestión cuya solución requiere honestidad intelectual y una actitud sincera y abierta para escuchar al otro. Y ese otro no es el de la otra vereda política, sino el indígena que pertenece a otra cultura.
Cuando hablo de liderazgos no me refiero a los intelectuales ni a los militantes mapuche de los partidos políticos, ni a las vocerías de la Coordinadora de Comunidades en Conflicto Arauco-Malleco, CAM, o del Aukiñ Wallmapu Ngulam, el Consejo de Todas las Tierras, sino al liderazgo de los lonko y werken de las comunidades de todos los territorios, incluidos los representantes de las agrupaciones y centros culturales wariache de las principales ciudades del país, que aunque fuera del territorio ancestral, no dejan de ser por eso parte muy importante del pueblo nación mapuche.
Hace un par de días, estuve mirando la transmisión por redes sociales de un conversatorio muy interesante sobre el rol de Estado en la solución de la violencia en la Araucanía. Sin embargo, al final del evento, me quedé con la incómoda sensación de que se habló mucho de cómo incluir a las fuerzas vivas de la sociedad civil regional en la construcción de la solución, pero con un pueblo mapuche participando como sujetos pasivos de la acción política y no como sujetos activos en este debate. Porque respecto a este tema, no pueden ser uno más. Debe ser protagonista de su propia historia. Esa exclusión de las decisiones que una mayoría ha impuesto a una minoría, que se ha traducido históricamente en la limitación abusiva de derechos y libertades legítimas de un pueblo ancestral, y el anhelo de este de tener el control de la propia existencia, bajo parámetros propios, es lo que se encuentra en el corazón de todo este conflicto.
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