El 27 de diciembre último, el rector de la Universidad Diego Portales, Don Carlos Peña, emitió sus juicios en Emol sobre los pilares de la candidatura de Gabriel Boric, los a que a su juicio son su carisma, (al que le otorga un peso específico preponderante), su ideología profunda, o inspiración política, (la que considera inmutable en este), y su programa de gobierno, (al que considera parcial, incompleto y cortoplacista).
Es mi opinión que el académico magnifica el magnetismo del próximo presidente, lo que a mi entender es producto de un deficiente entendimiento por su parte del fenómeno social por el que atraviesa sostenidamente nuestro país. Pero no me detendré en esto, ni en su opinión sobre el plan de gobierno a ejecutarse a partir de marzo próximo. Quiero referirme en esta ocasión a su interpretación de los cambios en el discurso de Boric entre las elecciones de primera vuelta, del 21 de noviembre, y las de segunda vuelta, del 19 del presente. Lo que los chilenos solemos llamar “volteretas”La democracia y la negociación son proporcionales, en el sentido en que siempre se aceptará más negociaciones en la medida en que mayor sea el espíritu democrático y, viceversa, mientras menor sea el espíritu democrático más reacio se será a negociar.
Este término es usado despreciativamente para describir los cambios en los discursos de los políticos, y que, según el saber popular, revelarían cambios acomodaticios para obtener provechos de las situaciones imperantes. Pero a veces el saber popular corresponde más a errores comúnmente compartidos que a sabiduría correctamente creada, compartida y aplicada.
La gente cede, concede, negocia y cambia sus posiciones sobre el tablero político. Pero no cambia en sus convicciones o fuero interno a menos que se tenga experiencias traumáticas o límites que impulsen tal cambio. Y aun así, nada garantiza que tales cambios filosóficos sean permanentes. Pudiendo incluso apuntar hacia nuevos rumbos. En eso, el rector Peña se equivoca. Niega el aprendizaje.
A veces, esas concesiones o negociaciones son para bien, otras para mal. A veces, las convicciones prometen un avance de 100, pero producto de las negociaciones sólo se puede llegar a obtener un 10, un 40, o un 60. Siempre será mejor si el cambio (a lo positivo), es mayor que cero. A menos que, por otra línea, se retroceda de forma de que en un promedio ponderado el resultado global neto sea cero o negativo. Recíprocamente, una negociación puede ser fructífera si impide total o parcialmente el daño a un bien común, mayor, o incluso particular, o si impide que se concrete la destrucción de este.
De todas maneras, las cesiones en las posiciones no sólo han ocurrido con Boric. Hemos sido testigos de cesiones de casi todos los candidatos de la Concertación, de la Nueva Mayoría o del Frente Amplio, y también lo vimos, patentemente, con el candidato Kast. En general, se cede por conseguir un bien común, mayor, o uno particular, o por simple demagogia.
Finalmente, cuando se llega al poder, también se puede aumentar las negociaciones, principalmente por el poder que se tenga, para conseguir un gobierno efectivo, en mayor o menor medida.
Creo que, como regla general, la democracia y la negociación son proporcionales, en el sentido en que siempre se aceptará más negociaciones en la medida en que mayor sea el espíritu democrático y, viceversa, mientras menor sea el espíritu democrático más reacio se será a negociar. Las dictaduras no negocian, y las oligarquías lo hacen, pero en poca medida, significativamente menor que las democracias.
No obstante, el tema está plagado de variantes y matices, dependiendo de los contextos en que se desarrolle los intercambios y de las características éticas, ideológicas y cognitivas de los participantes.
Comentarios
03 de enero
Gracias por su necesario analisis.
» el rector Peña se equivoca. Niega el aprendizaje»
Curiosa paradoja, que Peña sea rector de una institución dedicada al aprendizaje. El rector es un oximoron viviente.
+1
03 de enero
Gracias a Ud. Mario por la paciencia y el comentario. La contradicción intrínseca es intrínseca a la especie humana. Tal como odiar a quien se ama, u otras bien presentes en la política contingente. La cuestión es qué hacer para dejar de ser contradictorios, y uno de los factores es la educación y otra la conciencia. Una conciencia educada será menos proclive a contradecirse tanto en los dichos como en los hechos. ¿No crees?
04 de enero
Un resumen de la entrevista se encuentra en:
https://www.emol.com/noticias/Nacional/2021/12/27/1042296/carlos-pena-boric-cambio-ingenuidad.html
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