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Boeninger y la oportunidad perdida para socavar el legado de Pinochet

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El dilema que vemos hoy es que a fin de cuentas a quienes se les arrebató el derecho a ejercer la soberanía popular fue a los ciudadanos y no a la élite política opositora, que fue la que desde el 11 de marzo de 1990 se supo adaptar a un país tranquilo pero políticamente injusto y con crecientes niveles de desigualdad.

Revisando documentos para un artículo pronto a publicar, desenterré una decidora frase de Edgardo Boeninger plasmada en su libro “Democracia en Chile: Lecciones para la gobernabilidad” (1997). La cita que me concedió la persistencia no es un descubrimiento menor, considerando que quien fuera ministro secretario general de la Presidencia de Patricio Aylwin y senador designado entre 1998 y 2006 es visto como uno de los artífices de la transición desde la dictadura de Pinochet a los gobiernos de la Concertación, desde el autoritarismo uniformado a uno de terno y corbata.  Recordemos que el también rector de la Universidad de Chile hasta el 11 de septiembre de 1973 fue quien mayormente luchó desde la oposición en dictadura y el oficialismo en democracia por la instauración de la tan publicitada “política de los consensos”.

Al referirse a las motivaciones de la Concertación para impulsar las 54 reformas constitucionales que se votaron el 30 de julio de 1989, recuerda Boeninger que el objetivo era “generar condiciones que le permitieran reconocer la legitimidad de la Constitución y asumir el gobierno en un marco institucional suficientemente consensuado como para asegurar la gobernabilidad del país y la vigencia de un Estado de Derecho asentado en base sólidas, incuestionables”.

Sus palabras dejan en claro la postura que dentro de la oposición de la época él sustentaba como depositario del ideario DC: legitimar la Constitución de Pinochet.  Pero más esclarecedor aún es la frase que le sigue y que cobra renovada actualidad a la luz de los propuestos cambios al sistema binominal: “Si no se lograban las reformas indispensables, el gobierno de Aylwin enfrentaba la oscura perspectiva de desangrarse en una difícil lucha por una Asamblea Constituyente, para lo cual, a falta de consenso político y mayoría parlamentaria, habría tenido que recurrir a la presión social, con el consiguiente clima de confrontación e inestabilidad”.

Han pasado 23 años desde el plebiscito del 30 de julio de 1989. El referéndum fue aprobado con un 91,25 % de los votos, éxito que se entiende esencialmente por el acuerdo suscrito entre la dictadura y los principales líderes de los partidos oficialistas y de oposición.  La profusión de spots televisivos proclives a la opción “Apruebo” fueron la antesala de la principal modificación a la Carta Fundamental desde su imposición en 1980. Ésta incluyó terminar con las atribuciones presidenciales para exiliar y disolver la Cámara de Diputados, reconocer los tratados internacionales en materia de derechos humanos, mantener los recursos de amparo y protección durante los estados de excepción, eliminar el cuestionado artículo 8° que proscribía los partidos que impulsaran la lucha de clases, eliminar la incompatibilidad entre dirigencia gremial y militancia política, e incluir al Contralor en el Consejo Nacional de Seguridad, entre algunas de las medidas aprobadas.  Eso sí, en nada cambió el sistema binominal, la existencia y conformación del Tribunal Constitucional ni la vigencia de esa extraña institución que fueron los senadores designados.

Pero en la enumeración previa se obvia dos temas relevantes.  Se elevó de 3/5 a 2/3 el quórum para intervenir en el capítulo que establece los procedimientos para cambiar la Constitución y se término con la facultad del Primer Mandatario para aprobar con la mayoría simple de una cámara y un tercio de la revisora las leyes simples, obligando al muy probable futuro presidente Patricio Aylwin a negociar con la derecha para reformar muchas normativas sin quórum calificado sobre salud, sindicalización, previsión social, etc.

Alguien podría decir que el tema no es relevante, considerando que en su régimen autoritario Pinochet podría haber llevado adelante por sí mismo tales reformas constitucionales.  Hoy sabemos que de todas formas necesitaba a la Concertación, porque según su propia Constitución, aunque la Junta de Gobierno impulsara modificaciones, para que éstas tuvieran “eficacia deberán ser aprobadas por plebiscito, el cual deberá ser convocado por el Presidente de la República” (artículo 21 transitorio).  Es decir, sin la anuencia de la oposición (triunfadora el 5 de octubre del año previo) difícilmente habría logrado tal hipotético objetivo.

Es muy seguro que no sean muchos quienes recuerden a cabalidad los 54 cambios que se hicieron a la Constitución de Pinochet en 1989. En ese tiempo se enfatizaron principalmente la eliminación de los enclaves autoritarios pero se dejó intacto (e incluso se consolidó) el mecanismo que vulnera el principio de la expresión legislativa de las mayorías, que es en definitiva la que conforma el entramado institucional de los poderes del Estado.

De ello era consciente Boeninger. En su libro señala que la Concertación se conformó “con una reforma sustancialmente más modesta, para evitar la prolongación del conflicto institucional al período de gobierno que se iniciaría en marzo de 1990, aceptando las consiguientes limitaciones a la soberanía popular y al poder de la mayoría”.  Esto con el objetivo de lograr “el establecimiento de un clima de paz, la construcción de consensos más allá de la Concertación, un período de gobierno destinado a construir país y no sólo a resolver las cuestiones heredadas del pasado”. Así lo creía él.

El dilema que vemos hoy es que a fin de cuentas a quienes se les arrebató el derecho a ejercer la soberanía popular fue a los ciudadanos y no a la élite política opositora, que fue la que desde el 11 de marzo de 1990 se supo adaptar a un país tranquilo pero políticamente injusto y con crecientes niveles de desigualdad. Esta constatación nos da luces sobre el temor que muchos hoy siguen teniendo al ejercicio de la democracia.

Esa democracia que por una mentirosa e impuesta paz social Boeninger y muchos otros estuvieron dispuestos a sacrificar. No vaya a ocurrir lo mismo hoy con los muy publicitados cambios, en la medida de lo posible, al sistema binominal.

—————-

Foto: Wikimedia Commons

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Comentarios

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jose-luis-silva

16 de septiembre

Acaso hay alguien que haya redactado y publicado alguna constitución alternativa para ser aprobada poe la ciudadania como lo hizo el gobierno militar ?

cri cri cri

Lo mas cercano a una constitución alternativa de lo que son capaces es buscar respaldo para una Asamblea Constituyente, el añoso engendro comunista para dar por aprobada una constitución sin que nadie la haya leido, eso es lo máximo en exigencia democratica que tienen, ¿ Me equivoco ?

Lograron derrumbar la constitución «burguesa» del 25, depues rehusaron colaborar en la creación de una nueva constitución durante el gobierno militar, tampoco entregaron una constitución alternativa a la del 80, y no son capaces de redactar una constitución para ser aprobada por la ciudadania hasta el dia de hoy..

Solo critican sin ser capazes de proponer algo, agradescan que existió un gobierno militar y una derecha que colaboró para hacer una constitución o no tendria absolutamente nada. ¿ me equivoco ?

16 de septiembre

Sí, te equivocas. Acá está la propuesta del académico Mario Reyes Ortiz: Borrador para la discusión de nueva Constitución Política de Chile. http://nueva-constitucion-politica.cl/libroNC(2).pdf

Y, más allá de eso, no entiendes el fondo del asunto. Una Constitución debe representar la voluntad de su pueblo y tener mecanismos para que éste la modifique cuando tenga interés mayoritario en ello. Ninguna generación tiene derecho a imponer su Constitución a la generación siguientes.

De eso hablamos cuando hablamos de política. Lo que tú estás diciendo no es más que imposición, lo cual es una forma de poder pero nunca democracia.

jose-luis-silva

17 de septiembre

Agradesco el dialogo, sinceramente. Por supuesto que la constitución debe prevalecer por generaciónes para tener un mínimo de estabilidad. Nadie pondria un kiosco de diario si no conoce las reglas del juego que habrá al dia siguiente.

Pero me alegro de estar equivocado, veo que sí hay una propuesta alternativa que leeré con calma. ¿ Porque no la encauzan via el congreso, la presidencia o alguna instancia para que la ciudadania la apruebe en lugar de elegir el camino turbio ?

El respaldo ciudadano se necesita para aprobar una constitución, no para redactarla. ¿Para que una asamblea?

La AC solo sirve para aprobar una constitución sin que nadie la lea, es la muestra de que con tal de hacerla turbia estan dispuestos a caer en el absurdo:

¿Quienes votan por la asamblea ? Los que no estan de acuerdo con la constitución actual ? Ejemplo: Yo no estoy de acuerdo porque no especifica claramente que los militares deban ser garantes de la institucionalidad politica, por lo tanto pediré AC, y tu no estas de acuerdo porque tampoco epecifica que los milicos no tengan nada que ver, tambien pediras AC. O sea quieren que asumamos que estamos de acuerdo en una nueva constitución, aunque evidentemente no lo estamos, asi se ahorran cualquier discusión y dan por aprobado lo que se les ocurra de espaldas al pais con la cuchufleta de que aprobamos la asamblea. Es un truco viejo del año de la pera.

La AC es la típica cuchufleta de los comunistas, eternos sicópatas tan convencidos que son los únicos y genuinos representantes de la voluntad ciudadana, que ni siquiera necesitan consultar nada a los ciudadanos.

17 de septiembre

Estimado José Luis. En realidad, yo veo tres (no dos) problemas de la actual Constitución.

Su ilegitimidad de origen (fue impuesta en dictadura militar). Quienes no estaban de acuerdo con el texto no tuvieron mayores posibilidad de discrepar. Eso está demostrado en varios estudios sobre el plebiscito del 80.

Sus contenidos. En mi opinión, y en eso es legítimo que tengamos diferencias, tiene un carácter demasiado individualista y economista. Es más, aunque sea una anécdota, es sintomático que el artículo sobre la propiedad privada tenga varias páginas y el de derecho a vivir en un medioambiente libre de contaminación, por ejemplo, un par de párrafos.

Su cerrojos a la modificación. Mira, aunque incluso tuviera los dos temas anteriores cuando se promulgó, no sería problema si pudiéramos cambiarla cuando lográramos mayorías quienes así pensamos. Si no lo logramos, se mantiene. El problema es que cuenta con tres mecanismos para evitarlo. Sobrerrepresenta mediante el binominal a quienes están de acuerdo con tal Constitución (la UDI, particularmente), lo cual empata la primera minoría con la mayoría (1/3) y no es proporcional. Segundo, establecce altísimos quórum para su modificación, que da a esa primera minoría poder de veto para mantener las cosas tal cual, lo cual les acomoda. Y, tercero, está el Tribunal Constitucional, que como en el Senado se fuerza el empate entre la primera mayoría y la primera minoría, permite que haya un permanente equilibrio entre ambos sectores, lo cual es un segundo veto a los cambios.

Y eso, estimado amigo, no es democracia. Por ello, la Asamblea Constituyente es escribir entre todos una nueva Constitución, porque no es sólo un procedimiento, es la esencia misma de la democracia, donde lo importante es la legitimidad de la toma de decisiones. Si no, entonces no elijamos Presidente y contratemos como head hunter a la Ernst & Young y que contrate al mejor Gerente Nacional de la República, que da lo mismo que sea chileno, chino, estadounidense. Eso no es política, eso es administración.

Saludos

jose-luis-silva

17 de septiembre

No mw ha respondido: En lugar de que la ciudadania aprueba una asamblea para hacer una constitución, porque no escribe una constitución para que la ciudadania la apruebe ? Porque el camino turbio ?

Los milicos sometieron a aprobación una constitución que todos pudieran leer y votar mientras usted insiste en la cuchufleta para que aprobemos una constitucion sin leerla. ¿ me habla de democracia ?

Saludos

17 de septiembre

Soy partidario de que se convoque a una Asamblea Constituyente ahora que la Transición ha ido despejando el camino hacia una democracia más amplia y participativa. Una Asamblea Constituyente, además de permitirnos tener una Constitución acorde con los tiempos presentes y con las exigencias ciudadanas, significaría una bocanada de aire fresco en la renovación de la clase política chilena.
Pero seamos comprensivos. En los tiempos de Boeninger obviamente las prioridades eran otras: Gobernabilidad, Estabilidad y, por sobre todo, evitar que se revirtiera el proceso de intromisión de los uniformados armados en la política nacional, iniciado en el Gabinete del Presidente Allende con trágicas consecuencias.

jose-luis-silva

17 de septiembre

Efectivamente la constitución debió hacerse entre todos, pero le reitero: no fué impuesta, los milicos siempre llamaron a todos a hacerla y solo la derecha acudió al llamado. Fué el sabotaje de la izquerda lo que le quitó legitimidad, no lo los milicos ni la derecha. Dificil hallar otra oportunidad mejor para hacerla entre todos.

Si, tenemos diferencias porque la gente se preocupa de la contaminación cuando tiene un minimo de estabilidad económica. Pero no es un tema mayor.

Me parece que el binominal le ha dado estabilidad al pais, quizá sacrificando representatividad, pero genera un escenario parecido a las democracias mas importantes. Obviamente un sistema eleccionario que no comparte la mayoria es una contradiccion en si mismo. Habrá que cambiarlo si hay consenso msyoritario en otro.

Yo no creo sean cerrojos, muchos pensamos que es mejor el volante mas duro porque si llega algun impetuoso para doblar a la izquierda muy brusco podemos volcar de nuevo, pero nadie pretende dejar trabado el volante, creo que esta equivocado.

El tema es delicado, sin constitución, sin reglas del juego, a patá y combo, inevitablemente siempre quedarán los milicos o hasta una guerra civil, es el mal mayor que hay que evitar, pero usted lo toma a mal, las motivaciones pueden ser muy distintas a lo que piensa.

Agradesco el dialogo

Javier

17 de septiembre

Dictadura «el gobierno militar» insisten llamarla los de siempre. La nueva consitución es urgente y necesaria, Chile no se sustenta mas con el chanchullo que es la constitución redactada por la dictadura.
Curioso que los que hablan de «cambios» no quieren cambiar nada.
Fina al binominal, democracia plena, nueva constitución.

jose-luis-silva

17 de septiembre

Una cosa es la descripción: gobierno militar y otra la calificación que uno le ponga: dictadura o gobierno de reconstrucción. Usar correctamente el lengueje es una cuestion de educación, no de politica.

Felipe Vilches Rubio

21 de septiembre

El Zapatiila Boeninger siempre actuo en la oscuridad d elas maniobras de los DC, que se arreglaban los bigotes, de perfil mediano, y pareciendo como estratega d esoluciones, y dejo todo amarrado comoe staba, cona rgumentos que frenaron tdo, lo que perfectamente podian ser distintos escenarios a los argumentados por el. CTM

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