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Acerca de la violencia política en dictadura

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No sorprende el rechazo de los sectores de derecha a tal pretensión. Más bien, dejan traslucir la justificación de la represión, debido a expresiones de resistencia armada de parte de opositores al régimen cívico militar, y traer a colación, el enrostrar la inconsecuencia de sectores democráticos que rechazaban la violencia como estrategia política, para llegar ahora acuerdos con fuerzas políticas que la reivindicaban.

Las declaraciones de Guillermo Tellier, respecto a su justificación sobre el uso de la violencia como estrategia política, y la reivindicación del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, ha vuelto  a traer a colación, el tema de uso de la fuerza en los años de dictadura.

No sorprende el rechazo de los sectores de derecha a tal pretensión. Más bien, dejan traslucir la justificación de la represión, debido a expresiones de resistencia armada de parte de opositores al régimen cívico militar, y traer a colación, el enrostrar la inconsecuencia de sectores democráticos que rechazaban la violencia como estrategia política, para llegar ahora acuerdos con fuerzas políticas que la reivindicaban.

Lo que sí sorprende son las declaraciones de personeros de fuerzas democráticas que equiparan, desde el punto de vista moral, la violencia ejercida para el uso de la represión de opositores, con aquellas de resistencia a éstas.

Es extensa la literatura, que no tiene sentido precisar, sobre la justificación de la violencia política, desde el punto de vista histórico, filosófico  e incluso religioso.

Cecilia Pérez, la vocera de gobierno, declaró, frente a las expresiones de Tellier: «En Democracia, no tiene cabida la  lucha armada”. En estricto rigor y como axioma de principio, tiene razón. El problema es que en Chile, durante los años 1973-1989, nuestro país no vivía una democracia. Al contrario, vivíamos la más cruenta dictadura de nuestra historia y una de las más extremas de América Latina.

La confusión de algunos sectores democráticos tiene que ver con no distinguir entre los imperativos éticos-morales y los de racionalidad y eficacia política.

Trayendo solo a uno de los pensadores de raíz cristiana, como Jacques Maritain, este señala: “Cuando el grupo social está en vía de regresión o de perversión y su nivel moral desciende, los preceptos de la moral en sí mismos no cambian, desde luego, pero la manera en que han de aplicarse desciende asimismo a un nivel más bajo; pues nuestros actos morales son actos concretos, cuya naturaleza o especificación moral puede ser cambiada por la naturaleza de la situación a la que hay que hacer frente.” (El Fin y los medios)

Lo que Maritain señala es que claramente los fines no justifican los medios, sino que los medios regresivos, como es el caso de violencia, son determinados, por la “naturaleza de la situación,” es decir qué tan regresiva sea ésta. La naturaleza de una situación, como un campo de concentración, es evidentemente distinta a la de un agora pública, y no solo en lo que respecta a la violencia, sino  a su “nivel moral”.

Y para clarificar de mejor forma la jurisprudencia de lo anterior, da dos ejemplos iniciales:

“Me peleo con alguien: suponed que le mato; sería un asesinato. Suponed ahora que ese mismo hombre se lanza sobre mí para matarme: entonces es un caso de legítima defensa; le mato y ello no será un asesinato.”

“Suponed que viviésemos en un grupo social totalmente bárbaro, en una tribu de bandidos en que no existe ley, tribunal ni orden público alguno. Tendríamos entonces que hacemos justicia a nosotros mismos; lo cual quiere decir que podríamos vernos inducidos a infligir la muerte a un criminal y, en semejante caso, el acto físico que consiste en dar muerte a ese hombre no constituiría moralmente un asesinato.”

Sin embargo, para aquellos que piensen que estos corresponden a ejemplos algo extravagantes, referidos más bien a un estado de naturaleza, señala un tercero:

“Y aunque en la vida civilizada esta autoridad judicial haya de ser poseída y ejercida sólo por aquellos que han sido investidos de poderes judiciales en el Estado, con todo, incluso en la vida civilizada, un caso de urgencia completamente excepcional – como el caso de legítima defensa de que acabo de hablar – puede exigir a cualquiera participar en aquella defendiendo su propio derecho a la vida contra un injusto agresor.”

¿Estábamos en Chile, durante esos años, gobernados por un “tribu de bandidos “, en que no existía ley ni tribunal, en un “caso de urgencia completamente excepcional”, claramente si. Y creo no hay ningún sector democrático que pueda argumentar algo distinto.

No obstante lo anterior, esto no significa que el uso de la violencia como resistencia a un régimen oprobioso, como la dictadura de Pinochet, no fuera susceptible de fuerte crítica de racionalidad política, y desde ahí también, ética moral. Es posible de reconocer, que Chile atravesaba una situación enteramente excepcional  y regresiva, susceptible de justificaciones para el uso de la violencia como forma de autodefensa, y al mismo tiempo criticar el uso de ésta del punto de vista ético; debido a que carecía de toda eficacia política, por distintas razones,para evitar mayores sufrimientos. Ya que al contrario, provocaba más y mayores situaciones regresivas, impidiendo de esta manera el termino de esta. 

Y en ese y solo en ese sentido, y no en términos abstractos, era posible oponerse también éticamente al uso de la violencia. Era posible. Sin embargo, y es necesario decirlo, esta era una evaluación y discernimiento que solo se comprueba ex post.

Jorge Navarrete, en un artículo publicado el 7 abril de 2013,titulado “Las miserias de un mito”, en el diario La Tercera,  respondiendo a Tellier, respecto su reinvidicación de la lucha armada como contribución a recuperar la democracia, señala: «¿alguien de verdad puede creer que de haber resultado muerto Pinochet la noche del 7 de septiembre de 1986, hubiéramos tenido un plebiscito dos años después, cuyo resultado fue poner fin a la dictadura militar mediante el ejercicio del voto? Para nada. Ese acontecimiento, como la internación de armas en Carrizal Bajo, y varios otros, sólo sirvieron para hacerle el juego a quienes desde el gobierno y la sociedad civil requerían explicar la barbarie”

Pero la pregunta también podría haber sido otra: ¿alguien de verdad cree que si la dictadura militar hubiese sido derrocada, con algún componente de fuerza activa, ese levantamiento no hubiese contado con la suficiente legitimidad, del punto de vista ético?


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08 de abril

Muy claro; felicitaciones Pancho, tambien escribí algo en este mismo portal hace unos dias, y algunas coincidencias tenemos, héchale una miradita http://elquintopoder.cl/politica/estoy-indignado/

09 de abril

Creo que el plebiscito se lo debemos precisamente al intento de asesinato de Pinochet. Si hubiera muerto habria sido un desastre, porque estabamos en una situacion extremadamente fragil, pero el atentado en sí hizo que Pinochet se diera cuenta que no importaba cuanto se protegiera, cuantos coches blindados usara, cuantos actos de asesinatos y represion cometiera, la paciencia con su regimen se habia acabado. Y fue clave para que la oposición al regimen se diera cuenta de la verdadera gravedad de la situacion y asumieran (por fin) una parte de la carga en la lucha contra Pinochet y el retorno a la democracia.

Porque una de las cosas que mas molestaba a la gente en la epoca era la soledad en que estaba la poblacion ¿Donde estaban los ahora tan «ilustres» politicos? No estaban luchando, no estaban a pie de calle, no estaban ni siquiera en Chile. La gente estaba poniendo en riesgo su vida en las manifestaciones y los ahora tan «democraticos» politicos no estaban. O si habia alguno estaba negociando por su parte con el regimen terrorista de Pinochet, sin escuchar lo que la gente quería. El atentado mostro que las cosas estaban peor en Chile de lo que se creia, que lejos de que la represion hubiera creado la pasividad que se pretendia, habia mucha rabia. Eso obligo a replantear las cosas a la oposicion que queria hacer las cosas (como siempre) a espaldas de la gente.

Si hay una gran critica al atentado es que no se pensara las consecuencias de fallar. Porque una de ellas fue la muerte de Pepe Carrasco, y la de personas que no habian participado en el. Pero el atentado en sí debia cometerse. Tenia que darse una minima esperanza a la gente de que el regimen criminal de Pinochet iba a terminar pronto, porque ya estaban siendo demasiados años de muerte, sacrificios, de vidas arruinadas, de un pais explotado y exprimido sin piedad… Y ademas mostrar que Pinochet era mas criminal de lo que algunos pensaban, porque la venganza por el atentado fue la muestra mas grande de la clase de tipejo que era el y todos quienes lo apoyaban.

En el Chile de 1986, el atentado debia realizarse, porque el tiranicidio, en esas circunstancias, es algo que ni siquiera Tomás de Aquino podía negar su legitimidad: “Cuando la tiranía es en exceso intolerable, algunos piensan que es virtud de fortaleza el matar al tirano” porque la liberación del pueblo de una tiranía debe ser considerado como un acto laudable.

09 de abril

El señor Jorge Navarrete habla desde sus intereses, los intereses de la concertación. Nadie puede, ni en el más obvio desenlace, profetizar lo que venía si Pinochet fallecía ese día.

Ahora, visto y sabido lo que pasó, y pasa en la transición chilena, la muerte de Pinochet no tuvo que haber sido tomada como un error del PCCh y el FPMR por parte de la cocnertación. El arcoíris y su élite contaban con todo el apoyo monetario y “moral” del gobierno norteamericano, y no sólo el gobierno de ese país, sino varias firmas de inversión extranjera, ya que una vez fuera Pinochet, muerto o no, se venían a depredar los recursos naturales de Chile, como así ocurrió después una vez fuera del poder el dictador.

La concertación tenía la venia yanqui. Los militares no estaban más en condiciones de oponerse a las peticiones gringas, como sí lo habían hecho con el cobre al proteger la nacionalización de Allende. De hecho, el primer robo, porque fue un robo legalizado por la concertación, fue entregar el cobre a la inversión extranjera a precio de huevo, situación que hasta el día de hoy la clase política, transversal, incluido el propio Teillier, no se atreven a poner en tabla institucional.

Navarrete, como hechicero o brujo, se atreve a interpretar un posible hecho que hubiera atentado contra los intereses de la élite concertacionista, la muerte de Pinochet, para además pegarle una pequeña patada a Teillier. Un gusto penca y de todo programado.

Muerto Pinochet, y no estoy ejerciendo el mismo juego de Navarrete, los militares se iban sí o sí del poder político. La instauración del modelo neoliberal a la chilena contaba de dos patas, una militar, con las consecuencias en vidas que esa instalación causó, y una civil, llevada a cabo por la concertación, con las consecuencias sociales que esa continuación de la dictadura, pero con cara progre, ejecutó.

Todo esto es la parte que el señor Navarrete no cuenta, ¡obvio!

Ahora, las resistencias con fusil en mano de un sector aniquilado por un Estado, no merece juicio critico de nadie, excepto aquel de los hipócritas, que sesgados por sus propios sofismas, cuentan sólo una parte de la historia o fueron parte directa de la desaparición de luchadores sociales en la dictadura de Pinochet. Y todavía se atreven a sentenciar: “Si hubiera muerto Pinochet, hoy todavía tendríamos a los milicos en el poder…” FALACIA TOTAL E HISTÓRICA.

Curioso, entonces, resulta de constatar que esa día no murió Pinochet, y su “obra” se consolidó igual en 23 años. Qué explicación tendrá el señor Navarrete para esa “convergencia”.

Saludos cordiales.

PD: Me pregunto si en 23 años de aniquilación social de las mayorías, esas mayorías, sometidas a los más inhumanos vejámenes auspiciados por la condescendencia que el señor Navarrete representa, no se hubiera justificado una resistencia armada. La delincuencia de los pobres no es una situación que hable de la maldad de los mismos, es una manera imperfecta de resistir. Que las cárceles las abarroten únicamente pobres, algo le debe indicar al señor Navarrete y su mundo medroso a consciencia plena, esa escandalosa situación.

09 de abril

Creo que las opiniones vertidas aquí son tan válidas como asertivas. Por mi parte, creo que es insano poner en tela de juicio la rebelión contra la tiranía. Lo que hizo el Frente, haciendo abstracción de sus consecuencias, fue una verdadera demostración de dignidad ciudadana que, de no haber existido, nos habría puesto a la altura de los pueblos más cobardes y sumisos del mundo.

Hector

09 de abril

Puta que es facil opinar desde los pinaculos, de lo moral, de lo etico, de lo democratico, «Si un delincuente te asalta y te produce daño fisico», ¿tu le pides por favor que deje de hacerte daño, o lo enfrentas y defiendes tu vida?, en chile no habia democracia, los tribunales negaban el acceso a la justicia, sino busca en los archivos de la vicaria de la solidaridad y encontraras tanto recursos de proteccion, rechazados por tribunales afin al genocida, pues, para los que vivimos esa epoca y estuvimos inmerso en ella, todas las formas de lucha son validad, cuando se trata de sacudirse de encima al delicuente que te hiere y te mata.

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