Si bien considero que el ejercicio del voto no lo es todo cuando hablamos de democracia, el hecho de que hoy se defina como un derecho político fundamental, genera en mi la necesidad de exponer mi descontento con cómo el Estado de Chile y principalmente el gobierno no han elaborado una mesa formal y de trabajo real para garantizar y resguardar este momento político a quienes no vivimos dentro del país. He leído bastante sobre las últimas noticias que se han publicado en relación al voto en el extranjero y a pesar de que aseguran que el Plebiscito se realizará, ninguna institución hizo reparo en todos aquellos ciudadanos que nos quedamos sin votar este próximo 25 de octubre.
Cuando ocurrió el Estallido Social y se optó por la vía del Plebiscito como respuesta institucional al conflicto, yo vivía en Melbourne (Australia) y necesitaba cambiarme de circunscripción electoral porque sentía que lo único que podía hacer por el país estando lejos, era votar. Para la fecha original del Plebiscito (abril) y de acuerdo a mis planes personales, yo sabía que para ese entonces no estaría viviendo en la misma ciudad pero asumía el costo de viajar a votar. Nunca dude siquiera en excusarme de mi deber por estar lejos o por residir a más de 300km de distancia según lo estipula la ley.El Estado de Chile y principalmente el gobierno no han elaborado una mesa formal y de trabajo real para garantizar y resguardar este momento político a quienes no vivimos dentro del país
El problema surge cuando llega la pandemia. Australia se divide en Estados y todas las políticas, estrategias e implementaciones son decisiones autónomas. Cuando llega la pandemia, la principal medida fue cerrar automáticamente todas las fronteras. Afortunadamente vivo en una isla al sur de Australia y eso generó una ventaja considerable en la superación del virus (que dicho sea de paso no es la realidad de todos los Estados del país). Sin embargo, las fronteras de Tasmania (donde vivo actualmente) están cerradas hasta el 1 de diciembre y eso instantáneamente me dejó excluida del Plebiscito.
Probablemente mi historia suena como un reclamo individual que no tiene mucho peso ni valoración y es altamente probable que en nada cambie las cosas (si pudiera hacerlo, sería maravilloso). Pero siempre detrás de una realidad “micro” se esconde una problemática mayor. Como mi caso, hay muchos.
Las circunscripciones en Australia están ceñidas sólo a las ciudades que cuentan con Embajadas y Consulados (Sydney, Melbourne y la capital del país, Canberra). De modo que el padrón electoral de todos los chilenos en Australia está concentrado ahí. Y entonces la pregunta es: ¿Quién nos responde por esta falta de voluntad política de no haber creado (con bastante tiempo a favor) alternativas a este proceso acorde a un contexto de pandemia? ¿Cuál de todas las autoridades se hace cargo de esta ausencia? ¿A quién debiésemos acudir para exigir nuestro derecho a voto? ¿A caso estamos frente otra violación de derechos fundamentales?
Todos los días me hago estas preguntas y recurriendo a diversas instancias hemos intentado con un grupo importante de chilenos tener alguna respuesta, pero nada. Nadie pronuncia ni una sola palabra. Solo dicen que la ley no dispone de otros mecanismos para efectuar el voto (voto electrónico o voto postal) y que poco y nada deberíamos esperar al respecto si ni siquiera se esforzaron por asegurarle el voto a quienes si están en Chile pero contagiados con COVID.
Esto a mi parecer es un hecho grave porque deja en evidencia varias cosas:
1. Demuestra no tener real voluntad política de que las cosas funcionen bien. A estas alturas es posible pensar que se trata de una mera estrategia política para ejercer control sobre la cantidad de votantes.
2. No contar con disposiciones excepcionales ante eventos de esta naturaleza y de alguna manera no ser capaces de entregar un voto de confianza a un electorado que ha demostrado ser ordenado y no fraudulento.
3. Entrega claras señales antidemocráticas negándose a la posibilidad de que otros (muchos) no participen. Si bien es cierto que las mesas ya están constituidas, con sus vocales y recintos establecidos, será un derecho garantizado a medias sólo para aquellos quienes tuvieron la suerte de encontrarse viviendo ahí. Y mi derecho no puede depender de la suerte.
En un principio quería titular esta columna como “Tengo pena” (que para ser honesta realmente la siento), pero finalmente mi descargo intenta poner sobre la mesa el cómo debemos seguir repensando la política, los procesos de participación y la modernización de los Estados. Me queda el consuelo o el autoconvencimiento de saber que la democracia se construye en cada acción que ejercemos y no sólo a través del voto, para después tener que asumir, que mis ganas y deseos de participar de este camino se quedaron abajo de la micro.
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