Respondo por mi familia y pido perdón por sus omisiones. Y como sabia nueva de este nuevo y hermoso Chile, sin soslayar todas las desigualdades existentes y los problemas que conocemos y que han sido, son y serán parte de otros análisis, quiero continuar en el derrotero del perfeccionamiento como nación. Quiero ser parte activa de este nuevo Chile.
Tengo 29 años. Obviamente no fui testigo -afortunada y privilegiadamente- de las atrocidades ocurridas durante diecisiete años de cruenta Dictadura Militar en nuestro país. Pero sí tengo una postura muy clara y definida al respecto. He leído la historia de nuestro país y he revisado sus pasajes, algunos tan sombríos como el que nos da cita hoy. También tengo un relato familiar que me ha ayudado a reafirmar aún más convicciones que imagino muchos de los que leerán estas palabras sentirán como propias, no solo por la validez y fundamental aplicación de éstas, sino que por -espero- la interpretación que puedan experimentar al haber pertenecido a una familia de similares características políticas.
Una familia que en ese momento histórico tuvo un pasar económico tranquilo. Trabajadora. Políticamente inactiva e inconsciente, hay que decirlo. Con ideas tangenciales en cuanto a una visión de Estado. Preocupada de su cotidianeidad y la crianza de sus hijos. Apolítica. De derecha. Sé que algunos podrán, también, establecer una suerte de contradicción debido a los conceptos que vierto para describir a mi familia, aunque en la práctica, precisamente, esa contradicción es viable. Pues bien, en ese contexto en el seno del hogar, afuera, se suceden los macabros acontecimientos que hoy se recrudecen con su revisión en perspectiva como parte de un proceso de saneamiento colectivo muy necesario.
Y es en este camino hacia la recuperación nacional, en el que aprovecho de hacer memoria. La memoria de un ausente. Es en ese hogar, donde se observaban los hechos a distancia, como si fuese sólo parte de una entelequia construida por un grupo de “revoltosos” sin rumbo o “delincuentes”, como se les llamaba tan injustamente, en el que se votó por el “Sí”, es que yo digo ¡No! En conversaciones eternas he intentado explicarles mi posición, y el dolor que me generan las muertes de esos compatriotas que contribuyeron con su vida para forjar el país en el cual hoy camino libremente. Con el paso del tiempo, lo entienden, pero continúan, con mirada escéptica, prejuzgando operaciones y acciones de este sector en aquella época. Sin embargo, mi familia es un grupo de personas maravillosas que amo profundamente. Serían incapaces de hacerle daño a alguien. Y ellos, si bien tienen una óptica de lo sucedido completamente opuesta a la mía, jamás, y lo repito, jamás han avalado el genocidio cometido en Dictadura.
Las discrepancias políticas, para mi fortuna, nunca han sido un impedimento para desarrollarnos en absoluta fraternidad. Fueron mis padres los que me han entregado valores democráticos y mi respeto irrestricto por las personas, sus singularidades, visiones e intenciones, junto con el cuidado e importancia por la libertad de expresión. Mi formación profesional de periodista llegó a reafirmar todos estos valiosos elementos en mi personalidad. Y por el contrario, agradezco las antípodas familiares, pues gracias a ellas comprendo a cabalidad ambas visiones de país. Yo escojo la que me identifica: la de los caídos, la de la lucha infatigable por la búsqueda de la verdad y un modelo de país amable e inclusivo. Un Chile que comenzó con un sueño alojado en las cabezas de esos “terroristas” y que hoy es realidad irrefutable; un Chile que en ese entonces fue una quimera, pero que ni siquiera la Dictadura de Pinochet pudo eclipsar.
Respondo por mi familia y pido perdón por sus omisiones. Y como sabia nueva de este nuevo y hermoso Chile, sin soslayar todas las desigualdades existentes y los problemas que conocemos y que han sido, son y serán parte de otros análisis, quiero continuar en el derrotero del perfeccionamiento como nación. Quiero ser parte activa de este nuevo Chile. Quiero que nos queramos y seamos fraternos. Para eso, siento que no sirven los “goles del silencio” ni otras iniciativas simbólicas de carácter decorativo, impulsadas por organizaciones (Amnistía Internacional) que no constituyen un fondo potente para avanzar en dicha dirección. Necesitamos neutralizar la instrumentalización política eleccionaria propia de este periodo para dar paso firme a una exhaustiva revisión de la moral y la conciencia institucional y civil. Luego de esa reflexión sincera y genuina, estaremos en condiciones de avanzar y habitar un Chile renovado. Saneado. Cohesionado. El país que toda mi generación anhela. ¡Vamos, Chile! A 40 años del golpe, a través de esta memoria de un ausente, invito a fundirnos en un abrazo apretado, mirarnos a la cara y decirnos con fuerza y ojos húmedos: ¡Nunca más!
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Foto: Wikimedia Commons
Comentarios
10 de septiembre
El primer paso, es dejar de actuar con actitud matonesca frente a una idea distinta. El matar ya no es legitimo. Gran articulo, Pablo. Un abrazo.
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13 de septiembre
BIEN POR TU FAMILIA QUE TE ENSEÑO LOS VALORES DE LA TOLERANCIA RESPETO AMOR POR LOS DEMÁS GRAN DIFERENCIA CON OTRAS FAMILIAS QUE JAMAS ENSEÑARON A SUS HIJOS AL CONTRARIO DE LA TUYA SOLO INCULCARON ODIO VENGANZA CON VERDADES A MEDIAS MIENTRAS CONTINUEMOS CULPANDO A OTROS DE NUESTROS GRAVES ERRORES EL NUNCA MAS SERÁN SOLO PALABRAS MIENTRAS NO DETENGAMOS ESTA ESPIRAL DE VIOLENCIA SIGNIFICA QUE NADA APRENDIMOS DE NUESTRA HISTORIA SEGUIMOS POR LA SENDA DE LOS VIOLENTISTAS OLVIDANDO LA CRUELDAD DE LAS DICTADURAS SEAN DEL LADO POLÍTICO QUE SEAN SOLO SON CRUELES DICTADURAS FELICITA A TU FAMILIA
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13 de septiembre
Muchas gracias, amigo mio, por tomarte el tiempo de leer y compartir un comentario. Claro. Nada debe justificar lo ocurrido en nuestro país, y tampoco en el extranjero sobre esta materia. Las dictaduras son un cáncer demasiado nocivo. Léase bien, «las» dictaduras.
En otro plano de este hecho, no podemos olvidar, eso sí, la herencia de la Dictadura Militar. Aún respira entre nosotros. Y hay muchos que colaboran para que su «espíritu y visión» permanezca intacto. Lo hacen con dineros frescos que reciben de importantes empresas hacia, por ejemplo, la Fundación Pinochet, No es menor. ¡Saludos amigo mío! Un abrazo apretado.
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13 de septiembre
Muchas gracias María Santibañez por tus amables palabras. Hagamos todos, desde nuestra cotidianeidad con pequeños gestos, pero súper valiosos, que Chile sea distinto. Que empiece esta metamorfosis positiva que todos anhelamos.
Debo admitir que me de pavor leer y escuchar a diversas personas, de mi generación y más añosas, su beligerancia e intolerancia en sus planteamientos. No ha habido un ápice de reflexión y sentimientos. Me cuesta demasiado comprender esa postura. Asusta. ¡Saludos!
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13 de septiembre
Para una verdadera reconciliación nacional, como lo planteo en la columna, se debe realizar una exhaustiva revisión moral y de nuestra conciencia cívico-institucional. Ahí, podremos comenzar a avanzar en pro de un encuentro fraterno como país. Lo que también es importante y necesario es que se comience a abolir la dictadura económica impuesta; otorgar justicia concreta para las familias que han sufrido la dolorosa pérdida de algún integrante, y que los culpables cumplan las correspondientes condenas. Sin privilegios como los que goza el surrealista Manuel Contreras. Así y sólo así, habrá recuperación nacional. Como lo establece lúcidamente el Premio Noble de Historia Gabriel Salazar: «La herida aún sigue abierta».
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13 de septiembre
Soy de la «Generación de los 40» de aquellos que cada conmemoración del golpe, su edad le recuerda el episodio más atroz de la historia de Chile con creces.
A diferencia tuya, crecí en un ambiente familiar del que siempre se habló de lo que sucedía, desde pequeño tuve conciencia de las heridas que ese gobierno de facto le infería al país.
En ese ambiente de civismo y de creencia desde lo más profundo en la democracia y en los dictámenes de las mayorías sin necesidad del uso de la fuerza, rescato la línea de tu reflexión, sin embargo creo, así como debe sentirlo una gran mayoría que el camino hacia una real reconciliación parte por esclarecer la verdad de lo sucedido y hacer justicia con aquellas familias que fueron destruidas por el sólo hecho de pensar distinto, sólo así podremos cerrar una etapa dolorosa y oscura con un gran abrazo porque habremos hecho lo correcto.
Hay que tener en cuenta también que cualquier acto reparatorio es insuficiente, puesto que la pérdida sufrida por esos compatriotas no tiene precio.
Como última cosa, y no menos importante, es preciso partir educando desde muy pequeños en el respeto por el semejante en un ambiente de tolerancia, pareciera que lo que te digo es un lugar común, sin embargo la barbarie mostrada por los tristemente célebres sólo da espacio a decir que la sociedad civil debiese, por ejemplo, intervenir en la elaboración de los programas educativos de las escuelas matrices de las Fuerzas Armadas para que ellos tuviesen énfasis en el respeto a los Derechos Humanos y a poder objetar una orden cuando su conciencia así lo dictamine.
Son pequeñas cosas, pero que contribuyen hacia la convergencia de lo que hoy la sociedad casi unánimemente condena.
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13 de septiembre
Gracias Yen por reflexionar y leer la entrada. Efectivamente tu comentario va en línea con el espíritu del texto: una revisión personal, mi compromiso a fuego con los DDHH, la prevalencia del amor y el respeto hacia el otro, y la reconciliación nacional con su concomitante JUSTICIA. Un abrazo.