Cuando era tan solo un adolescente, alrededor de 1985, uno de mis hermanos mayores tenía una camioneta que a duras penas se movía. Por años, le llamamos a esa Chevrolet C-10 de fabricación argentina «La Caravana Rolieday», pues viajar en ella era una verdadera aventura, como la que nos relata Carlos Diegues en su célebre película de culto Bye Bye Brasil.
Adiós al Brasil vulnerable, crédulo, ignorante, analfabeto, al cual Lord Gitano (José Wilker, más conocido en Chile por su actuación en Roque Santeiro y Doña FLor y sus dos maridos), entregaba sus trucos baratos y espectáculo de decadencia a los colonos de la amazonia profunda. Llegaban las «espinas de pescado» (antenas de televisión abierta) a los poblados y el espectáculo decaía.Acusados y acusadores se han visto en alguna medida involucrados en casos de corrupción. No estamos presenciando una disputa en favor de los principios democráticos, de gobierno u oposición, de izquierda o derecha, del pueblo o los poderosos de siempre; estamos frente a un «pulseo» de poder, a la lucha por el botín.
El engaño no se acabó con la llegada de la televisión. La televisión adhirió al poder del dinero. La prensa. Los políticos. Los gobiernos. En Brasil con Petrobras, La Cámpora en Argentina, SQM en Chile, CAMC en Bolivia, Duzac en Ecuador y PDVSA en Venezuela, entre tantos otros de la región.
Todos países democráticos; democracias esencialmente directas y representativas. Guardianes de los principios democráticos, entre otros, libertad, igualdad, civilidad, justicia, participación, pluralismo, tolerancia, legitimidad y legalidad, respeto, solidaridad. Todos, algunos en mayor medida que otros, vulnerados por el poder del dinero.
A raíz de la crisis de Brasil, se ha planteado la situación como un Golpe de Estado. Puede ser, no dispongo de los antecedentes para desechar o confirmar esa tipificación. Lo que sí tengo claro es el nivel de descomposición que ha permeado a la clase política. Acusados y acusadores se han visto en alguna medida involucrados en casos de corrupción, no estamos presenciando una disputa en favor de los principios democráticos, de gobierno u oposición, de izquierda o derecha, del pueblo o los poderosos de siempre; estamos frente a un «pulseo» de poder, a la lucha por el botín.
En mi opinión, la responsabilidad de los casos de corrupción que por estos días desestabilizan las democracias latinoamericanas, no son de exclusiva responsabilidad de fuerzas oligárquicas conservadoras; como tampoco es culpa de la revolución o la lucha armada. No digo que no exista presión o derechamente responsabilidad. No digo que no exista. Sí afirmo que la responsabilidad principal e ineludible es de quienes se han vendido al dinero; de aquellos que le han fallado al soberano; aquellos que usaron el poder delegado para beneficio personal. En este caso no aplica el que la culpa no sea solo del chancho, no, pues estamos hablando de delegados de poder, empleados de la ciudadanía, nuestros representantes…. no de una pobre víctima como lo es un chanchito de corral.
Una lástima lo que vemos. Después de las décadas de años ´70 y ´80, de terribles dictaduras en la región, las nuevas democracias resultaron ser más débiles y vulnerables que aquellas previas.
Ahora no es la guerra fría. El discurso de izquierda y derecha en estas materias poco tiene que ver, pues es una situación transversal a esa variable. Es un crisis valórica, de fin sin principios.
Solo nos resta esperar que las redes sociales, la caída de los medios tradicionales de comunicación, el contacto P2P, la caída de los partidos políticos tradicionales, permitan que el ciudadano se empodere y, quizás así, podamos liberar a nuestro continente de la mas peligrosa de las crisis de estabilidad, generada, impulsada, y llevada a su máxima expresión hoy en Brasil, por los políticos representantes del dinero.
Comentarios
19 de mayo
Es la descomposición estimado, es fuerte, tiene un olor nauseabundo y los pueblos se cansan, por un lado con el capitalismo salvaje que los esclaviza durante su vida útil y luego los deshecha, y por el otro, con las otras fuerzas que les roban todo lo que logran alcanzar con sus trabajo, y que a cambio de un mendrugo de pan por libreta, les meten el odio las 24 horas al día. Es triste, son los tiempos.
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