En las últimas décadas, los políticos se acostumbraron a practicar un estilo de comunicación adecuado a los medios, y en particular a la televisión. Se prepararon con entrenamientos centrados en la imagen, en el tiempo televisivo, en la forma, en la ropa. Importaba más el color de la corbata que la construcción de equipos, más el maquillaje que escuchar y conocer a la audiencia, más el fraseo que el análisis, más el teñido de las canas que la sabiduría, más la sonrisa radiante que las miradas honestas.
La sospecha creció en los votantes. Quién quizás mejor la grafica es el dibujante español, El Roto, en una viñeta en que deja ver la angustia de un ciudadano que comenta luego del encuentro con un político “el candidato me saludó efusivamente, pero le miré a los ojos y vi que él no estaba ahí”.
Se instaló la cultura de la comunicación efectista, rápida, las inauguraciones aunque la obra no estuviera terminada, la visita fiscalizadora única y en el momento acordado con los medios, la impresión de los volantes y afiches para presentar la campaña que solo existía en el papel. Dejaron de importar las personas, los ciudadanos, los electores, pasaron a importar más los votos, los indicadores de las encuestas, los segundos en la tele. Tanto dejaron de importar las personas que los propios parlamentarios/as, ministros/as, presidentes/as se transformaron en personajes. Personajes con un papel cada vez menos interesante y más predecible, más mecánico, más adecuado a un formato medial que repite como en una banda sin fin, sin cuestionar, sin preguntar, sin variar.
Quizás lo más grave de este estilo comunicacional fue el abandono de la política en y con la comunidad y asumir el ejercicio de la política como carrera individual. Escasos la convivencia, el diálogo, mirar en conjunto las situaciones, conversar con “otros”. Común la desconfianza, la amenaza del espacio, la subordinación y la utilización, la soledad. Vaciados de contenido, que solo surge de la conversación con otros, quedó la cáscara, la pompa, el personaje construido en las campañas y los estudios.
Nueva comunicación, nueva política
Comunicar, no está de más recordarlo, es construir comunidad, con sus equipos, con sus partidos o compañeros de proyecto, con los ciudadanos y los votantes. Se trata de construir identidades verdaderas, relaciones honestas, con los demás y consigo mismo o misma. En la comunicación política los proyectos son lo que encarnan las personas y las comunidades, no el conjunto de ideas más o menos brillantes.
Eso es lo que se ve en la nueva generación de políticos, la de los dirigentes estudiantiles, que integran lo que dicen, lo que sienten y lo que hacen, que construyen comunidad/proyecto. Conversan porque les preocupa el país, se esfuerzan en encontrar soluciones, se atreven a preguntar aun a riesgo de crear problemas, porque están dispuestos a resolverlos. Trabajan en equipo y tiene consistencia, suenan aun mejor en formato largo que en cuña, porque tienen mucho que decir. Por eso la polis, aun sin saber claramente el proyecto les entregó su confianza, porque son de verdad.
* Mauricio Tolosa, @mautolosa en twitter, es comunicólogo. Esta entrada es una publicación de sitiocero.net un espacio para conversar sobre y desde la comunicación.
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Comentarios
23 de agosto
Snff, snff…
Habría que ser sordo y ciego como para no sentir el olor a libertad que se ha comenzado a respirar en la nación…
Libertad del yugo que ha impuesto la clase política y económica al pueblo de Chile por décadas…
Libertad de quienes diciendo defender y representar al pueblo se sirven de él, mientras en sus espaldas acarrea las laceraciones de azotes inicuos y enjuga sus lágrimas de esperanza con paños de pobreza y opresión…
http://camaraciudadana.cl
kjklgdfj
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