En el últimos tiempos hemos ido transitando desde una tecnoutopía basada en el poder de las tecnologías digitales para mejorar nuestras vidas, hacia una distopía digital, en que hemos experimentado el lado oscuro de la red cuyo emblema son las Fake News: desde la euforia al pesimismo en pocos lustros. Recientemente Tim Berners Lee, el creador de WWW (World Wide Web) ha señalado -a propósito de los 29 años de la web- su desilusión por la concentración en Internet, la fragilidad de nuestros datos personales y las evidentes brechas digitales que todavía perduran a nivel global. Nada nuevo bajo el sol diría un historiador de las comunicaciones, por radio y televisión ambos medios están más vivos que nunca, aunque transformados.
La fe ciega en las tecnologías -muchas veces resultado del marketing y la publicidad- tiene antídotos. La comunicación y la educación es un campo de estudios y prácticas comunicativas que busca -entre otros aspectos- preparar/formar a las personas para relacionarse con los medios masivos y plataformas digitales de forma crítica, creativa, consciente, en otras palabras, una relación comunicativa saludable. Sin abandonar el placer del acto comunicativo mediado, por cierto. Es una tradición que se remonta al libro y su uso en las universidades, hasta el cine, televisión, radio, prensa que, como medios del siglo XX, fueron también pensados como soportes de usos y contenidos educativos y, como hemos dicho, no solo como objetos de una lectura /visionado naif.
Hay un aspecto que quizás por falta de espacio no permitió ahondar: la tradición regional y chilena, en particular, de educación en medios de comunicación.
En la prestigiosa revista Comunicar, timoneada por José Ignacio Aguaded, se acaba de publicar un artículo de autores chilenos de la ciudad de Valdivia. Vernier, Cárcamo y Scheihing presentan una interesante investigación: “Pensamiento crítico de los jóvenes ciudadanos frente a las noticias en Chile”. El enfoque teórico y metodológico es innovador y razonable. A partir de la ciencia de datos indagan cómo, estudiantes secundarios, universitarios y expertos leen la representación medial del movimiento social No+AFP, a partir de visiones más o menos críticas respecto a mensajes y medios involucrados. Como se estila en este tipo de narrativa científica hay referencias pertinentes a trabajos del objeto de estudio que son vetas útiles para seguir explorando y apoyar el argumento de la propuesta. Entre sus hallazgos está la importancia del trabajo grupal, la relevancia de la marca de los medios y la correlación entre conocimientos y opinión propia y la lectura crítica. Hay un aspecto que quizás por falta de espacio no permitió ahondar: la tradición regional y chilena, en particular, de educación en medios de comunicación.
En nuestro país desde la década del setenta y, especialmente, durante la dictadura, hubo avances muy reconocidos y valorados internacionalmente que han permitido aprendizajes válidos y vigente, aunque estemos en un epocal, comunicativo y societal distinto. Los avances de las ONGs Ceneca y Eco son notables así como de las personas que las llevaban a cabo: Valerio Fuenzalida, María Elena Hermosilla, Fernando Ossandón, mediante investigación empírica marcaron una impronta en nuestro campo. Y desde este locus comentaremos algunos resultados que es necesario considerar en nuestras prácticas educomunicativas actuales. Incluso no apuntan solo a la Comunicación/ Educación sino también a la Formación Ciudadana, que comienza a instalarse en nuestro sistema escolar y que la Comunicación y Educación tiene mucho que aportar y dinamizar metodológicamente.
Un aspecto que se destaca es el papel del grupo o, mejor dicho, de la interacción grupal, consciente y deliberada, en la formación del pensamiento crítico. Aunque nuestro actual sistema infomedial tiende a la formación de una subjetividad propia de un “navegante solitario”, el trabajo grupal contribuye ciertamente a complejizar las miradas, intercambiar información y, especialmente, ayudar a que las instancias colectivas resisten el individualismo egótico.
Otro aspecto valioso es el papel de las predisposiciones, conocimientos anteriores del tema en la comprensión crítica de las propuestas de significado medial. Como dijo el mexicano Guillermo Orozco Gómez, los procesos comunicativos implican un antes-durante-después, esto subraya que los mapas o guiones mentales son centrales en la relación comunicativa mediada: nos enfrentamos a los medios desde nuestras biografías y domicilios socioeconómicos, políticos y culturales.
Ambos aspectos son muy útiles para los diseños metodológicos educomunicativos, ya que permiten comprobar que las rutas ya construidas hace décadas son viables, productivas y pertinentes con los adolescentes y jóvenes de este siglo.
Esperamos nuevos avances de este grupo de trabajo en cuanto a la aplicación de la ciencia de datos en los estudios y prácticas educomunicativas, ya que nuestro campo siempre se ha alimentado de la indagación sistemática para la elaboración de programas de acción. O casi siempre. Este trabajo y sus reflexiones finales viene a fortalecer la Comunicación y Educación en Chile y a refrescar e innovar en beneficio de los ciudadanos en un momento de transformaciones como el que estamos viviendo.
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