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Newsroom o la búsqueda cándida de rehabilitar el cuarto poder

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En Newsroom la superabundancia de ingenuidad y moralismo son dos razones de peso para seguir y al mismo tiempo evitar la serie. Su objetivo confeso es rehabilitar el ‘American Dream’ a través de la política, la prensa y el individuo de elite.

Luego de escuchar a Obama en el cierre de la Convención Democrata, como siempre me impresiona la capacidad de redactar discursos atractivos de los equipos de campaña. Como nadie duda de la penetración de la industria narrativa estadounidens, vale la pena profundizar en una serie de HBO que tiene como leit motiv la de-construcción de opinión pública en Estados Unidos. En espera de su segunda temporada y a mitad de la primera en Latinoamérica, Newsroom o “Sala de Redacción” es tan popular por su moralismo como criticada por su mojigatería.

En lo personal, casi no veo series de televisión pero la he seguido con entusiasmo, por lo que he debido preguntarme cuál es el gancho que me ha hecho fiel a una serie tan fustigada. ¿Por qué no quitar ojo a un guion cargado de quimeras y frases hechas, mismas que reprocha la revista New Yorker cuando sentencia en su delicioso estilo: «tan naïve que llega a ser cínica”? La respuesta probable sea porque la serie sitúa a sus protagonistas comportándose y diciendo cosas sobre la industria de la opinión pública del modo que a la gente común le gustaría que sucediese. En Newsroom no hay subtextos y nada queda implícito en sus diálogos de imputación sobre el deterioro del “American Dream”.

El guionista en jefe de la serie es Aaron Sorkin, el mismo de Social Network y The West Wing. En sus guiones, Sorkin se ha especializado en repasar una y otra vez  aquel mito cultural de la “excepcionalidad americana”. La idea de un país señero que, amparado en sus enmiendas se extiende emancipado a los pies de la marmórea ciudad a orillas del río Potomac, que es cuidado por una dama blanca que es portadora de prometea atorcha a la entrada de Nueva York y que crece industrioso y optimista a orillas de los Grandes Lagos. Es decir, una Norteamérica que es sermoneada en la secuencia de apertura el protagonista-presentador Will McAvoy (Jeff Daniels) por haber perdido su misión y senda luminosa.

La serie empieza en lo que parece ser un panel de discusión en la elitista Universidad Northwestern de Chicago. Una demócrata y un republicano se ladran uno a otro como caricaturas de sí mismos. McAvoy está sentado entre ellos, parece fastidiado. Él es un importante conductor de noticias, conocido por no caerle mal a nadie. Una joven estudiante pregunta por qué razón Estados Unidos es el mejor país del mundo. “Diversidad y oportunidades” responde la liberal; “libertad y libertad” arroja el conservador. Ambas respuestas son clichés pero parecen ser las adecuadas para el momento. Todo parece familiar hasta que el guionista desencadena la trama y hace proferir a McAvoy un inesperado y arrebatador monologo acerca de cómo, en realidad, Estados Unidos no es “the greatest country in the world”. Las escenas siguientes nos hacen saber que ese tipo de dictamen, aquí en los Estados Unidos, si es proferido por algún líder de opinión, si no es un pecado por lo menos es un error descomunal (el fragmento del monologo de McAvoy aquí).

Los personajes que Sorkin ha creado para Newsroom, como en toda serie de televisión que se precie de tal, son humanos imperfectos y con atractivas cuotas de neurosis. En su mundo los hombres ocupan las más altas posiciones pero adolecen de misoginia. Por su parte, las mujeres están sobrerrepresentadas en papeles de inteligencia brillante, de alto rendimiento, pero odiosas. Así, en Newsroom cada escena está marcada por personajes que proyectan el estereotipo del éxito norteamericano. La crítica especializada no ha tardado en denunciar esta hipérbole pero al público parece gustarle, y la serie que lidera las audiencias acaba de asegurar una segunda temporada. A mi juicio, la opción artística de Aaron Sorkin se inscribe en el marco de las palabras poéticas que el asesinando Bobby Kennedy usaba en su campaña presidencial de 1968: «hay los que ven las cosas de la manera que son, y preguntan ¿por qué? Yo sueño con cosas que nunca fueron, y pregunto ¿por qué no?».

Tal vez por eso en la pared de la oficina de Charlie Skinner (Sam Waterston), el presidente del departamento de noticias de la ficticia cadena de noticias donde transcurre la serie, hay un retrato de Edward R. Murrow, el arquetipo del periodista de opinión estadounidense. Al final del primer capitulo Skinner, quien siempre parece tener la última palabra, repite un par de ideas sobre el poder de la prensa que a los estadounidenses les encanta escuchar: «Murrow tenía una opinión, y ese fue el final de McCarthy. Cronkite tenía una opinión, y ese fue el final de Vietnam», sentencia el personaje.

Poniendo en duda el mito del Cuarto Poder

Las palabras que Sorkin pone en boca del canoso veterano hacen referencia a la percepción que Edward R. Murrow simboliza el punto más alto en el sostén de los principios y el coraje en el periodismo informativo. Para el periodismo estadounidense Murrow es considerado como el legendario hombre que hizo frente tanto a Joseph McCarthy como a William Paley. El primero fue el senador que manipuló el miedo de los estadounidenses después de la Segunda Guerra Mundial usando el trabajo de la prensa para mantener a la opinión pública inhibida y asustada frente a unhipotético “red scare”, el terror rojo. El segundo fue el jefe de la CBS en los años 50s y mentor de posteriores gigantes del reportaje de televisión como Walter Cronkite. Lo que Sorkin desea denunciar –y que  pone en boca de su personaje- es la apreciación de que el trabajo de prensa en la actualidad es reacio a tomar el tipo de riesgos y trabajos que Murrow realizó. La consecuencia es que nadie está desafiando seriamente a los que están en el poder. De igual modo, Walter L. Cronkite, en Febrero de 1968, opinó que la guerra de Vietnam estaba en un punto muerto y que “las negociaciones podrían llegar a ser la manera de salir del pantano”. Aquella exhortación ha llegado a ser conocida como el «Momento Cronkite» y fue supuestamente tan intensa y profunda que provocó un punto de inflexión y cambio en la política exterior del presidente Lyndon Johnson dando paso al comienzo del fin de la guerra.

El surgimiento de la desconfianza en los medios de comunicación

Algunos capítulos más adelante Aaron Sorkin introduce un nuevo personaje, Leona Lansing (Jane Fonda), la calculadora directora ejecutiva de la estación. En un momento, con emoción y entonación perfecta, descarga una frase que más parece una advertencia urgente: “I got where I am by knowing who to fear” (“Estoy aquí porque sé a quién temer”). El personaje de Fonda permite recordar a la audiencia de la serie que todos los contenidos programáticos de la televisión, no importa el género o el tamaño de la productora, están en contra de lo que debería un medio de comunicación y por esa razón Estados Unidos está envuelto de un inédito malestar ciudadano y social. En pocas palabras, la ciudadanía ya no tiene confianza en el cuarto poder.

Una reciente encuesta de Gallup indica que la confianza de los estadounidenses en las noticias de la televisión está en sus mínimos históricos, con sólo el 21% de los adultos que expresan mucha o bastante confianza en ella. Esto marca una disminución frente al 27% del año 2011 y del 46%, cuando Gallup inició su medición de la confianza en las noticias de televisión en 1993.

Y es precisamente su cuestionamiento sobre el rol de las noticias donde radica el éxito comercial de Newsroom pues a pesar de las caricaturas narrativas, la serie pareciera denunciar la realidad de los medios de comunicación, aquel donde las cadenas eligen un punto de vista político para construir noticias. Así por ejemplo, se señala que Fox se inclina hacia los republicanos, NBCNEWS tiende a los demócratas, mientras tanto, CNN se esfuerza por mantenerse vigente y relevante en medio de una caída catastrófica en la batalla por la valoración a causa de una programación monótona, pero también porque CNN no está ofreciendo un espectáculo.

Newsroom y mitología americana: su fortaleza es su debilidad

La serie triunfa a pesar que la critica denuncia que se basa en abrazar vetustos mitos sobre los medios de comunicación de Estados Unidos. Por eso en Newsroom sus héroes-periodistas están siempre listos para reponer el monólogo pedagógico y moralizador. Esta es la razón por la que New York Times opinó que «en el peor de los casos, el programa choca con su propia mojigatería».

En Newsroom la superabundancia de ingenuidad y moralismo son dos razones de peso para seguir y al mismo tiempo evitar la serie. En cualquier caso, es refrescante ver la cultura popular de Estados Unidos a través de los ojos de Aaron Sorkin, comprometido en la búsqueda de inspiración a su audiencia mediante guiones basados en situaciones reales que se nombran sin eufemismos. Su objetivo confeso es rehabilitar el American Dream a través de la política, la prensa y el individuo de elite. Por supuesto olvida subrayar que Newsroom se trata de un espacio de ficción, un cuento que ha conseguido que millones de televidentes suspiren por una época dorada y virtuosa, que en realidad, nunca existió.

El capitulo subtitulado se puede ver aquí.

http://www.youtube.com/watch?v=i7lKNjtvfpc
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