En días posteriores al viernes 18 de octubre he escuchado un par de comentarios sobre la situación de niños, niñas y adolescentes a partir de la exposición a noticias e imágenes emitidas en la televisión y las redes sociales. Específicamente de un niño de aproximadamente 6 años y un adolescente 14 años, que se han sentido atemorizados con los saqueos e incendios que han visualizado en la televisión y redes sociales. En general, hemos visto en estos días unas pantallas incendiadas, acompañadas de nerviosos comentarios periodísticos y de una música de fondo similar al de una película de suspenso o terror.
En estos días también, hemos observado tanto en carteles de manifestantes como en las redes sociales una postura crítica frente a la cobertura televisiva de los canales nacionales. Esto no es nuevo, desde el 2011 existe la sensación que los medios audiovisuales muestran solo una parte de la realidad, lo cual contrasta con lo que la ciudadanía puede observar en audiovisuales hechos por las propias personas.Los medios de comunicación, en general, tienden a interpretar la realidad –no son reflejo de la misma-, hay que decodificar esa interpretación para construir nuevo sentido y significado a partir de las propias personas.
Sabemos que la investigación en comunicación sobre los audiovisuales han señalado que éste tiene un carácter lúdico-afectivo, base a nuestra relación con ellos. El investigador Chileno Valerio Fuenzalida ha acuñado este concepto que refiere a que nuestra relación con la televisión está marcada por el placer, la fruición y que la experimentamos mediante nuestra emocionalidad.
Por otra parte, ya hemos comprendido que el consumo audiovisual se da en un contexto social, el cual condiciona –aunque no determina- la construcción de significados por parte de los sujetos. La familia proporciona modelos, matrices que contribuyen a generar ciertas pautas de consumo del audiovisual. Así los niños y niñas van elaborando sus propias formas de visionado, en la intersección entre su singularidad biográfica y las prácticas de consumo audiovisual de su familia.
La mediación crítica de los audiovisuales supone cierto grado de reflexión tanto del contenido como del continente de las propuestas mediales, es decir, de las formas en que se narra y de los mensajes que nos entregan. Por ejemplo, hemos observado la reiteración de imágenes con música propia de la ficción. Los medios de comunicación, en general, tienden a interpretar la realidad –no son reflejo de la misma-, hay que decodificar esa interpretación para construir nuevo sentido y significado a partir de las propias personas.
El viernes 27 de febrero del 2010 sentimos un terremoto en parte importante de nuestro territorio nacional. Los días siguientes la televisión daba cuenta del deterioro, las ruinas de edificios y casas, los saqueos y las pérdidas de vidas humanas. La televisión llevó a nuestras casas imágenes del desastre, la tristeza y las pérdidas materiales durante todo el día y parte de la noche, en sucesivas jornadas. Vimos grabaciones y transmisiones en directo que generaron ansiedad, angustia y también solidaridad. Me acordé de aquella situación, similar en cierto sentido, a lo que hemos vivido en estos días, pero muy diferente en un aspecto fundamental: el 27F ocurrió un terremoto y en los días siguientes experimentamos sus consecuencias. Ahora tenemos claro cuando comenzó la movilización pero no tenemos certeza de cómo, ni cuándo concluirá.
¿Qué hacer?
Algunas ideas.
Hay que comenzar a tomar conciencia de nuestros propios usos y apropiaciones de los audiovisuales y de las redes sociales. Ya no se puede tener un acercamiento “naif”, los medios forman parte del sentido de nuestra cotidianidad, son fuente de elaboración de nuestros mapas mentales, de nosotros mismos y de la realidad del entorno y por esto, es un factor importante que debemos asumir cognitivamente.
Un segundo aspecto, tiene que ver sobre el cómo desarrollar la mediación a partir de las preguntas e inquietudes de los niños, niñas y adolescentes. No sé trata de imponer una lectura de la realidad desde nuestro mundo adulto céntrico, sino colaborar a que nuestros hijos e hijas elaboren sus propias formas de comprensión del momento en colaboración con sus padres.
Es necesario generar una mirada crítica frente a los medios comparando por ejemplo dos versiones sobre un mismo hecho. También observando con distancia los recursos narrativos que se utilizan para enfatizar ciertas propuestas de significado audiovisual.
Se hace necesario explicitar normas familiares de consumo audiovisual y de redes sociales en cuanto a horarios, tiempo de visionado y, en el caso específico de los preescolares estos deben interactuar con las pantallas acompañados de adultos que orienten los contenidos que están consumiendo.
Finalmente, generar un relato de lo que está pasando desde los padres o adultos para irse generando mapas de lectura de lo que vivimos en estos días. Transformar la situación de las movilizaciones en un detonante de conversaciones relacionadas con la formación ciudadana, democracia, participación, justicia social, equidad y convivencia humana.
Es una oportunidad para relacionar lo que estamos viviendo con una formación para una sociedad en pleno cambio social.
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