La más férrea defensa a ese híbrido comunicacional llamado «farándula» vino de la actual diputada del FA, Pamela Jiles. Ella, desde el panel de uno de esos programas que inundaron la TV abierta, nos dijo que ese «género periodístico (?)» había democratizado la televisión chilena.
A partir de ahí, como todo lo que ocurre en Chile, se transformó en negocio. Los periodistas, hoy todos sin pega, se asociaron con las «figuras», los «rostros», vinieron los diarios, los canales de TV aportaron lo suyo y las radios repitieron y repitieron las «noticias» en una danza interminable de dimes y diretes.
Ya son clásicos los acuerdos a los cuales llegaban estas figuras con las producciones de programas. Tú haces esto, dices esto, y nosotros hacemos esto, surgiendo de inmediato la polémica de la semana, la acuciosa investigación de los profesionales, para dar comienzo a un espiral de opiniones que hacía que el conflicto tomara ribetes insospechados.Tenemos el deber de ser rigurosos para exigir la indispensable objetividad a la hora de informar, la deuda pendiente de todos los que «hacen» la TV chilena
Era un buen negocio para todos. Para todos. Pero como todo, necesitaba reinventarse, buscar nuevas ofertas para sus clientes, y seguir siendo un referente diario para las personas que seguían esta trama desde sus casas y dieron el paso siguiente: videos privados, fotos comprometedoras, escándalos familiares, seguimientos, cámaras ocultas, etc.
Hasta que su público objetivo descubrió el negocio, se dio cuenta de los tongos, cachó que eran «personajes», captó la falsedad de los realitys, conoció las ganancias de todos y los dejó botados.
Hoy la farándula en Chile no tiene cabida. El periodismo-basura, el periodista-payaso, el escándalo de la semana ideado entre cuatro paredes y los personajes que los protagonizaban hoy….ni siquiera salen a la calle.
Será porque Chile despertó, porque estamos más exigentes, porque ahora si queremos medios de comunicación que no sean manejados por los capitalistas dueños de Chile, porque somos más exigentes con los comunicadores que hace rato navegan bajo la línea de flotación de sus propios buques. Ahora la pega es sacar a las nuevas figuras de la TV, a los que hace rato tratan de acomodarse a los nuevos aires que respiramos, a los que creen que les compramos el cuento que ahora sí escuchan a la ciudadanía. Es vergonzoso lo que ocurre cada mañana, cada tarde, cada noche en la TV abierta chilensis, y tenemos el deber de ser rigurosos para exigir la indispensable objetividad a la hora de informar, la deuda pendiente de todos los que «hacen» la TV chilena.
La asociación estratégica de los rostros de la TV, periodistas y cuanto pelafustán tiene espacio en ese medio con el retail, los bancos y marcas comerciales deja claro para donde apuntan los contenidos, y si a eso agregamos la propiedad de los medios, queda claro entonces el objetivo.
¿Dónde se informan los chilenos?, en las redes sociales, en los medios alternativos, en la conversación directa, y toman distancia de los medios…¿por qué? no encuentra ahí las respuestas objetivas, siendo algunas radios, contadas, las que pueden decir que son confiables para las comunidades. La invitación entonces es a elevar alguna oración por el eterno descanso de la farándula, y comenzar a organizar el bautizo del nuevo periodismo, ese que está comprometido solo con la información objetiva…la misión que viene.
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