Los chilenos nos habituamos a que la televisión estuviera en manos de las universidades y del Estado. Sin embargo, tal situación no era corriente. Hasta antes que naciera Canal Nacional (TVN), sólo las universidades disponían de este medio de comunicación, y no parece aventurado sostener que el caso era único en el mundo.
En efecto, en los países donde funcionaba ésta, sus usuarios lo constituían el Estado o Empresas Comerciales Particulares. La situación chilena significaba algo curioso: debido a circunstancias de hecho, tanto como a decisiones gubernativas; se excluía a los dos sistemas que imperaban en el resto de los países. Se rechazaba la Televisión en manos del Estado por el evidente peligro de su politización, que significaría poner un medio tan poderoso como elemento de propaganda de la política gubernamental. Se rechazaba, igualmente, la televisión comercial , porque no se quería entregar al afán de lucro de las empresas, la facultad de utilizarla, no sólo porque quedaba al servicio de sus intereses, sino para evitar la necesaria mediocridad y falta de interés por todo aquello que no produjera utilidades.
Sin embargo, el desarrollo y el indudable impacto de este medio hizo reformular la ley y permitir el acceso de los particulares a su operación; aceptando que la información y el conocimiento evitan la improvisación: Toda labor, especialmente en este ámbito, donde tanto esfuerzo humano y económico se consumen en tan pocos minutos y con una aceptación incierta, significan estrategias, planificación y formulación de proyectos de un quehacer acotado.La verdadera programación son los comerciales y en ellos trabajan “los artistas” más creativos de este medio. “Los noticiarios y entretención son los anzuelos”
La TV es una actividad que exige un profundo conocimiento del proceso de comunicación y -en este caso- de la gramática televisiva; del funcionalismo del medio; de una estrategia comunicacional acorde al objetivo comercial a seguir; preparación de los ejecutivos de venta en cuanto a la semiología de los productos.
La TV vende intangibles. Vende ideas vertidas en diversos formatos que, por medio de lo audio-visual, compone el espectáculo: la iluminación, el sonido, la escenografía interior y exterior, planos de cámara, modelos discursivos, entre otras cuestiones.
Lo expuesto, en su momento, hizo que sus pioneros fueran entrenados en países más desarrollados que el nuestro en esta operación; luego lo aplicaron a nuestra realidad y transmitieron, su experiencia, a nuevos especialistas en este quehacer. Algunos, desgraciadamente, ya partieron. Pero, todavía quedan algunos de esa época. A ellos debería recurrirse en la coyuntura actual. Su experiencia, su know how sigue siendo “la madre de la ciencia”
Desde el punto de vista ético la TV ha impactado en la cultura. En este sentido no es extraño sostener que el éxito del consumismo no esté en crear artículos mejores, sino en cómo venderlos. Tampoco debería preocuparnos la elección de un presidente de una república a través de su imagen televisiva; sin importar lo que de ahí se dedujera para el mundo.
Una de las obras más trascendentes del siglo pasado (S.XX) fue la obra “Ser y Tiempo” de Martín Heidegger quien en varios capítulos desarrolló el grave problema entre la relación del ser, el aparecer y el parecer de una persona o cosa. Heidegger tiene plena conciencia de lo fácil que es perderse en los vericuetos del parecer, o sea de la imagen externa, sin llegar jamás a la esencia del ser. Desgraciadamente una relación inversa mueve al ser y al parecer: la imagen goza mostrándose, y la naturaleza – de acuerdo a Platón- ocultándose.
Desearíamos que la televisión pudiera ser un poderoso instrumento de sensibilización del buen gusto, de alerta frente a las apariencias de acostumbramiento paulatino a los valores nobles.
Armando Roa en 1960 denunciaba que uno de los problemas que podían llevar a la disolución de Occidente era el consumismo y la manipulación de símbolos, y la televisión había sido entregada en sus manos: depende de él; vive de su comercio; negocia con la ética y propaga con deleite los vicios. Dejar este maravilloso medio de comunicación , una de las maravillas de la ciencia y de la técnica en manos del consumismo, es una especie de crimen histórico, de suicidio de una cultura.
Por su parte, Karl Popper en su artículo sobre «Contra el Abuso de la Televisión” dice que su poder debería orientarlo a favor de buenos contenidos. El problema- continúa- radica en que es más fácil encontrar gente que produce diariamente veinte horas de trabajo mediocre o malo, que una o dos horas de calidad. En ese sentido es más difícil estructurar una programación – para veinte horas- atrayente y de relevancia, sin desconocer que mientras más canales se encuentren operando, más complicado será encontrar profesionales capaces de producir emisiones con interesantes contenidos.
Aquí comienzan las causas de su degradación. El nivel programático ha descendido porque los canales –dados sus altos costos operativos- deben producir más programas de bajo nivel, pero sensacionalistas; y esta característica difícilmente puede ser de calidad. Corresponde a la era de la televisión que compite sólo comercialmente importando poco la transmisión educativa o de valores éticos.
Profunda conmoción han ocasionado los actos delictivos de menores de edad, especialmente en USA, cuyas conductas desviadas han sido relacionadas con la televisión. Muchos psicólogos y educadores sostienen que si bien este medio no produce delincuentes, el poder de la imagen acrecienta el germen de maldad en quienes ya lo poseen.
Meyrovitz en su libro “ Pérdida del sentido de lugar: el impacto de los medios de comunicación electrónicos en la conducta social”, sostiene que la televisión no está capacitada para entregar una buena programación para los telespectadores sino, más bien, «producir espectadores para la publicidad». La verdadera programación son los comerciales y en ellos trabajan “los artistas” más creativos de este medio. “Los noticiarios y entretención son los anzuelos”
La televisión tiende a borrar diferencias entre personas de diferentes sexos y edades y también entre niveles de condición social. Aunque es un arma importante en el arsenal de los políticos, con frecuencia funciona como una espada de doble filo. A diferencia de otros medios de comunicación, no sólo permite a los políticos llegar a sus seguidores, sino que a éstos, tener un acceso sin precedente, muy de cerca, a la apariencia y los gestos de los políticos.
El “don de mando” y la “autoridad” se diferencian por la actuación y el atractivo. No se puede mandar o ser respetado si la presencia es desconocida. Sin embargo, la autoridad se debilita por un exceso de familiaridad . La admiración sobrevive mediante una “presencia distante”. Una de las características de nuestra época es que la mayoría de las personas que suben al escenario de la televisión y tratan de adquirir visibilidad a nivel nacional se exponen demasiado y por lo mismo se desmitifican.
El resultado es que ya no experimentamos las actuaciones de un político como espectadores ingenuos. Tenemos la perspectiva de los tramoyistas que están conscientes del carácter artificial del drama. Irónicamente, todas las discusiones recientes sobre la eficacia con que nos manipulan quizá sólo destaquen lo visible y expuestas que son ahora las artimañas.
Si reconocemos que la televisión es un espacio intervenido por todos, se resuelven varias incógnitas que rodean a este medio, por ejemplo: por qué la gente se queja tanto del contenido de la televisión, pero sigue viéndola ávidamente; por qué señalan que encienden el aparato para conocer las noticias del mundo aún cuando las palabras de los noticiarios nocturnos llenarían sólo algunas columnas de primera plana en un diario.
La opinión de muchos en el “espectáculo” de la televisión crea demasiados problemas sobre los contenidos de sus programas. Contenidos que no ocasionarían discusiones en libros selectos, con frecuencia, se convierten en blanco de críticas cuando son presentados en televisión.
Del mismo modo, la televisión no puede presentar exclusivamente contenidos calificados como aptos sólo para niños de corta edad porque los telespectadores adultos exigen entretención y noticias de fondo. Sin embargo, cuando un contenido auténticamente profundo aparece en ella, muchos padres se quejan de que las mentes de sus hijos son profanadas.
Cuando los programas terminan con un final feliz, los críticos dicen que los asuntos serios son trivializados mediante fórmulas, de 30 o 60 minutos, para resolver los problemas importantes. Sin embargo, cuando se presentan finales realistas, los atacan por no ofrecer a los niños los ideales y valores de nuestra cultura.
Al reflexionar sobre este tópico quedaría claro, finalmente, que el problema no estaría en los estrictos contenidos que la televisión transmite, sino en la multiplicidad de mensajes disponibles que llegan, también, a una multiplicidad de receptores.
Compartimos más experiencias con las personas que están a miles de kilómetros, a pesar de que se confunden con las que se encuentran en nuestra propia casa o vecindario. Cambia el significado de la cercanía. Los demás nos son familiares e, increíblemente, este desarrollo electrónico de los medios hace que- aparentemente- nuestro “yo” esté más aislado.
Por otra parte, la televisión cumple una finalidad extensiva al poner al alcance de cualquier espectador, cada vez con más facilidad, espectáculos, obras artísticas, mera entretención, divulgación de conocimientos de variada naturaleza que, sin ella, difícilmente podrían ver o conocer.
Todo este conjunto de elementos que aporta la televisión tiene una gravitación indudable sobre la formación de la mente y del criterio del individuo. Y así como cuando se enseña algo a un alumno, no se elimina lo negativo del tema para mostrarle sólo lo positivo, sino que se le muestra completo el panorama, incentivando su actitud crítica que lo capacite para juzgar y apreciar lo valioso, así también los contenidos de una programación deberían cumplir esas finalidades, sometiéndose- sin duda- a las legítimas limitaciones que la naturaleza de un medio tan especial exige.
Sin embargo, el programa de televisión pasa y difícilmente se repite. Mucho esfuerzo, más de lo que se imaginan los telespectadores corrientes se requiere para lograr que en unos pocos minutos se conjugue la técnica y el arte, y resulte ese espacio que suele criticarse con demasiada ligereza o mirarse con absoluta indiferencia.
La sociedad de este nuevo milenio requerirá especialmente de los responsables de la Televisión, periodistas más cultos, íntegros y éticos, que sepan explicar la metodología de investigación científica a cualquier hecho y tema que lo requiera. También, que pueda alentar oportunamente a esta sociedad sobre los peligros que representa la investigación científica no ética y la producción y consumismo desenfrenados que pongan en juego la existencia humana y la vida de nuestros hogares.
Juan Pablo O’Ryan Guerrero.-
Periodista – «Mgr» TV -«Mgr» Comunicación Social
Referencias:
1.- “Cultura y Televisión”……………………………….. Dr.Armando Roa
2.- “La Televisión como Experiencia Compartida” …Joshua Meyrovitz
3.- “Contra el Abuso de la Televisión”……………………………….. Karl Popper
4.- “Medios de Comunicación y Valores”…………………………….Paul Jhonson
5.- “Educational Television”……………………………………………….William Seybell
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6.- “The Emerging Worldwide Electronic University”……………Parker Rossman
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