Una de las críticas principales al capitalismo relevadas por el análisis científico social a partir de Karl Marx, se sitúa en torno a la privatización y privación de los medios de producción lo cual deriva en un círculo vicioso infranqueable de explotación y alienación de los trabajadores respecto a su trabajo -valga la redundancia-, no obstante, hasta hace muy pocos años se ha venido desarrollando un trabajo sistemáticamente transdisciplinario que relaciona el capitalismo con la producción de estructuras simbólicas derivadas de ello, esto sin obviar y desmerecer el aporte respectivo que ya había realizado el autor aludido, entre otros clásicos de las ciencias sociales.
Pues bien, si atendemos la consideración que uno de los rasgos principales y característicos de nuestra especie humana gira en torno al lenguaje, y consecuentemente a la comunicación derivada de ella (en perspectivas como la de Maturana, Luhmann, Bourdieu, Echeverría), podrá comprenderse que además de encontrarnos como habitantes de una biósfera, también vivimos un mundo simbólico con asignación de significados, una semiósfera como apuntaría Iuri Lotman, el cual nos permite asirnos a una realidad comprensible que permita dirigir nuestras acciones, junto a la consecuente posibilitación de construcción de comunidades consensuales que otorgan identidad referencial. Por lo tanto, sin temor a ser desmesurado en sugerirle que considere adoptar la comprensión del semiocapitalismo, como lo ha propuesto Franco «Bifo» Berardi, en atención a que la economía también descansa sobre una construcción y mantención de estructuras de pensamiento, de simbolización y significación de la realidad, no es para nada baladí poner atención a los medios de producción de este tipo de estructuras.Hoy en día, tenemos al alcance otros artefactos, distintos canales y una generación de ciudadanos impetuosos y concientes de colaborar con su trabajo comunicacional e informativo
Por lo tanto, y para ejemplificar tan solo con un acontecimiento de los últimos días; cuando nos encontramos en una situación en la que el General Director de Carabineros, Mario Rozas, es identificado reuniéndose con altos ejecutivos de los medios de TV y prensa escrita tradicionales y hegemónicos de este país, previamente a la formalización de imputados de la misma institución por los casos de mutilación ocular de Fabiola Campillai y Gustavo Gatica, todo lo cual ha sido develado por el medio de comunicación independiente Verdad Ahora, es que se me presenta menester hacer hincapié en la suma relevancia que conlleva que la ciudadanía atienda la forma por la cual se informa. Sabido es que, gran importancia han tenido los medios de autocomunicación de masas de redes sociales virtuales en la configuración y consecución de movimientos sociales, de lo cual por supuesto no se puede obviar nuestra rebelión comenzada por nuestro gloriosos estudiantes y nativos digitales, el 18 de octubre del año pasado.
Décadas atrás, anterior a la concepción de la web 2.0 y de las tecnologías de información y comunicación P2P, eran la radio comunitaria de corto alcance, el pasquín, los murales y las reuniones clandestinas, los medios de contrainformación y comunicación; hoy en día, tenemos al alcance otros artefactos, distintos canales y una generación de ciudadanos impetuosos y concientes de colaborar con su trabajo comunicacional e informativo. Esto último, se ve ejemplificado claramente en el protagonista de esta columna, el documental «El otro disparo», el cual apunta en dirección inversa a los productos de comprensión de la realidad impuesta por los medios complacientes al capitalismo neoliberal. Una propuesta que congrega la narración de los comunicadores independientes, aquellos que no portan credencial ligitimada por el status quo, en el contexto de la última rebelión acontecida en este espacio geopolítico llamado Chile. Finalmente, un trabajo que aporta en concientizar nuestra condición de cognitariado.
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