“Escuchar el grito de la tierra”.
En estos días, me interné en un largo y angosto camino hacia el oriente del sector urbano de San Fabián, pequeño pueblo con la mayoría de sus habitantes en el sector rural, conviven día a día con la escasez del vital elemento “el agua”.
Solo veremos al horizonte sin nada de verde donde descansar; o bien, para tener agua todos debemos llorar y nuestras lagrimas permitan recuperar el río para cuidar a nuestros nietos y no dejarles piedras cerros sin vida vegetal sin biodiversidad.
Es solo ver que trae como recuerdo a nuestra frágil mente, “cuando el río suena piedras trae”, es cosa de ver como la naturaleza a gritos nos pide que la cuidemos o bien mañana solo quedará el recuerdo para contarle a los nietos lo que un día existió.
Nuestro universo desde sus inicios ha estado en constante cambio. En el pasado el hombre se adaptaba a la existencia de contar con una gran cantidad de fertilidad de la tierra, pero las ansias de poder lo llevan a destruir lo que un día recibió, comprometiendo la protección del medio ambiente poniendo en riesgo nuestra supervivencia.
¿Cómo nos portamos con la protección de los recursos naturales? Estamos consientes de lo que estamos haciendo con nuestro mundo, o bien seguimos esperando que el otro realice el trabajo de cuidar lo que no soy capaz de hacer yo.
¡Nunca es tarde! Estamos a tiempo.- Con las personas que me acompañaron les invité a ver el río de piedras, donde me llego un dejo de tristeza, quería ver un río de agua no un río de piedras, de mojar los pies y sentir la inmensidad de la naturaleza.
Desde ese lugar al poniente se reflejaba un gran estela de humo con destino al cielo, un incendio que avanzaba sin parar destruyendo todo al pasar. En esta oportunidad el dolor es mucho grande, es bosque, plantaciones que están muriendo pidiendo a gritos la tierra que le ayuden a enfriar.
Nos encontramos con un hombre en el regreso, de físico duro reflejando en su cuerpo los años la experiencia de caminar y conocer las huellas de los cerros y en sus palabras afirmando que se muere la tierra, no encontrará más sus queridas yerbas, que nos ayudan a mejorar.
Le comentaba a un ser que amo que no puedo sacarme de la mente la imagen de ese río que solo piedras trae a la ciudad, no me deja tranquilo, estoy a punto de llorar porque hemos sido parte de no escuchar el grito de la tierra, pidiendo a gritos que la debemos cuidar. Solo veremos al horizonte sin nada de verde donde descansar; o bien, para tener agua todos debemos llorar y nuestras lagrimas permitan recuperar el río para cuidar a nuestros nietos y no dejarles piedras cerros sin vida vegetal sin biodiversidad.
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